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idiota :

Querid@s amig@s:

¡Bien animada está la tertulia, sí señor! Tendría tantas cosas que apuntar y tengo tan poco tiempo para escribir...

Hubiera querido escribir sobre el Papa, pero, después del testimonio-reflexión de Jacinto Choza (13.04.05), ya no queda mucho que comentar. ¡Gracias, Jacinto, gracias! Eso sí, te pediría que, si se puede, nos dijeses quién (qué numerarios) colaboraron en la redacción de "Veritatis splendor" y "Fides et ratio". La afirmación que haces me resulta muy fuerte, no tanto porque pueda ser un indicio de la influencia de (miembros de) la Prelatura en el gobierno de la Iglesia, sino porque los temas que tratan esas encíclicas eran muy específicos de Juan Pablo II, que, a fin de cuentas, fue catedrático de Ética.

El tema de los "fieles" de la Prelatura está haciendo furor, así que, intentando tranquilizar algo a Marypt (15.04.05), quería recordar que, a partir de los trabajos de preparación para la promulgación del código y para la erección de la Prelatura, se produjo y se sigue produciendo una gran batalla (de publicaciones) por la figura canónica, de la que nosotros sólo nos enterábamos de refilón ("consolidar la prelatura" lo llamaban, si no recuerdo mal). En síntesis, se trata del enfrentamiento entre los canonistas de Pamplona (que se llaman a sí mismos la "opinión mayoritaria") y los canonistas de Múnich (llamados "opinión minoritaria" por la "mayoritaria"), que sostienen el punto de vista de Compaq (11.04.05) y Merlos (15.04.05). El asunto debió de ponerse tan grave que sucedió lo nunca visto (ni previsto). La Prelatura del Opus Dei en cuanto tal (o el Prelado) organizó en Roma unas Jornadas de Reflexión sobre la Carta Apostólica "Novo Millennio Ineunte" que poco más o menos sirvieron para que el Papa concediera una audiencia (17.01.2001) a los participantes y leyera un discurso muy normalito en el que había un "parche canónico" impresionante que parecía confirmar la "opinión mayoritaria":

"Estáis aquí en representación de los diversos componentes con los que la Prelatura está orgánicamente estructurada, es decir, de los sacerdotes y los fieles laicos, hombres y mujeres, encabezados por su prelado. Esta naturaleza jerárquica del Opus Dei, establecida en la constitución apostólica con la que erigí la Prelatura (cf. Ut sit, 28 de noviembre de 1982), nos puede servir de punto de partida para consideraciones pastorales ricas en aplicaciones prácticas. Deseo subrayar, ante todo, que la pertenencia de los fieles laicos tanto a su Iglesia particular como a la Prelatura, a la que están incorporados, hace que la misión peculiar de la Prelatura confluya en el compromiso evangelizador de toda Iglesia particular, tal como previó el concilio Vaticano II al plantear la figura de las prelaturas personales.

La convergencia orgánica de sacerdotes y laicos es uno de los campos privilegiados en los que surgirá y se consolidará una pastoral centrada en el "dinamismo nuevo" (cf. Novo millennio ineunte, 15) al que todos nos sentimos impulsados después del gran jubileo. En este marco conviene recordar la importancia de la "espiritualidad de comunión" subrayada por la carta apostólica (cf. ib., 42-43).
"

Recuerdo todavía cómo se nos subrayó en su momento la gran importancia que tenía precisamente ese discurso... No olvidemos tampoco la gran importancia que tuvo en su día la publicación de sendos libros sobre el itinerario jurídico y sobre el encuadramiento teólogico de la Obra... Por algo se hizo, por algo...

(Para los que hayan releído a Flavia (29.01.04), quizá valga la pena recordar también que, "casualmente", D. Álvaro trabajó justo en la comisión que preparó el decreto "Presbyterorum Ordinis" del Concilio Vaticano II, en el que se "inventa" la figura de la prelatura personal.)

Finalmente voy a entrar un poquitín al trapo que tiende José Carlos (11.04.05). Estoy pensando que la presencia de José Carlos (y tant@s otr@s) en nuestra tertulia en la red no sólo es valiosa como muestra de pluralidad y pluralismo y como apoyo para la credibilidad de esta página, sino también porque nos "provoca" para que vayamos desarrollando -ampliando y profundizando- nuestro pensamiento sobre la Obra. De esta manera, José Carlos (junto con tant@s otr@s) desempeña el papel y la función de un interlocutor sincero y válido perteneciente a la Obra que quizá le gustaría tener a alguno que otro y que, de hecho, parece no existir apenas.

Cuando, de pequeño, iba de veraneo al pueblo, me enseñaron que, para eliminar las malas hierbas, había que agarrarlas y sacarlas de la tierra de tal manera que el tallo no se rompiera y la raíz se quedara dentro. José Carlos nos propone en su mensaje ir analizando "rama a rama" la "planta" de la Obra y no se da cuenta de que está dejando sin analizar la "raíz", el punto donde "radica" todo el mal que se manifiesta en las "ramas". Odio repetirme, pero ya me lo perdonaréis: la "raíz" de todos los males está en "ese elemento intermedio que llamo "exigencias de la entrega / vocación / vida de numerario"" que describí en mi respuesta a José Carlos (28.03.05):

"Donde discrepo radicalmente es en el papel que desempeñan las "prácticas fundamentales": las hay buenas y malas. No tengo inconveniente en admitir que las "normas", la "mortificación", etc. puedan ser "prácticas fundamentales" buenas, pero suponen también el punto en donde se puede meter enseguida el gusanillo de lo malo. Cómo se mete ese gusanillo lo ilustré en "Separación" con el paso 2 (otro aspecto del "espíritu" relacionado con la "entrega"). Entre el "espíritu puro" y los "criterios variables" hay un gusanillo corruptor: la mención de unas abstractas "exigencias de la entrega / vocación / vida de numerario" que sirven para relativizar lo que dice el espíritu "puro" y preparan el camino de los "criterios variables", de modo que estos se vuelvan extraordinariamente restrictivos, alienantes y ofensivos para la dignidad de las personas. Es éste el punto que, en mi opinión (siento tener que decirlo así), José Carlos no puede y quizás no quiere ver [...]"

Profundizando más en este tema creo que se puede afirmar esas abstractas "exigencias de la entrega / vocación / vida de numerario" están en la raíz del problema porque son "alienantes y ofensivas para la dignidad de las personas" en la medida en que se pueden reducir a la eliminación de su libertad responsable por medio de la anulación de las dos potencias a través de las que se expresa más perfectamente su ser personal: la inteligencia y la voluntad.

Se anula la voluntad (en la teoría y en la práctica) cuando se exige del numerario aquella famosa obediencia sobrenatural, inteligente, pronta, alegre y qué sé yo qué más. Sobre ese punto escribiré en otra ocasión, porque tiene tela.

Se anula la inteligencia cuando se exige del numerario que "rinda el juicio". No voy a negar aquí que "rendir el juicio" en el sentido de ceder de vez en cuando en alguna opinión personal por motivos ascéticos y de caridad no pueda ser un bonito ejercicio de humildad que, por otro lado, todo el mundo se ve obligado a hacer alguna vez en la vida. Hablando de inteligencia, podemos distinguir entre una inteligencia teórica (que busca la verdad), una inteligencia práctica (que busca actuar moralmente bien: "recta ratio agendi") y una inteligencia instrumental (que busca actuar técnicamente bien: "recta ratio faciendi"). Así pues, resulta que la tan cacareada "obediencia inteligente" en la Obra se reducía únicamente a la inteligencia instrumental; la Obra nos pedía rendir siempre la inteligencia teórica y la práctica, absolutamente imprescindibles para conocer la realidad y, en consecuencia, para poder emitir juicios morales rectos. Hay que tener en cuenta que, cuando hablo de "juicios morales rectos", no sólo me refiero a los actos malos que hay que reconocer y evitar, sino, sobre todo, a los actos buenos que se pueden hacer (sin estar obligado a ellos) y que van constituyendo como una segunda naturaleza. Precisamente estos actos buenos eran los que no nos permitían llevar a cabo porque dejaban de ser pertinentes al existir una detalladísima "criteriología". En mis últimos tiempos en la Obra, había un punto de "Camino" que me sublevaba precisamente por este motivo (617):

"Obedeced, como en manos del artista obedece un instrumento —que no se para a considerar por qué hace esto o lo otro—, seguros de que nunca se os mandará cosa que no sea buena y para toda la gloria de Dios."

Todo ser humano tiene el derecho y el deber de comprobar con su propia inteligencia que lo que va a hacer es "bueno y para la gloria de Dios". Y si su conciencia no le da el visto bueno, está moralmente obligado a omitir esa acción. El juicio de la conciencia no se puede delegar en ningún director.

Cuando la inteligencia y la voluntad no funcionan normalmente y se ven obligadas a aceptar cosas en nombre de la "generosidad" y de las "exigencias de la entrega / vocación / vida de numerario", tarde o temprano, el ser humano se rompe espiritual y psicológicamente -de lo cual existen numerosos testimonios en esta página-. Cuando este principio se aplica a cualquier campo de la vida humana se llega a la lista de puntos problemáticos. En mi mensaje del 25.02.05 (Separación) puse un posible ejemplo pero ese mismo mecanismo funciona de modo análogo en cualquiera de los otros puntos mencionados en la clasificación de José Carlos. Describir cualquiera de esos otros puntos es una empresa aburridísima, a la que no pienso dedicarme.

Se acerca la medianoche y tengo que irme a dormir.
Un abrazo para todos y hasta la próxima

Idiota


Publicado el Sunday, 17 April 2005



 
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