Las posibles "reformas" de que habla José Carlos de entrada chocan con granito, porque presuponen que hay un abstracto "espíritu puro" y un "ideal prístino" de la Obra que son rescatables. Insisto en que esta terminología es difusa, equívoca e incluso peligrosa, y encima de todo sin fundamento alguno en hechos reales y concretos. El "espíritu" del Opus Dei no se puede separar de sus fuentes y concreciones históricas.

No hay ninguna posibilidad de reformar el Opus Dei. Ante todo, como nota Dionisio, sólo puede haber una reforma donde hay conciencia clara de la necesidad de cambiar las cosas, donde se reconocen las fallas. Esto no sucede ni sucederá en el Opus Dei, porque tal como fue y está constituido, en concreto, en la realidad y no en quimeras, necesariamente tuvo que asumir formas sectarias. Si el Opus Dei, como ha sido y es históricamente, dejara de ser una secta, simple y sencillamente no podría sobrevivir. Estaríamos entonces hablando de otra institución, en resumidas cuentas de otra cosa.

Es iluso pensar siquiera en reformas, si ello implica ir a contrapelo de las estructuras, conductas, actitudes normas, costumbres y praxis que están definidas por una parte exotéricamente (y parcialmente) en los escritos publicados de Escrivá, y de otra parte esotéricamente (y sobre todo, en mi opinión) en los documentos internos y en el modus vivendi concreto de los miembros conforme al "buen espíritu".

La propuesta de José Carlos, en mi opinión, no puede ser tomada en serio, simple y sencillamente porque se nutre de la veneración a un fantasma. El "espíritu puro" o "ideal prístino" del Opus Dei no es más que un espejismo, una alucinación que no se puede creer quien tras cinco, diez, quince o mucho más años ha vivido en carne propia el "buen" y el "mal" espíritu.

Yo pienso que ya no hay mucho que decir respecto de las dichosas reformas. Es un proyecto absurdo, en mi opinión, condenado al fracaso, y no tiene sentido pensar en que los ex-miembros se expongan por correr tras una fantasía.

Ahora bien, y esto es lo que deseo subrayar, José Carlos confunde todo cuando apela al mensaje evangélico, a santa Teresa, san Ignacio de Loyola o san Juanito Pérez, da igual, para invitar a los miembros a sumarse a sus proyectos de reforma.

Yo no alcanzo a ver cómo ni por dónde los ex-miembros estarían obligados moral o incluso cristianamente a recolectar firmas y a hacer un escándalo mayúsculo en el Vaticano. Primero porque la mentada "reforma al Opus Dei" no tiene pies ni cabeza. No hay un punto de partida concreto para tal reforma, no sólo por la actitud soberbia de la Obra como institución, sino porque para un miembro convencido la Obra, tal y como es concretamente, es "Obra de Dios", Opus Dei, revelada a Escrivá. Tan simple y sencillo como esto. Es verdad que el cristianismo nos impele a hacer el bien, a pesar de los obstáculos y hasta el heroismo, pero José Carlos no nos puede pedir con base en tal mensaje que reformemos la Obra, eso sí, a condición de salvaguardar lo que a gusto de José Carlos es "espíritu puro" y prácticas fundacionales buenos.

Yo creo que los ex-miembros deben ocuparse primero que nada en rehacer sus vidas, en sanar las heridas para poder integrarse a la sociedad, para "desprogramarse" (lo cual puede requerir de ayuda profesional), para formar una familia, etc., etc.   Esta página ya hace mucho por quienes entrando se arriesgan a perder buena parte de su vida en la Obra, o por quienes estando dentro sufren terriblmente. Si las autoridades civiles o eclesiásticas algún día toman postura contra las prácticas sectarias del Opus Dei, eso no depende de hacer barullo, sino de una actitud ética por parte de tales autoridades. Yo creo que en Roma se tiene idea de lo que pasa ahí dentro, y desde hace mucho, pero se han hecho de la vista gorda. Ojalá algún día alguien se decida...

Jesús F.