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 Correos: Correcciones fraternas absurdas.- Dionisio

070. Costumbres y Praxis
Dionisio :

Queridos Orejas:

El divertido, como siempre, escrito de Satur del pasado miércoles me trajo a la memoria alguna corrección fraterna de esas que no te puedes creer si no te las han hecho a ti.

Pues un día vino uno y me dijo que había observado que yo al regresar de comulgar, mientras volvía a mi lugar a arrodillarme devotamente, iba masticando la sagrada forma que el sacerdote había puesto en mi lengua. Yo le miré como diciendo, sí, es verdad... ¿y? Pero no dije nada porque eso era de mal espíritu. El hombre me aclaró que aquello no era forma de tratar a Nuestro Señor en la eucaristía.

Yo la verdad me quedé un poco lelo. Luego pensé ¿es que este campeón no ve a los curas mover las mandíbulas en el altar? Pero lo dejé estar, al fin y al cabo había visto cosas definitivamente peores, esto era simplemente una bobada. Lo extraño también era que el director que debió ser consultado por semejante corrección fraterna no diera una aclaración a voluntarioso corrector.

Y con esto conecto con lo que dice Satur que no es capaz de comulgar en la mano. Me hizo mucha gracia, pero es verdad que al principio también me pasó a mi. Nada, Satur, eso también forma parte de la desprogramación que nos tenemos que hacer. Yo ahora sólo comulgo con la mano y siempre que puedo comulgo también con el cáliz. En mi parroquia lo hace todo el mundo. Si pido la comunión en la boca me parece que me toman una foto por especie en peligro de extinción. Si me viera el que me hizo la corrección fraterna, le daría un patatús. Peor para él.

También me vinieron a la memoria la cantidad de situaciones ridículas por las que tuve que pasar para evitar llevar a alguna mujer en coche. Por más que uno trate de evitarlo, realmente hay situaciones imposibles. Sin embargo, ahí estaba yo, como el Goretti que mencionaba Satur, diciéndole a la compañera de turno que no podía llevarla porque ... cualquier idiotez. Y la cosa llegaba a ser tan obsesiva que, estando ya fuera del lado oscuro, la primera vez que llevé a alguna mujer en el coche, yo iba asustado de lo que fuera a pasar. No sabía yo si al final mi cuerpo de muerte me traicionaría y acabaría teniendo sexo salvaje en el asiento trasero con la abuela del portero del edificio. Felizmente no pasó nada de eso, pero todavía cada vez que por alguna razón llevo una mujer en el coche me da un como cosquilleo de intranquilidad. ¿Si será uno idiota?

Hilando lo uno con lo otro, me acuerdo ahora de una amiga que trabaja en una universidad del opus. Ella tiene su coche, pero sin embargo ha notado que en las poquísimas oportunidades en las que por cualquier circunstancia, ha necesitado que alguién la llevara en otro auto, ha tenido la dicha de escuchar las excusas más torpes del planeta. Ella se ríe, pero se ha dado cuenta. ¡Qué raritos que son! ¡Qué raritos que éramos! Esta misma amiga, sigo hilando, me contaba que ella se confiesa con los curas de la universidad, (yo los conozco, son numerarios) fuera del confesonario. Yo le dije ¡anda, ya, con ese cuento! Ella insistía en que se confesaba hablando en el despacho de los curas conversando igual que lo hacía conmigo en ese momento. Y yo, que no, que eso lo tienen más prohibido que el veneno. Y ella que sí y que sí. En fin, que a lo mejor no solo hay encantamientos en las ventas donde se alojaba don Quijote, pues se deduce de lo expuesto que encantamientos los hay en todas partes, todo con el afán de menoscabar la orden de la caballería andante. Cosa mala.

Un abrazo,

Dionisio, que disfruta en grande la relectura del Quijote.




Publicado el Friday, 06 May 2005



 
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