Bienvenido a Opuslibros
Inicio - Buscar - Envíos - Temas - Enlaces - Tu cuenta - Libros silenciados - Documentos Internos

     Opuslibros
¡Gracias a Dios, nos fuimos
Ir a la web 'clásica'

· FAQ
· Quienes somos
· La trampa de la vocación
· Contacta con nosotros si...
· Si quieres ayudar económicamente...
· Política de cookies

     Ayuda a Opuslibros

Si quieres colaborar económicamente para el mantenimiento de Opuslibros, puedes hacerlo

desde aquí


     Cookies
Utilizamos cookies propias y de terceros para obtener datos estadísticos de la navegación de nuestros usuarios y mejorar nuestros servicios. Si continúa navegando, consideramos que acepta su uso. Puede obtener más información aquí

     Principal
· Home
· Archivo por fecha
· Buscar
· Enlaces Web
· Envíos (para publicar)
· Login/Logout
· Ver por Temas

     Login
Nickname

Password

Registrate aquí. De forma anónima puedes leerlo todo. Para enviar escritos o correos para publicar, debes registrarte con un apodo, con tus iniciales o con tu nombre.

     Webs amigas

Opus-Info

NOPUS DEI (USA)

ODAN (USA)

Blog de Ana Azanza

Blog de Maripaz

OpusLibre-Français

OpusFrei-Deutsch


 Tus escritos: Cómo la Obra hace sufrir a las familias (II).- Marypt

070. Costumbres y Praxis
Marypt :

Cap.2

COMO LA OBRA HACE SUFRIR A LAS FAMILIAS

(Enviado por Marypt el 6-mar-05)

 

II – Contradicción en las relaciones entre hermanos “de sangre” que pertenecen a la Obra.

 

1. No sé si este tema ha sido tratado tratado ya alguna vez en la web: el tipo de relaciones que se establecen entre hermanos “de sangre” que simultáneamente pertenecen a la Obra, como sucedió conmigo y con mi hermana...



Claro que no se pueden hacer generalizaciones a todos los casos a partir de mi experiencia personal; pero pienso que deben existir bastantes semejanzas.

  • Sobre todo, esas semejanzas son el resultado de la vigencia de la regla de que no haya comunicación íntima entre los miembros de la Obra (tan bien explicada en el reciente escrito de Elías);
  • Esta regla también se aplica a las personas que son parientes entre sí, volviéndose las relaciones entre ellas algo extrañas y superficiales;
  • En la práctica se tiende a fingir que no nos conocemos tan bien como de hecho nos conocemos; que no tenemos una historia común que de hecho tenemos:
  • Esto es lo que sucedía cuando estábamos juntas en un ambiente de la Obra; pero sucedía también a la inversa: estando juntas en un ambiente familiar. Ahí parece que podríamos ser más naturales, más “nosotras mismas”; pero sólo hasta cierto punto, porque nos sentíamos como que nos vigilábamos la una a la otra. Por lo menos, yo me sentía vigilada por mi hermana: ¿habré dicho alguna cosa inconveniente? ¿Será que se estará fijando si yo tengo un perfil correcto en cuanto miembro del Opus Dei?

2. Todo eso quita naturalidad y espontaneidad. Somos doblemente hermanas, pero no se sabe cuál de los dos tipos de fraternidad debe prevalecer, porque las reglas son diferentes para la fraternidad natural y para la fraternidad espiritual.

 

Era todavía más complejo: realmente, para mi hermana numeraria, la “fraternidad espiritual” debía prevalecer; para mí, la fraternidad natural más que prevalecer, era la única que yo sabía vivir con mi hermana...

 

Pero, como para vivir una relación son necesarias dos personas que sintonicen en la misma onda, entonces –como dije en mi escrito del 27/2/05-, en la práctica yo había perdido a mi hermana desde el día que pitó.

 

3. Las circunstancias de la vida se encargaron de confirmar esta percepción, a veces de manera muy dolorosa: en casi todos los momentos importantes de mi vida personal, tuve que soportar alguna “espina” clavada por mi hermana. En la ceremonia de final de mi curso, no pudo estar presente porque estaba muy ocupada con cualquier cosa de la Obra; en el día en que mi familia y la familia de mi novio se conocieron, ella estaba a pocos kilómetros de distancia, pero no podía interrumpir el curso anual para reunirse con nosotros; en una fiesta para la que le pedí prestada una prenda porque no la conseguía encontrar en las tiendas y la necesitaba, me dijo –después de consultar a la directora- que no podía prestármela “porque nada de lo tenía le pertenecía”, etc. etc.

 

También me dijo, tuvo el cuidado de recordarme que –siendo yo también de la Obra-, debía comprender mejor que nadie las características específicas de su vocación y ser la primera en no ocasionar problemas. Y yo procuraba hacerlo, pero muchas veces, dolida hasta lo más profundo de mí misma, porque el “desprendimiento” que mi hermana tenía que vivir en relación con la familia de sangre, se convertía en comportamientos de total insensibilidad. Lo más cruel de esos comportamientos fue el hecho de, con ocasión del nacimiento de mi primer hijo –y viviendo en la misma ciudad-, fue la única persona próxima que no fue a visitarme a la clínica; con el siguiente agravante: me telefoneó, me dijo que había pasado cerca pero que no había tenido tiempo para entrar y que iría a mi casa cuando pudiese... ¡Lo que sucedió casi dos semanas después!.

 

Mi tristeza fue muy grande: ¡¿cómo era posible que mi propia hermana no percibiera que yo estaba viviendo uno de los momentos más importantes de la vida, el nacimiento de mi primer hijo?! ¡¿Y que apareciera en casa como si se tratara sólo de ver la nueva decoración del salón o unas fotografías de un viaje?!

 

Ah! Y además, se suponía que yo pondría “buena cara” y no mostrase a mi marido y, sobre todo a nuestros padres, mi decepción.

 

Con el paso del tiempo, le perdoné esta inconcebible actitud, no porque se hubiera arrepentido, sino porque me di cuenta tristemente, de que se había vuelto incapaz de entender ¡los sentimientos más naturales de las personas!

 

4. Muchas veces me preocupé, y continuo preocupándome, cómo puede mi hermana hacer “labor de S. Gabriel”, atender a supernumerarias casadas y con hijos, darles consejos de vida espiritual e indicaciones de todo tipo... ¡si ella no entiende la vida familiar de los propios hermanos!

 

En las reuniones de familia eran frecuentes las discusiones a propósito de múltiples temas, de más o menos importancia:

  • Poder o no frecuentar la playa “x”;
  • Poder o no poder ver tal película o tal libro;
  • Etc., etc.

Se volvía ridículo porque –siendo yo y la mayoría de los miembros de nuestra familia católicos coherentes con la fe cristiana– la defensa de la ortodoxia hecha por ella sonaba a falso, a que no tenía experiencia real de la vida, sino que repetía fórmulas que aprendía en la vida de inmersión que llevaba en la Obra.

 

Muchas veces pensaba para mí: ¿cuándo comenzará a pensar con su propia cabeza?

 

5. Paradójicamente, parecía que las mayores discusiones se daban precisamente conmigo. Pienso que la justificación residía en el hecho de, en el fondo, creer que yo debía de ser la última persona que podía discrepar de su opinión dogmática incluso cuando los temas de conversación incidían en el matrimonio, hijos, educación...

 

No se piense que discutíamos cuestiones complejas como el divorcio, el control de la natalidad o afines. ¡Nada de eso! Apenas surgía, por ejemplo, una conversación en la que se hablaba de una persona conocida que tenía dificultades para quedarse embarazada. Si yo decía:  

  • Pues, tener el primer hijo con más de 40 años no es fácil, se corren más riesgos...

Tenía como respuesta de mi hermana:

  • ¿Qué riesgos?

Yo le explicaba:

  • Bueno, como debes saber, hay más riesgos para la madre y sobretodo riesgos de tener una criatura deficiente.

Surgía la respuesta radical de “doña verdad":

  • No veo cuál es el problema; si la madre muere, ¡va directa al cielo pues muere por una causa noble!; y si el hijo nace deficiente, ¡se debe aceptar como una bendición de Dios!

En ese momento, yo perdía la paciencia y le decía: esos son principios morales abstractos; no resuelven en nada el sufrimiento concreto de las personas. Si me sucediese algo así (tener un hijo deficiente) le pediría a Dios que me ayudase a aceptar la situación. ¡Pero tú no puedes siquiera imaginar el dolor de los padres de un hijo deficiente!

En fin, en lugar de una hermana, tenía una ¡¡¡“cartilla moral ambulante!!!

 

6. Curiosamente, después de dejar yo la Obra, se volvió más comprensiva y tolerante, Parece que empezó a mirarme como su hermana “de carne y hueso” y no como una “hermana espiritual” como los demás miembros de la Obra.

 

Es cierto que también, con el paso de los años, se acercó más a la familia “de sangre”: padres, hermanos, sobrinos, tíos y otros parientes. Pero para eso fue decisivo que –por motivos profesionales-, continuara viviendo en la misma ciudad. Muchas otras familias con hijos numerarios/as no tuvieron la misma suerte: los hijos e hijas fueron enviados a otras ciudades y a otros países; y entonces, todos los motivos son buenos… para no visitar a familia; o, lo que es peor, para no estar disponible para ver a la familia que se desplazó a propósito para verles. Son innumerables los relatos de sufrimiento de padres de amigas mías. Un caso real: “fuimos a Castelgandolfo para podernos ver después de dos años que está en el Colegio Romano y sólo “la dejaron libre” el tiempo suficiente para comer con nosotros. Después, ¡regresamos a Roma y nos volvimos a Portugal!”

 

Este conflicto acerca del tiempo que los numerarios/numerarias disponen para dedicar a sus familias es uno de los principales motivos de conflicto que permanece a lo largo de años y años:

  • Al respecto de la noche y el día de Navidad;
  • A propósito del día del Padre que se celebra entre nosotros... no el día de S. José, o sea, el 19 de marzo;
  • En los días de los cumpleaños de los padres;

Y claro, los conflictos causados por el rechazo a participar en las fiestas de familia: sobre todo, en las bodas, fiestas “peligrosísimas” donde la vocación al celibato puede ser fuertemente debilitada sólo por mirar a unos novios encantados el uno con el otro. Pero también los simples bautizos de los sobrinos o la conmemoración de un evento académico, o... ¡cualquier otra circunstancia “normal” de una familia “normal” de personas “normales” que viven en un “mundo normal”!

 

Por encima de todo, lo que –hasta hoy- todavía no he conseguido aceptar, no han sido tanto las decisiones de mi hermana de no estar presente, o de ser la última en llegar y la primera en irse... Lo que más me duele, es la actitud de distanciamiento, de frialdad, con que eso se hace. No conozco ninguna otra entidad que no sea el Opus Dei, que haga como que sus miembros se comporten para con sus propias familias en una paradoja afectiva: nos hacen siempre un enorme favor en participar en nuestros eventos familiares, por lo que les debemos estar muy agradecidos, porque por su actitud, muestran que no nos echan de menos; somos nosotros, pobres de espíritu, los que les echamos de menos. Este patrón se repite con una semejanza que asusta, de familia en familia.

 

Naturalmente que, después de tantos años, ya no es a mi hermana a la que culpabilizo, sino a la Obra: ¿qué esfuerzo no habrá tenido que hacer mi hermana para adquirir ese “caparazón” de indiferencia que no le permite mostrar sus sentimientos? ¿Qué técnicas de “vaciamiento de mente y de corazón” habrá utilizado la Obra para que alguien que nació y vivió en el seno de una familia maravillosa, se comporte como una “persona extraña” que viene de visita?

 

7. Cuando supo que yo no iba a renovar mi pertenencia a la Obra en un 19 de marzo ya lejano... mi hermana, por primera vez en muchos años, mostró sus sentimientos de gran tristeza y decepción. ¡Ella lloró por ese motivo y yo lloré por ella! Y sufrí por saber que no era posible que entendiese que mi decisión fue tomada con toda la libertad y serenidad, siguiendo mi conciencia ¡y apoyándome en la fuerza de la fe en Dios!

 

Y, al sentir un enorme alivio por dejar el Opus Dei, tuve que soportar de nuevo esta “espina”: ¡la incomprensión de mi hermana! Al mismo tiempo que estaba segura de haber tomado la decisión correcta, me revolvía una vez más contra la institución que –no se limitaba a “robarme” una hermana antes de haber terminado su infancia- además le había hecho tal “lavado de cerebro” que, genuinamente, ella consideraba que salir de la Obra era un acto gravísimo... ¡¡aún más grave que perder la fe!! Y así, la misma institución, me “robó” nuevamente el afecto de mi hermana.

 

Con tiempo, con paciencia, con oración confiada a Dios que puede curar todos los corazones heridos... nuestras relaciones fraternas están mejorando. Tengo la esperanza de que llegará el día en que el Opus Dei dejará de ser un obstáculo entre nosotras y volveremos a ser sólo nosotras mismas, juntas, delante de Dios, nuestro Padre!.

 

Marypt

<-- Anterior    Siguiente-->



Nota:
El texto original en portugués



Publicado el Sunday, 06 March 2005



 
     Enlaces Relacionados
· Más Acerca de 070. Costumbres y Praxis


Noticia más leída sobre 070. Costumbres y Praxis:
Catecismo del Opus Dei.- Agustina L. de los Mozos


     Opciones

 Versión imprimible  Versión imprimible

 Respuestas y referencias a este artículo






Web site powered by PHP-Nuke

All logos and trademarks in this site are property of their respective owner. The comments are property of their posters, all the rest by me

Web site engine code is Copyright © 2003 by PHP-Nuke. All Rights Reserved. PHP-Nuke is Free Software released under the GNU/GPL license.
Página Generada en: 0.143 Segundos