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 Correos: Recupera tus sueños perdidos. Para Nieves.- Kaiser

900. Sin clasificar
Kaiser :

Querida Nieves,

No se me ocurre qué decirte. No compartí tus "coordenadas". Pero sí creo que hay una cosa que puede ayudarte y que me ha saltado leyéndote. En tus pocas líneas dibujas un paisaje desolado. Muy parecido al que tenía yo después de salir, aún hoy apenas repoblado del todo. Un paisaje sin sueños. ¿Verdad? ¿Te has dado cuenta? Creo que en esta página no se insiste demasiado en ese pequeño detalle. Lo primero que se nos va en Casa son los sueños. Y cuando digo sueños me estoy refiriendo a las ensoñaciones. Por supuesto que debemos despegarnos de sueños acerca de nuestro futuro profesional (hablo de los numerarios). Y, por supuesto que debemos tener los sueños espontáneos a buen recaudo en la confidencia y la confesión, y más si eran mórbidos y muchísimo más si consentimos y -vade retro, Dios no lo quiera- nos complacimos en ellos. No. Hablo de ese tipo de sueños, propios, por ejemplo, del duermevela, en los que dejamos correr sanamente nuestra imaginación y nos abandonamos a mil peripecias que nuestra sabia imaginación tenderá ante nosotros para quizá así restañar la heridas grandes o pequeñas que nos ha ido dejando el día.

Yo de niño fantaseaba, como casi todo el mundo, a partir de las situaciones más peregrinas y variopintas; pero tenía un sueño recurrente en el que me encantaba dejarme llevar. Me veía en el estadio del equipo de fútbol local en un día grande, compartienmdo alineación con lo más granado del momento. Cada uno de los lances así "vividos" conformaban una realidad más intensa si cabe que la de cada día, a la que a veces era preciso esquivar por instinto de supervivencia. No me extenderé. El calentamiento, los gritos desde la grada, el pitido inicial, los primeros compases, las jugadas, los goles (repetidos una y otra vez y hasta en cámara lenta antes de que existiera lo que se dio en llamar la moviola). Curiosamente, en la ciudad había más equipos locales, y yo era de otro, más modesto y rival del de mis sueños. Pero vestir la indumentaria de mi equipillo del alma, marcado por las desilusiones y el sufrimiento no era suficiente, había que compartir el éxito con los grandes ídolos y en su estadio lleno hasta la bandera... era la gloria suprema. Y sumergirme en la ensoñación, con ese o cualquier otro argumento, venía a ser un bálsamo que me ayudaba a restañar heridas y disponerme a afrontar un nuevo día con ánimos renovados.

En Casa se acabó. El tiempo de la noche era para la oración en silencio. La mera complacencia en la ensoñación era un síntoma de debilidad de espíritu. Y no lo digo como reproche. Lo digo con plena convicción. Las cosas son así. ¿Qué es eso de entretener la atención en nosotros? ¡Menudo gesto de egoísmo!. ¡Y menuda ñoñería!

El resultado fue la creatividad anulada,  sepultada y cerrada bajo siete llaves. Y esa mente chispeante y febril del niño ya adolescente ofrecerla como una víctima propiciatoria más, como una de tantas cosas de las que has de desprenderte para seguir ligero de equipaje la llamada.

El día después todo era un erial. Así hasta hoy. Y lo que te rondaré, morena. Una lobotomía yo creo que no habría sido más expeditiva. Cierto es que uno ya no tiene edad y, vamos, que se le ha pasado el arroz, pero menos cierto es que ahí tenemos un filón y quizá, tirando por ahí del hilo, seamos capaces de recomponer la vida que dejamos atrás, como ese juguete roto que aparece al fondo del desván y que nos devuelve los aires de los viejos y olvidados paraísos perdidos.

Espero haberte sido de utilidad.

Kaiser




Publicado el Sunday, 17 April 2005



 
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