Elena, nos echas en cara que tenemos miedo de identificarnos con nuestro verdadero nombre, y que parece que hacemos algo así cómo tirar la piedra y esconder la mano.

Pues tienes razón (por lo menos en lo que a mí respecta). Tengo miedo de que me identifiquen los socios de la Obra. Sé que podría pagar caras la consecuencias de escribir con ánimo de crítica en este Medio, tan ejemplar y valientemente planteado.

Pero no tengo miedo por mí, ya que me queda poco tiempo para jubilarme, y ya no espero alcanzar metas mayores en mi trabajo, ni por mi mujer, que comparte mi vida a cambio sólo del amor que le profeso. Tengo miedo por mis hijos. Algunos de ellos trabajan en empresas donde hay altos directivos socios de la Obra. Y ya pagué yo en su día muy caro con mi futuro profesional el salirme de la Obra.

Yo era supernumerario, y llegué a estar propuesto para Director Provincial de una determinada empresa multinacional. Pero entonces se suscitaron gravísimos temas personales que me impulsaron a abandonar la Obra. Fuí un estúpido honesto hombre no hipócrita, y me marché, olvidandome de algo tan importante cómo que nuestro Director General para España era también supernumerario.

Allí y entonces pagué el precio de mi salida.Se archivaron las propuestas de mi promoción profesional, y de simple ejecutivo me quedé por siempre jamás. Ya hace de aquello 20 años.

Observa detenidamente el concepto que me ha quedado de la Obra, de su fundador, de sus sucesores, y de sus socios.

No tengo ganas de recordarlo, pero quizá algún día os cuente los motivos que impulsaron mi salida, que tan cara me costó.

¿Te he contestado el porqué del anonimato?

Saludos a todos,

Jurgen