Hace unos días, una de las personas que más quiero en el mundo (y que no pertenece al Opus Dei), se asomó por vez primera a la web y me reconoció al instante.  Hemos hablado largo y tendido: valoro muchísimo su opinión, y después de sopesar con calma las cosas y pedir consejo, he decidido que ha llegado el momento de despedirme definitivamente.

Me alegra poder hacerlo esta vez por mi propio pie en un ambiente propicio, y no por una expulsión sumarísima o por haber acusado un golpe bajo que me deje medio KO.  Y quiero aclarar que no tiene nada que ver con mi última aportación sobre la posible reforma en el Opus Dei.

Es verdad que para mí ha valido la pena servir en la web como presencia constante de un ex-numerario que guarda cariño y agradecimiento a la Obra; ofrecer una visión alternativa, acorde con mis experiencias; ser una voz que defiende lo que ha visto y vivido, y que añade un rayo de luz a las sombras...

Sé que hay personas a quienes les ha hecho bien constatar que el universo de los ex-miembros es más amplio de lo que parece a primera vista; y que uno puede dejar el Opus Dei sin abandonar tantas cosas buenas que aprendió dentro.

Pero es una posición que desgasta, y mucho.  Por más que uno quiera, tanto dolor ajeno y – de rebote – propio, termina haciendo mella.  Uno se engancha, lee de todo, se ve obligado a aclarar, responder, corregir, puntualizar, rebatir, disculparse…  todo ello absorbe la mente y el corazón, consume energía mental, y cuando esto interfiere con el Diálogo por antonomasia y afecta a la paz y la alegría que debemos compartir con las personas que nos acompañan en la vida, hay que decir basta.

Por otra parte, creo que ya he dicho todo lo que tenía que decir.  Varias veces.

En todo momento os he hablado de lo que llevo en el corazón.  A veces he metido la pata, y por eso pido perdón como lo hice en su día.  Otras veces he ofendido, he pisado callos, he hurgado en una llaga abierta: os aseguro que ha sido sin querer herir a nadie.  Mis torpes esfuerzos de mostrar cariño han sido lo más sincero de que soy capaz.

Espero haber sido de alguna ayuda a los que habéis buscado mi consejo en privado.

En mi turbulenta y larga relación con opuslibros, creo que todos hemos aprendido muchas cosas.  Yo, desde luego que sí: a tener más cuidado, a comprender otros puntos de vista, a vislumbrar hasta qué punto puede llegar el daño sufrido.  He descubierto, a través de vuestros testimonios, que en el Opus Dei hay necesidad de reforma.  Y he intentado encontrar y formular una causa común.

Creo que la web también se ha suavizado, como emotivamente reconocía Agustina el miércoles (aunque según señala Cooper el 27-IV todavía queda camino que recorrer): se nota más altura, menos estridencias, más respeto mutuo.  Los orejas firman con su nombre de pila, y no suelen contestar con coletillas descalificadoras a correos con los que no están de acuerdo, por ofensivos que sean.  Han hecho siempre un alarde impecable de tolerancia en la sección de correspondencia, a pesar de los clamores de algunos y de las amplias oportunidades que yo y otros les hemos dado para que nos respondieran con un portazo.  Por eso les estaré siempre agradecido.

Muchas veces me he reído, a carcajada limpia con mi mujer, de las anécdotas que se publican.  Pero las más he llorado: por las historias sobrecogedoras que se narran, por la amargura que anega a tantos y tantas, por lo que se dice de personas a las que aprendí a querer, por la pérdida de la fe que algunos relatan, por el desprecio a las enseñanzas del Papa y de la Iglesia que a veces leo, por la insensibilidad de algunos adalides de la Prelatura, y también, os confieso, por mi orgullo herido.

He querido siempre responder a los ataques personales con afecto sincero, superando la reacción inicial y sin insultar; Dios sabe las ganas que tenía de hacerlo.  Espero que parte de ese esfuerzo haya servido para algo.

Y ahora llega la parte “Hollywood” (espero no dejarme a nadie en el tintero):

A Fede: tu paciencia, amistad, profundidad y apoyo no tienen par.  Qué grande eres.

A Satur: tú sabes que te aprecio.  Nunca olvidaré ese cable que me echaste, a tu manera, en un momento clave.

A mis amigas argentinas: un beso muy grande.

A los que habéis querido dialogar con respeto y ganas de comprender: agradezco a Dany su magnífica lealtad, a José Antonio su franqueza, a Aquilina su serenidad, a Carmen Charo su corazón, a R. su cordialidad, a Zuri su sentido común, a Idiota su amable seriedad, a Flanpan su “cuponazo”, a Isabel Nath su espontaneidad, a José A. Botella su coherencia, a Cooper su simpatía.

A Inés y Sonsoles: me caéis muy bien, qué queréis que os diga.

A Claudia, Crítico Constructivo y Espíritu Crítico: no sabéis lo que os echo de menos.

A los que salisteis a la palestra solamente para romper una lanza a mi favor: gracias.

A los amigos reencontrados, a través de la web, después de tantos años: me alegro mucho de reanudar nuestra relación, ahora tendré más tiempo de contestaros individualmente :).

A los nuevos amigos que preferís que no os mencione por nombre (sabéis quiénes sois): ha sido estupendo poder conoceros, espero seguir en contacto.

A los que me habéis ignorado: gracias por no meteros conmigo.

A los que, sin dirigirme la palabra, me habéis criticado en tercera persona: siento mucho no haber sabido tender un puente más acogedor.

A todos los orejas, y a Pablo en particular (tus textos se reconocen los firmes o no), por favor perdonad los malos ratos, y un saludo muy cordial.  Agustina, ya puedes descorchar el cava.

A fin de cuentas, descolgarse de la web es un lujo que los orejas no pueden permitirse: a los que rezáis, acordaos de pedir un poquitín por ellos, que lo necesitan; y a todos, que no os dé corte mostrar la solidaridad y el cariño que os honra.

Ya sé que me he despedido otras veces, pero creo que ahora va a ser que sí.  Encomendad para que así sea ;).  Supongo que os leeré de vez en cuando, y quizá algún día me anime a responder a algo puntual; quizá nunca más.  Desde luego, os seguiré recordando con mucho cariño, y me gustaría poder ayudar al que lo necesite.  Los orejas tienen mi email para el que quiera mantener contacto privado.

En este 13 de mayo, con el pensamiento en Juan Pablo II y pidiendo a la Virgen de Fátima que os guarde a tod@s, os dejo con esos conocidos y pertinentes versos de Antonio Machado:

Proverbios y Cantares

XXIX

Caminante, son tus huellas

el camino, y nada más;

caminante, no hay camino,

se hace camino al andar.

Al andar se hace camino,

y al volver la vista atrás

se ve la senda que nunca

se ha de volver a pisar.

Caminante, no hay camino,

sino estelas en la mar.

Hasta siempre,

José Carlos