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 Correos: La canonización y los ataques a la Iglesia.- Fulcro

125. Iglesia y Opus Dei
Fulcro :

Queridos amigos:

El espinoso asunto de la canonización de Escrivá que propone Viky en su correo del 16-3-05 ha ido saliendo en la web de vez en cuando, y me da la impresión de que lo que para unos es escándalo, e incluso motivo para el alejamiento de la Iglesia, para otros es la prueba definitiva de que la fundación del santo tiene un origen divino. Por otra parte, poner en entredicho el proceso de canonización, no creer en la beatitud del afortunado o cuestionar sus interpretaciones religiosas, se percibe por algunos como un ataque a la Iglesia que lo ha canonizado.

Ante estas posturas, creo que lo primero que hay que tener en cuenta es: que este es un sitio aconfesional de encuentro en libertad, de libertad de pensamiento y de libertad de expresión, y que la responsabilidad de lo que se escribe recae sobre sus autores y no sobre los promotores de la web, que en su caso no va mas allá de la que se tenga por moderar un típico foro de Internet.

Jamás sentí simpatía alguna por Escrivá, ni dentro ni fuera de su organización, y sigo sin tenerla ahora que le llaman San Josemaría. Pero no tengo mucha dificultad en admitir que pueda estar en el cielo, que es lo que en definitiva significa haber sido declarado santo. Todos conocemos los deméritos de Simón Pedro y no se suele dudar en llamarle San Pedro. El hecho de que alguien se encuentre en el cielo no hace buenas ni santas todas las obras de su vida terrenal. Una declaración formal de santidad por parte de la Iglesia obliga a los católicos a creer en la beatitud del afortunado pero en modo alguno a tenerle devoción y, mucho menos, aceptarle como un modelo de vida.

Menos dificultad tendría yo en el caso de D. Álvaro si se le proclamara santo. Aguantar a Escrivá durante tantos años santifica a cualquiera, a pesar del conocido refrán que advierte de que “sarna con gusto no pica”. Lo que pasa es que un caso de sumisión tan total como fue el de este señor me parece un ejemplo muy dudoso, incluso para los que sean amantes de la obediencia evangélica.

Puede repugnar que un proceso de canonización tramposo (en el sentido de considerar solo lo positivo que el santo hizo y maquillar u ocultar lo negativo) acabe por proponer como santo a un héroe de las virtudes que quizá no lo fuera tanto, pero no es incompatible esto con que haya entrado en el cielo; incluso aunque éste campeón hubiera cometido grandes errores; como pudiera ser que se hubiera creído, equivocadamente, que hubo una voluntad divina de fundar el opus dei.

No parece insalvable para el creyente discrepante creer que Escrivá sea santo, y nadie le obliga a que sea un santo de su devoción. Más problemático es aceptarle como modelo; sobre todo para el que piensa que este personaje fue un visionario y/o ha sufrido en su propia carne las consecuencias de sus desvaríos. Incluso para los miembros del opus dei puede ser un modelo extravagante, cuando no, chocante, ya que la vida que llevó se parece poco a la que les exigió. Por ejemplo:

Mientras él tuvo un poder casi absoluto sobre las conciencias de sus correligionarios, el “poder” de estos consistía en una entrega y sumisión total a sus indicaciones, mandatos, criterios y doctrinas, directamente o a través de directores.

Mientras disponía a su antojo sobrenatural, pero antojo al fin, de toda suerte de bienes materiales, despojaba de toda propiedad a sus seguidores célibes en virtud de su peculiar concepción de la pobreza evangélica, y sableaba a diestro y siniestro al resto de propios y a los extraños que, no solo se cruzaban en su camino, sino que construía caminos y puentes hacia ellos. Eso sí, su invención del “apostolado de no dar” debió tranquilizar mucho su conciencia.

Mientras él obedecía solo a Dios por saberse elegido “para algo grande”, como profetizó su madre, y por sus prerrogativas de fundador, sus seguidores tenían que obedecerle exclusivamente a él, debiendo creer además que su propia obediencia a Dios así se consumaba. Cuando ya no pudo abarcar a todos los que cayeron en su lazo, lo hizo a través de delegados bien controlados de su organización piramidal, cuyo vértice era él.

Mientras él se consideraba a sí mismo un padre y saboreó las delicias de una numerosa progenie, sus hijos célibes tenían que contentarse con una hermandad sui géneris sin relaciones horizontales normales y, por supuesto, sin hijos materiales ni espirituales; de estos últimos Escrivá tenía la exclusiva.

Mientras él era un clérigo que daba lecciones de como debían ser sus colegas de oficio, la mayoría de sus seguidores debían ser laicos, y todos, debían tener mentalidad laical, a pesar de las prácticas religiosas que tenían que hacer, propias, no ya de clérigos devotos, sino de los religiosos.

A la “luz” de sus biógrafos autorizados, Escrivá nunca experimentó la coacción a la hora de dilucidar sus propias vocaciones (alguna se quedó solo en diletantismo, como la arquitectura) ni nadie las vio por él. En cambio, todos sus seguidores fueron pescados para su causa con el anzuelo de una vocación religiosa, y a muchos les manipularon sus otras posibles vocaciones.

Etc. etc. etc.

No, no es fácil tener a Escrivá como modelo; pero tampoco se está obligado a ello, que yo sepa. Tampoco he oído nunca que a un santo la Iglesia le proteja o le excluya de la crítica, tanto de sus obras como de sus comportamientos terrenales.

Si no estoy equivocado en mis reflexiones, no parece que haya contradicción en aceptar la santidad de Escrivá y, a la par, ser profundamente crítico con él y con sus obras. Tampoco me parece una contradicción o una herejía pensar que, aun habiendo acertado la Iglesia, por infabilidad, en su proclamación de santidad, ésta se haya equivocado al hacerlo, cometiendo un error de consecuencias impredecibles. Después de todo, la inmensa mayoría de los que están en el cielo jamás será reconocida canónicamente.

Finalmente, y en cualquier caso, estaría muy agradecido a quien corrigiera los posibles errores de mis reflexiones.

Un fuerte abrazo para todos/as

Fulcro


Publicado el Friday, 18 March 2005



 
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