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 Correos: Me quedo sólo con Dios. Para Nacho N.- Amapola

125. Iglesia y Opus Dei
Amapola :

Hola Nacho N:
 
Voy a contarte algo: En un tiempo fui muy católica, apostólica y romana (¿romana?, pero si soy española, anda, no había caído, ¿quiere Roma mandar en todo el mundo a través de la religión?). Me creía, tan al pie de la letra, lo que me enseñaron sobre mi religión, que, cuando me dijeron las de la Opus que tenía vocación, no dudé en entregar mi vida entera, ¡como si ésta le hiciese falta a Dios para algo!
 
y, ¿sabes?, igual que me la dieron (la vocación), me la quitaron, pero en ese transcurso me trataron como a una esclava a la que no tenían que azotar porque ya se azotaba ella solita y se castigaba, con cilicio de afiladas púas, por pecados no cometidos (pues ni siquiera tenía oportunidad de cometerlos). Me manipularon haciéndome creer que tenía que ser la alfombra donde pisaran los demás; el burro de noria que siempre gira y gira sin preguntar nada (pobres burros de noria); y, por amor a Dios, consentí que me exprimieran como a un limón: física y mentalmente.
 
Cuando volví al mundo (literalmente, pues mis años dentro habían transcurrido en internados sin apenas contacto con el exterior), y dejaron de manejar los hilos del títere en que me habían convertido, me encontré tan perdida, tan sola, tan desamparada que, día tras día, me acercaba a una iglesia, me ponía en el primer banco (para que nadie viera lo que hacía) y, con una terrible angustia abrasándome la garganta, lloraba largamente sin que ni Dios ni nadie me consolara.
 
Jamás he logrado volver a ser la misma alegre niña que era cuando caí en el arpón de la señorita pescadora que me atrapó.
 
Fuera me sentía tan insegura..., como si estuviese andado sobre el alambre de un acróbata sin preparación previa.
 
Entonces, después de mucho tiempo, decidí quitarme la venda de la fe (qué padre pediría a un hijo que andara tropezando con los ojos tapados, ¡lo haces porque lo digo yo y basta!), y empecé a cuestionar las cosas buenas y las cosas absurdas de nuestra religión.
 
A día de hoy, me quedo sólo con Dios, ya no me vale una Iglesia que no piensa en las personas sino en la conquista del mundo, y que, para ello, no le duela (a través de los siglos) derramar la sangre de los que no quieren ponerse la venda.
 
He llegado a la conclusión de que, confiando en las enseñanzas de la religión, se ha descuidado un valor muy necesario: la ética, las buenas costumbres. Ése convencimiento de que no debemos hacer nada que no queramos que nos hagan a nosotros. Caray, ¡pero si hasta está en los 10 mandamientos!:
 
Estos diez mandamientos se encierran en dos: Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.
 
De todo, de todo lo aprendido, me quedo con eso. Y que conste que, analizándolo detenidamente, me parecía (al principio) que era muy egoísta Dios pidiendo que le amáramos sobre todas las cosas. No obstante, he recordado una muy bonita frase: Cualquier cosa que le hagáis a mis criaturas me lo estaréis haciendo a mí. Así que ya no me parece mal su petición pues me he tomado la letra al pie de la ídem y cuando cuido las flores de una maceta, por ejemplo, estoy cuidando la Dios. Toda la Naturaleza es Él: si hago dichoso a mi perro hago feliz a Dios.
 
¿Que por qué te cuento todo esto?, me explico: he visto -por las palabras que me dedicabas el lunes-, que yo, intentando defender a Brian (que me hizo reír con su chiste del espíritu santo) de tu acusación de herejía, he cometido el error de insultarte; de hacerte sentir mal; de no haber sabido elegir las palabras adecuadas que (llegando a la misma conclusión), no te ofendieran.
 
Creo que se me olvidó en ese momento que tú también eres -como mi maceta y mi perro-, parte de la totalidad de la creación y ésta, a su vez, es Dios mismo.
 
Quizás mi escrito de hoy te haga creer que yo también soy una hereje, medítalo, por favor, antes de ponerme ese sambenito.
 
Un abrazo para todos,
 
Amapola



Publicado el Wednesday, 27 April 2005



 
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