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 Correos: Sobre algunas encíclicas de Juan Pablo II.- Jacinto Choza

125. Iglesia y Opus Dei
JacintoChoza :

Desearía hacerme cargo de algunas de las preguntas e inquietudes mi balance personal sobre el pontificado de Juan Pablo II ha levantado en la web.

En primer lugar, y que es el asunto menos importante, mi opinión negativa respecto de la doctrina social de la Iglesia en general, no merece una consideración detenida. Como en otro lugar conté, soy hijo y nieto de liberales republicanos, provengo de la gentilidad y mi aprecio por las cosas de la iglesia y de los "curas" era mínimo. Cuando empecé a estudiar por mi cuenta a inclinarme por las cosas que me resultaban más atractivas e interesantes, me sentí más bien atraído por pensadores liberales como Adam Smith o Spencer, y luego, como asiduo lector de The Economist, me confirmaba en mis inclinaciones iniciales. Aunque siento respeto por muchos socialistas y tengo amistad con algunos de ellos, me parece que el conjunto de sus doctrinas se decantan y sedimentan en tópicos, como, por ejemplo, que cada vez los pobres son más pobres y los ricos más ricos, o que lo mejor para los pobres es que haya menos ricos. Estos tópicos, que me parecen ingenuos y falsos, se encuentran muy metidos en la doctrina social de la iglesia y en la predicación de no pocos sacerdotes católicos, y si tengo que escribir sobre doctrina social de la iglesia o de alguna encíclica, porque alguien me lo pide, trato de destacar lo que encuentro de salvable en ella, y, si puedo, dejo entrever mi convencimiento de que cada vez hay más riqueza en el mundo y está mejor repartida, y mi convencimiento de que lo mejor para los pobres es que haya muchos ricos...



Pero esto es una opinión mía personal, políticamente incorrecta, y para muchas personas inmoral, por cuanto para muchas personas tener conciencia moral significa tener conciencia social y tener conciencia socialista. Además esta opinión mía es bastante escandalosa, y no quiero hablar de ella en la web. Si hay alguien que, por el aprecio y respeto que me tiene, se siente inclinado a revisar las encíclicas sociales de Juan Pablo II, por favor que no lo haga, que considere que lo que dice Juan Pablo II en ellas es acertado y que mi discrepancia se debe a un punto o dos de daltonismo o de miopía moral. Agradecería mucho no hablar más de esto en la web. Le pido perdón a Amapola por decir que yo pienso y siento así, por si leerlo la lastima o la irrita, y quiero añadir que la admiro, la respeto, la quiero, la cito y la recuerdo, y le pido que, por lo menos, me conceda un poco de su afecto como se lo concedería a alguien que está en el error pero de buena fe (porque es normal que todo el mundo esté equivocado en algunas cosas pero sin darse cuenta, es decir, de buena fe, porque si se da cuenta de que está equivocado y sigue en eso, entonces no es buena persona y no lo quiere ser: quiere fingir, engañar o lo que sea).

 Bueno, y ahora, pasando al asunto que más ha inquietado, yo no he dicho que las encíclicas Veritatis Splendor y Fides et ratio no sean de Juan Pablo II porque no estén firmadas por él.  Digo que no son suyas en el sentido de que no han sido redactadas por él, pero obviamente, si él las firma, las hace suyas, pone en ellas el peso de su autoridad pontificia y les otorga el rango que les corresponde entre el conjunto de los documentos emanados del sumo pontífice. Como uno de vosotros dice, son las menos "wojtylianas" de las encíclicas de Juan Pablo II.

Un Papa, como un jefe de estado, un alcalde de una ciudad, o cualquier otro cargo de gobierno, tiene a su disposición cierto número de equipos de colaboradores. De entre los miembros de esos equipos, algunos son de libre designación, y otros de carrera profesional y, por así decirlo, inamovibles. Juan Pablo II se ocupó muy poco de la estructura administrativa de la Iglesia y de la organización y modernización de la curia, porque era un papa muy volcado a la evangelizacion directa de estilo "populista", un intelectual, un místico, y además, un buen diplomático y político que apuntaba al ecumenismo como a uno de sus objetivos principales.

Pues bien, cuando se trata de resolver un problema en un frente concreto, que se le abre a un gobernante, por ejemplo, los planes de estudio de los seminarios o el establecimiento de las relaciones diplomáticas con China (la gran ausente de los funerales de Juan Pablo II), entonces  el gobernante encarga a un "general" de cada uno de esos problemas.  Gobernará bien si encarga de las relaciones con China a alguien que hable chino, que conozca la historia y las costumbres del país, que sea conocido allí, etc...

Cuando el problema es que en los seminarios, en los estudios que conducen al sacerdocio, se han abandonado los manuales de teología dogmática de Schmaus, o los de moral de Prümer, o los de filosofía de Gredt, que son los que se han estudiado desde "siempre", es decir, desde hace 50 años, y cuando los tratados sobre la trinidad, la gracia, el Verbo encarnado  o los novísimos, no se desarrollan poniendo en primer término la estructura sistemática de esos manuales, sino atendiendo principalmente a lo que dicen los padres de la Iglesia  griegos o los latinos, Teodoro de Mopsuestia o Ireneo de Lyon, o bien  determinados libros de la Escritura, entonces el gobernante podría encargar a un decano de una facultad de teología que intentara llamar la atención a los profesores para que expliquen la verdad de siempre.

También puede ocurrir al revés, que un decano, preocupado por la ortodoxia de la doctrina y por el cumplimiento de los planes de estudios aprobados, acuda alarmado al Papa para hacerle notar que se está perdiendo la fe en el corazón mismo de la Iglesia. Y entonces el Papa puede encargarle a ese mismo decano que redacte un documento para llevar las aguas a su cauce. El rango del documento, encíclica, exhortación, carta apostólica, etc puede sugerirlo el decano mismo, o pueden acordarlo entre él y el Papa.

Quien va luego a China y besa el suelo del aeropuerto de Pekin es, naturalmente el Papa, y quien firma el documento en que se dice cómo han de se cumplirse los planes de estudios de los seminarios es, naturalmente, el Papa.

Por una parte, no consta que el Papa hablara chino ni tuviera muchos conocimientos de la cultura china. Por otra, no consta que el Papa tuviera un especial afecto por los antiguos planes de estudios de los seminarios. No consta porque él hizo sus investigaciones doctorales y postdoctorales sobre Kant, Max Scheler y San Juan de la Cruz, y citaba y se apoyaba en  autores a los cuales los numerarios que nos dedicábamos a la filosofía no podíamos leer por la época en que él fue elegido papa.

Por otra parte los escritos de Karol Wojtyla primero y los de Juan Pablo II después, no estaban construidos según la estructura sistemática de los de Schmauss, Prümer o Gredt, sino más bien, según el enfoque histórico, existencial, escriturístico  y hermenéutico de los escritos de De Lubac, Guardini, Ratzinger o Balthasar.

Algunos de estos últimos teólogos son los que en su momento sufrieron el rigor disciplinar de Pio XII, y vivieron una rehabilitación por parte de Pablo VI, y algunos de aquellos primeros teólogos son los que mantenían la línea de Pio XII, que estaba en línea con la de la promoción del tomismo de León XIII y la condena del modernismo de Pio X.

Las encíclicas Veritatis Splendor y Fides et ratio son de los escasos documentos en que se cita, se alaba y se propone la doctrina de San Pio X como modelo a seguir, cosa muy frecuente en la prelatura personal, pero que no se encuentra en ningún escrito de Juan Pablo II. Por otra parte, y como ya escribí en otra parte de la web (anuncio del libro: Metamorfosis del cristianismo*), el Catecismo de la Iglesia Católica de 1992, cita a todos los papas que ha habido en la historia de la Iglesia menos a Pio X. Y podéis ir a comprobarlo mirando el índice de autores la edición del catecismo que tengáis más a mano.

(*El libro es útil para cuantos han padecido versiones rigoristas del cristianismo, y en concreto para cuantos han padecido la concepción de la Iglesia de San Pio X (especialmente ensalzada a finales del siglo XX por el Opus Dei), porque muestra el modo en que San Pio X queda excluido de los pontífices cuya enseñanza es recogida por el Catecismo de 1992. Este libro expone el choque entre dos modalidades vigentes de la autoconciencia cristiana, la que deriva del Concilio de Trento y se expresa en el Catecismo Romano de 1566, y la que deriva del Concilio Vaticano II y se expresa en el Catecismo de la Iglesia Católica de 1992. El libro expresa el modo en que las formulaciones religiosas dependen de las culturas en que se formulan, por eso libera la fe de esos supuestos y permite a los creyentes depurar su fe de numerosas adherencias ajenas a la revelación.)

El catecismo tiene también un enfoque histórico, existencial, escriturístico y hermenéutico, (excepto en la parte moral) como el de las primeras encíclicas de Juan Pablo II, pero, aunque concuerda con su estilo, no está redactado por Juan Pablo II. No sé cuantos equipos de colaboradores tenía Juan Pablo II, y de esos no sé cuantos eran elegidos por el, establecidos por la dinámica de la curia, tomados por ocupación por parte de los interesados o aceptados en transacciones políticas. Transacciones políticas pudo haber diversas  entre la Prelatura y el Pontífice.

La Prelatura dominaba una técnica y disponía de unos recursos claves para un evangelizador populista y un actor excepciona como Juan Pablo II: podía concentrar masas y desplegarlas y disponía de una clá muy disciplinada. A cambio, aspiraba a puestos de control en la curia y a centros universitarios de rango Pontificio que le permitiera desplegar desde Roma la concepción de la Iglesia de Pio X. Las transacciones podían resultar costosas para los dos, pero aceptables. La prelatura no simpatizaba con el ecumenismo de Juan Pablo II, ni con sus peticiones públicas de perdón, ni con su talante democrático y "anti-protocolo", ni con su doctrina social, pero sí con su rigidez en las cuestiones de "política interior" como las barreras para los sacerdotes en proceso de secularización y otras. Por otra parte, Wojtyla podía no simpatizar con el aprecio a las formas y formalismos de la Prelatura, con algunos aspectos de sus planteamientos, pero sí con su eficacia para manejar masas y cumplir tareas.

Juan Pablo II se apoyó en otras organizaciones expertas en manejo de masas e hizo otras transacciones con ellas, en parte con agrado y en parte con menos agrado, pero quizá de otro tipo porque quizá a los grupos de Comunión y Liberación, los Fuocolari, los Neocatecumenales o los Legionarios de Cristo no tenían aspiraciones de acceso a determinados puntos de la Curia Romana o a Dispensar docencia pontificia oficial desde la misma capital romana.   

Pero aparte de las organizaciones que dominaban el despliegue de masas y los medios de comunicación, Juan Pablo necesitaba y tenía otros muchos colaboradores. Se trajo de Polonia unos cuantos, y se apoyó en otros grupos de intelectuales. Especialmente en Ratzinger.  A lo mejor no firmó los documentos que ellos redactaron, cuando se trataba de documentos, pero pudo apoyar sus inciativas igual que si de firmar documentos se tratara.

Cuando algunos sectores de la prensa dicen que Ratzinger, Benedicto XVI,  es igual de conservador que Juan Pablo II, hay que tener en cuenta que Juan Pablo II no era tan conservador, ni al principio, ni al final de su pontificado, y Ratzinger, tampoco. Por otra parte, Ratzinger no es un actor, no es un populista, no ha sido un hombre de la clandestinidad ni de la resistencia, ni tampoco un diplomático. Ha sido un profesor universitario, un hombre del mundo académico, un intelectual reconvertido en ministro del interior, de educación y ciencia, y no de industria y comercio ni asuntos exteriores, no de misiones, evangelización de los pueblos o pastoral.                         

Creo que con esto respondo a la mayoría de las preguntas y observaciones que me habéis hecho. Me emociona mucho el crédito que me dais y el respeto con que me tratáis. Quiero  daros el mismo crédito y trataros con el mismo respeto, porque aunque, por tener 60 años y por ser el estudio mi trabajo profesional, maneje más información que parte de vosotros y, por así decirlo, "sepa" más, la "sabiduría", que es sintonizar el conocimiento con el corazón para beneficio de la persona entera, y que Santo Tomás la consideraba como un don vinculado a la caridad, la percibo yo en mucho de vuestros escritos a una altura a la que sé que yo no puedo llegar. Y como esta web va de eso, de sabiduría, como en parte es un diálogo de gente que ha puesto su vida en eso, podemos hablar cada uno con cualquier otro de tu a tu.

Quedan más cosas, pero ahora no tengo más tiempo, y si son muy importantes, ya aparecerán otra vez en la web. Y si son cosas para mí, ya me las diréis. Os agradezco mucho vuestro afecto y os mando un abrazo inmensísimo para todos/as y casa uno/a
 
 Jacinto Choza




Publicado el Friday, 22 April 2005



 
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