No sé si a fuerza de insistirle, de azuzarle...l o cierto es que cual una flor el muchacho se fue abriendo y contando cosas de su vida. Creo que en mayor o menos medida todos llegamos a quererlo y a que su presencia nos hiciera falta en la web. Con sus modales que no siempre eran tomados a bien, con su esfuerzo por mostrarse humano José Carlos se fue lentamente transformando en un miembro de la familia opuslibriana. Varias veces se despidió y nunca concretó; pero en su último mensaje se lo leía y sentía diferente (adhiero a lo dicho por Carmen Charo). Evidentemente la persona que lo reconoció participando en la web le tocó algo muy profundo, le hizo reflexionar acerca del sentido de continuar escribiendo aquí.

 

Yo le he escrito un mensaje privado a José Carlos (espero que me lo conteste pronto) y le deseo lo mejor del mundo. Él sabe lo que mi marido y yo pensamos del opus, de su modus operandi y de muchas cosas “de dentro” que no son congruentes con ser cristianos corrientes en medio del mundo.

 

Pero así como él demostró una evolución personal participando en esta página, la hemos demostrado todos. Muchos llegamos aquí llenos de furia y hoy día encontramos la serenidad. Quizás no solucionemos los problemas o huellas que dejó la obra en nuestras vidas (o en la vida de seres queridos como es mi caso) pero sabemos que opuslibros representa un espacio de reflexión, de encuentro y de amistad.

 

Muy contrario a la opinión de los exegetas de la prelatura que a veces se apersonan prepotentemente por este sitio: esta página no hace daño. Opuslibros construye, edifica, ayuda, enseña a vivir y a reconciliarse con las pequeñas cosas de la vida.

 

¡Hasta siempre José Carlos! No dejes de mandar alguna “señal de vida” de vez en cuando. ¡Gracias por participar y recuérdanos siempre!

 

Adri