Acababa de sentarme para trabajar en la tesis cuando sonó el telefonillo.

- Hola pa, soy yo. Lo siento, pero es que Clara se ha encerrado en el baño y no sabe salir. Por favor, ven a ayudarme.

            Fui a casa corriendo todo lo que pude. Clara tiene dos años y cinco meses. Llegué sudando y con la camisa pegada, que me molesta mucho. Paula estaba pegada a la puerta del baño, Pepe correteaba por allí pasándoselo bomba, metiéndose entre sus piernas mientras ella hablaba con Clara a través de la puerta cerrada, tratando de tranquilizarla.

- No hace más que decir que te llame, que tú sabes sacarla. Cariño, no te preocupes, que ya ha venido papá. Haz lo que él te diga y sales.

- Papi, papi, sácame...

- Hola, Clara, hija, dale al pestillo como le has dado antes, pero al revés, y sales...

- No sé, no sé, sácame...

- Clara, hija, tranquila y dale al pestillo como has hecho antes

- No quiero, no quiero salir, buaaaaaaa

- Venga, Clara...

- No vengo, buaaa

- Hija, hazme caso, no llores

            Ruido de agua. Ha abierto el grifo del lavabo subiéndose a la taza del WC.

- ¡Clara, deja de hacer el mono y abre el pestillo!

- No quiero, quiero salir.

- Hija, haz lo que te dice papá.

- Papá, sácame...

            Como es habitual en estos casos, Paula y yo discutimos sobre lo que era mejor. Al final, decidí intentarlo con un destornillador, que por supuesto melló el marco de la puerta sin hacer nada efectivo. Tras unos gritos más, decidimos llamar al seguro y pedir un cerrajero. Aunque el seguro cubre los daños causados por los hijos, este no era el caso, porque el piso era de alquiler.

            Mientras venía el cerrajero se me ocurrió hacer un último intento, pero tirando de la puerta hacia fuera.

- Clara, vamos, dale al pestillo

- No quiero, papá, sácame, tengo miedo.

- Dale al pestillo, vamos...

            Y de pronto la puerta se abrió de golpe. Sara tenía una sonrisa de oreja a oreja, alguna lágrima y casi sin darnos ni un beso, se fue a jugar con sus juguetes. Pepe aprovechó para entrar al baño corriendo, abrir el grifo del bidé a tope y empaparse. Inmediatamente llamamos al cerrajero para que no viniera y con los nervios algo más calmados, tomamos un té.

            A veces me parece que en la vida hay situaciones parecidas: nos metemos en pozas de las que luego no podemos salir... porque no ponemos los medios nosotros mismos. De fuera nos pueden ayudar, hacer un esfuerzo que más que nada es ponernos en camino. Pero el trabajo fundamental para salir es nuestro, aunque pidamos, esperemos y exijamos socorro a los demás, al Estado, al Padre Dios... que al fin y al cabo, sólo puede quedarse fuera de nuestra puerta comiéndose las uñas y quién sabe, discutiendo con la Madre Dios y llamando a San Pedro para que abra la puerta con su mazo de llaves.

          Hasta que damos el tirón, luego ni nos acordamos, o sólo se vuelve un recuerdo difuso....

Ramón