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070. Costumbres y Praxis
Jose_Carlos :

7. Llamada a la acción: la cuarta fase

 

En el mundo farmacéutico, existen varias fases antes de introducir un fármaco nuevo en el mercado.  En los ensayos clínicos de primera fase (“phase 1 clinical trials”), simplemente se estudian qué dosis pueden ser toleradas en unos pocos voluntarios, con atención a los posibles efectos secundarios.  En la segunda fase, dirigida a pacientes que sufran de la enfermedad que el fármaco pretende aliviar, ya se examina qué tipo y magnitud de beneficio puede tener en el enfermo.  En la tercera fase se compara directamente, en una muestra de suficiente tamaño, o con el mejor tratamiento vigente o con un grupo que reciba placebo: si el nuevo fármaco resulta equivalente o superior al primero, o por lo menos demuestra eficacia con respecto al segundo, la agencia supervisora da el visto bueno para su lanzamiento al mercado.

 

La cuarta fase es la más interesante: no está requerida de las casas farmacéuticas (al menos en USA), pero la agencia federal la recomienda vivamente.  Se trata de hacer un seguimiento detallado de los efectos del fármaco en la población: una vez que ya se ha distribuído a miles y millones de personas, se realiza un rastreo para descubrir algún efecto pernicioso que no se haya podido detectar en los estudios previos, y así restringir o modificar la dosificación o sus indicaciones clínicas...



La Iglesia ya ha aprobado, en toda regla, al Opus Dei.  Su espíritu se practica en casi todas las partes del mundo.  Estamos en medio de la cuarta fase, y a nosotros se nos presenta la apasionante tarea de participar en un estudio detallado.

 

A la Iglesia le conviene hacerlo, por la responsabilidad que ostenta hacia los fieles a su cargo.  Habiendo otorgado a la Prelatura su Derecho particular, tiene ahora la oportunidad de contrastar lo que pregona ese derecho (su espíritu codificado) con los efectos pastorales.  Volviendo a la analogía médica, ¿consigue el fármaco los efectos anunciados?  ¿Está siendo distribuído a las personas para quienes está indicado?  ¿A qué edades se puede empezar a suministrar?  ¿Se da en las dosis apropiadas?  ¿Por qué hay pacientes que dicen que les ha hecho daño?  ¿Lo recibieron con consentimiento informado sobre su acción y posibles efectos secundarios?  ¿Cuánto saben sobre él los médicos que lo recetan?  ¿Cómo se hace la publicidad?

 

Que conste que en estos estudios no se pone en duda que la medicina en sí puede tener efectos saludables: eso ya se comprobó en la tercera fase.  Pero hemos de estar vigilantes, para ver si conviene modificar de alguna forma la presentación del producto, de manera que resulte lo más beneficioso posible a la población.

 

A la Obra también le conviene.  Primero, porque se supone que está interesada en los pacientes a quienes se les ha aplicado su medicina.  Segundo, porque puede ser que los efectos secundarios no sean debidos al fármaco en sí, sino al colorante, al plastiquete de la cápsula, a la contaminación de una planta productora, a que hay médicos que lo distribuyen a diestro y siniestro con poco criterio, o a que las indicaciones clínicas eran demasiado amplias.  Es importante, para las casas farmacéuticas, conocer bien a su mercado y hacer lo posible para que su fármaco sólo se use en personas y de manera que se vayan a beneficiar: si no, el descalabro puede ser monumental, y se puede terminar retirando del mercado algo que realmente beneficiaba a un segmento de la población.  Precedentes en la Iglesia, haylos.

 

¿Y nosotros, los que hemos probado la medicina con tan diversos resultados?  En contraste con los que la siguen tomando a diario, no la necesitamos para sobrevivir: y de nosotros depende que se realice un estudio de esta magnitud.

 

Es una forma de canalizar todo ese esfuerzo que se vierte a diario en un servidor de algún lugar escondido de Madrid: una manera constructiva, altruísta, de que no caigan en saco roto tantas experiencias.  Un modo de enfocar, con espíritu positivo, toda la energía liberada por esta web.  Que realmente sea un punto de encuentro y organización para conseguir un fruto tangible que beneficie a otros.

 

Mejor es eso que resignarse lamentando nuestra impotencia, u optar por el ataque destructivo que termina destruyendo al atacante.

 

Cabezas y plumas las hay a destajo.  Orgullos personales los tenemos todos, y habrá que sacrificarlos en cierta medida.  Claro que será una labor ardua, a veces tensa, sin brillo: pero puede ser un gran servicio a la Iglesia y a tantas almas.

 

Personalmente, estoy convencido de que para que tenga alguna probabilidad de éxito, dado lo delicado del proceso, debe seguir todas las pautas que he marcado en los seis capítulos precedentes, fruto de una reflexión de meses provocada por vosotros, que por fin ha visto la luz.  Ése es el desafío que os presento.

 

Sé que para algunos perderá su atractivo por venir de quien viene: estoy a la espera de que se presenten alternativas viables.

 

Con mucho aprecio a tod@s y en especial a los orejas,

José Carlos




Publicado el Friday, 06 May 2005



 
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