Una conversación mantenida esta tarde con un buen amigo mío, un ex numerario que ahora vive casado y con tres hijos y que, en la medida en que su trabajo se lo permite, frecuenta los medios de formación de la Obra, me ha suscitado algunas cuestiones que, de alguna forma, ya han sido tratadas en la página. Me estoy refiriendo al “salto al vacío” que, en algunos casos, se da en numerarios que, tras muchos, muchos años en la Obra, la dejan para casarse con la reserva mental de, una vez arreglado el casorio, volverán a la Obra.

             Conozco algunos casos, y no sé si será parecido al supuesto un tanto dramático explicado por HELI en su correo de día 23/02/05.

              Contaba mi amigo que encontraba muchos problemas en su pareja al tener que ir a misa diaria, algún curso de retiro, convivencia, círculos, etc, y que, además, no todos los domingos podía ir a misa con sus propios hijos. Y me decía muy gráficamente que no se habían cumplido ciertos “acuerdos prematrimoniales”...

En cierto modo, estoy de acuerdo con el criterio opusino de evitar la vuelta de antiguos numerarios a la Obra como supernumerarios, a no ser que se tengan las cosas muy, muy claras, y al decir muy claras me refiero a que en la Obra se cercioren como sólo ellos saben hacerlo, de que existe un pleno acuerdo del cónyuge del nuevo aspirante. De lo contrario, y me estremezco al decirlo, se está dando más importancia al “engorde” de la Obra que a la estabilidad misma de una institución sacramental. Así y todo, se suceden muchos tipos de pareja matrimonial, con “aroma” de la Obra; por lo menos, LOS SIGUIENTES:

1º).- Supernumerario con no supernumeraria “moderna y actual” y alejada de la práctica religiosa: En estos casos, lo más seguro es que el supernumerario se haya dejado guiar por su noble instinto, atraído por la puesta al día de su novia, por su buen “talante”, por sus virtudes humanas y por el amor que ella/él sinceramente le profesa. Es decir, el supernumerario, apelando a su libertad personal (y seguramente desoyendo algún consejo encaminado no a preservar la felicidad del interfecto sino su perseverancia en la Prelatura), ha elegido como esposa/o a quien realmente le ha gustado. Este matrimonio irá bien si los dos reservan su “masa crítica de dogmatismo” para ellos mismos. En cambio, sin duda habrá choque en algunos temas: enfoque de la sexualidad, planificación familiar y acceso al mundo laboral. Por qué habrá choque, pues sencillamente porque para el supernumerario el estado de opinión sobre esos temas es irrenunciable, no susceptible de “aggiornamiento” alguno. Si pese a todo, ella/él insiste en no moverse de su sitio, el supernumerario tendrá que acudir al consuelo de teorías tan inquietantes como la del “cooperación al mal”, “voluntario indirecto”, “comportamiento del cónyuge inocente”. Si pese a todo, el supernumerario decide “no negociar” con su esposa/o, lo más seguro es que el matrimonio acabe roto. Pero no hay que preocuparse, algún abogado amigo conseguirá la oportuna nulidad eclesiástica para “premiar” al devoto supernumerario.

2º).- Supernumerario con mujer con educación religiosa, pero no receptiva al espíritu del Opus Dei.  Esta combinación puede resultar explosiva, sobre todo si el otro, además de católico, está alineado, en más o en menos, con algún movimiento de la Iglesia de los llamados de caridad o justicia social. Hablarán entre ellos del mismo Dios y del mismo Jesucristo pero difícilmente estará presente entre ellos. El choque se producirá no tanto en cuestiones de intimidad (como los anteriores), sino en cuestiones de “política eclesial”. De este modo, los problemas no serán la anticoncepción sino el montante de la aportación mensual, el precio de los cursos de retiro, la dificultad de compaginar los donativos a la Obra con los donativos a otras instituciones que los de la Obra no quieren ni ver (Vicente Ferrer, UNICEF, Cáritas, etc...). El cúmulo de reproches, en estos casos, se multiplican: cualquier error del supernumerario (no poner la mesa, dormir la siesta, no recoger a los niños, escaparse tres días al retiro, etc...), se tornan en verdaderos cuchillos de acusación de hipocresía de “qué clase de santidad es esa”. La ira alcanzará sus más altas cotas en la discusión de temas de doctrina católica en los que el Opus Dei tiene una visión inflexible: vestimenta de los sacerdotes, comunión en dos especies, comulgar en la mano, la confesión general.

3º).- Supernumerario con esposa/o también supernumerario: Es un matrimonio DIEZ. Un uno fijo, un Real Madrid-Alcoyano. No hace falta ni que sientan atracción física. Cuestión distinta será el camino que tome cada uno de sus hijos, no siempre coincidente con el previsto por sus padres. La falta de tacto para con los hijos, en estos casos, es total. La improvisación se torna ciencia.

4º).- Supernumerario sujeto a “pacto. Desde mi atalaya de observador, creo que es la combinación más extendida. Los cónyuges han llegado a un acuerdo verdaderamente insólito: el supernumerario goza de plena libertad para formarse en la prelatura a cambio de que a su casa no entre ni una estampa. El no supernumerario impone su criterio en cuestiones fundamentales: el alejamiento total de los hijos de cualquier lugar que “huela” a Opus Dei; y esa cuestión es la condición de supervivencia del matrimonio. El supernumerario suele acceder a ese planteamiento y, lo más triste es que, aquello que pensó que al casarse ya no haría sólo, lo seguirá haciendo sólo hasta el fin de sus días.

Podrían establecerse otras categorías, pero por hoy basta.

TOLORINES