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 Correos: Dale a tu cuerpo alegría... pero.- Lappso

075. Afectividad, amistad, sexualidad
Lappso :

Un debatín tan lateral no debería eternizarse, coño. Pero merece la pena un último intento de dinamitar determinados tópicos "políticamente correctos". Lo dejo aquí:

1. Ni Juan Pablo, ni Benedicto ni el QuePrela se han producido de manera que se les pueda acusar de tener fobia a los homosexuales por el hecho de serlo. Quien sienta deseos de afirmar lo contrario  -también si quien lo intenta no es heterosexual-  tendrá que arrostrar la tarea de demostrarlo, bien entendido que para ser tomado en serio al respecto no basta con repetir eslóganes o titulares de prensa.

2. Otra cosa es que haya activistas homosexuales (muchos) aficionados a colgar ese sambenito a cualquiera que no piense como ellos. Se trata de una perfecta simpleza perteneciente a la saga de pancartas  -por cierto, muchas veces "iglesiófobas"- que tanto se pasean por  Europa últimamente.

3. Para el ejercicio del Sexo, la Iglesia propone los mismos límites a los homosexuales que a los heterosexuales solteros. Exactamente los mismos. Los heterosexuales que disfrutamos una deliciosa sobreatracción por el mujerío tenemos  -mientras no nos casemos por la Iglesia o bien dejen de gustarnos las chicas ajenas-  el mismo problemilla que los homosexuales. Exactamente el mismo. La diferencia es que no nos hemos organizado para reclamar que lo cambien todo a fin de darnos gusto. Gente seria, vaya. Pecadora, pero seria.

4. Para participar activamente en cualquier Colectivo organizado es necesario aceptar (al menos a título de intento) determinadas reglas. En la mayoría de las Organizaciones, esa simple disposición no otorga por sí misma "el derecho" de pertenecer a ella, porque no tienen carácter universal, sino restringido. Como la Iglesia Católica sí tiene vocación "universal", acepta a todos los que están dispuestos a cumplir sus normas, lo consigan o no. Sólo requiere la voluntad de cumplir, no el éxito en el cumplimiento. Y a veces, se conforma incluso con que no se haga pública ostentación de ello.

5. Una vez dentro, actuar reiteradamente en contra de las normas suele producir la exclusión en cualquier agrupación humana razonable, con poquitas excepciones como la de la Iglesia Católica, cuyos miembros son esencialmente pecadores (algunos incluso muy pero que muy pecadores). Solamente queda excluido de la normal participación en las cosas de la Iglesia quien a todas luces demuestra no estar dispuesto ni siquiera a intentar vivir aproximadamente como católico (a veces, ni siquiera a parecerlo).

6. No se tiene en pie que, en las condiciones que Harto o Wompi plantean la cuestión, tengan  -ni ellos, ni nadie-  "derecho" a  que la Iglesia Católica les complazca. La Iglesia Católica no es tan fácil de trastear como algunos Estados.

7. Sí tenemos todos "el derecho" de decirle a Dios lo que uno quiera, de sentirse ante él como a uno le peta, de esperar con afán el sempiterno goce celestial tras una vida esforzada y solidaria. O todo lo contrario.

8. Pero el trato que tenga cada uno con su dios es cosa de cada uno y de su dios. Sólo él sabe  -ya nos enteraremos al final de todo-  si lleva razón Ratzinger con todo el magisterio de la Igelsia, o si es más listo Zerolo con su Coordinadora de Gays y Lesbianas. Yo tengo mi pronóstico al respecto.

En España, la costumbre de recibir extremadas muestras de cariño, admiración y respeto por el mero hecho de ser homosexual puede acabar por acostumbrar muy mal a alguno. Por mi parte, sigue sin darme la gana de cumplir con semejante liturgia, aun a riesgo de que haya quien se sienta molesto por tamaña falta del más progresista protocolo. Lo siento, amigos. Los homosexuales también están obligados a argumentar si desean que, en foros de cierto nivel, se tomen en cuenta seriamente sus opiniones.

Lappso.




Publicado el Wednesday, 04 May 2005



 
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