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 Tus escritos: Retablo de Curiosidades.- Satur

100. Aspectos sociológicos
Satur :

Se cuenta la anécdota de aquél que se quedó encerrado una noche entera en una fábrica de perfumes, precisamente en los laboratorios donde se cultivan y preparan las fórmulas y los concentrados en su esencia. Toda la noche atrapado, el pobrín, entre aromas extasiantes y olores de diseño. Y dicen los que le vieron que, al salir la mañana siguiente, iba gritando como un loco al mundo todo “¡¡¡DADME A OLER MIERDAAAA, DADME A OLER MIERDAAAAAA…!!!.

 

Un poco asín puede suceder a más de una/o cuando deja la opus. Se han formado durante tantos años en  el mundo  cerrado de las  esencias de frases hechas, de valores maravillosos, de fraternidades de diseño, fórmulas magistrales que hacen de esta vida algo fantásticamente precioso. Y, además, han creído firmemente en ellas, se entregaron en cuerpo  y alma;  no sólo las vivieron, las comunicaron. Cara se paga una formación que olvida la debilidad de la condición humana ignorando lo peor de nosotros mismos. Tarde o temprano esa condición nos muestra a ese otro que anida en nosotros y, fíjate tú, resulta que no soy tan majete como me prometieron, o me prometí. Resulta que soy, también, un cuelpo pelsona y eso...



 

Y uno se pone a gritar “¡¡¡DADME A OLER MIEEEEEERRRRDAAAAA!!!”. Y se enfrenta al mundo todo. Normal. Todo volverá a su sitio. Los pecados de desmesura son los que Jesús perdonaba sin problemas, sin meter paquetes. Son  como un río que se desborda y arrasa con todo, pero con el tiempo las aguas vuelven a su cauce: hay más debilidad que maldad.

 

Otra cosa es el río que sí está en su cauce, que nunca se desborda, que está sereno y tranquilo y, sin embargo, ¡ay!, está envenenado. Tiene la mejor de las apariencias, resulta maravilloso en su paisaje, pero todo el que beba de él morirá. Son los pecados del fariseo: la apariencia de virtud, el orgullo del que se siente poseído de una verdad sin amor, el juego de palabras muy bonitas faltas de contenido y de obras, la soberbia disfrazada de ser elegido, aristócrata del amor en el mundo, la vanidad de asimilarse siempre a los poderes del mundo y a una vida mollar cinco estrellas..

 

Y no es que Jesús no perdone con facilidad esos modos, es que el que los posee no se entera. Le cuesta mucho advertir que está hecho una gusanera de suficiencia y de engreimiento. Le resulta más fácil pensar y juzgar lo que  ve en otros: el desmadre de la carne, una vida desenfrenada, desordenada, errática. Y las juzga con dureza. Incapaces de entender el corazón , les encanta juzgar las acciones sólo por las apariencias.

 

De hecho el exceso no siempre significa impureza: puede proceder de un impulso extremado superior al común de los mortales, o de una sed de infinito desorientada, pero no impura –así les sucede a tantas biografías apasionadas por una vocación interior-, o de la desesperación…

 

Y también sucede que la impureza no acarrea necesariamente excesos: hay hombres que tienen por Dios a su vientre y que son relativamente sobrios; otros son lujuriosos hasta los tuétanos y, sin embargo, se conforman con una sola mujer; hay ambiciosos que son moderados en su audacia, y tantos otros pecadores de la pradera “prudentes” que por acojone a las complicaciones de la vida, a los sufrimientos, o por automatismo social, mantienen su bajeza dentro de los límites permitidos por la ley.

 

Algunos de ellos se parapetan, por ejemplo, en los tan traídos y llevados “métodos naturales” para “follar”, así, con todas las letras, “follar”, sin respetar dignidades, sensibilidades y  ternuras . Eso sí: están dentro de los límites prescritos por la ley… se confesarán de no haber guardado la vista con una secretaria, y pasarán por alto que aquella noche su mujer le pidió un poco de por favor.

 

Este pecado, que es el del fariseo, es siempre más difícil de curar que cualquier tipo de pecado de exceso, porque el que se pasa ve los diques que derriba, mientras que el fariseo se cree “virtuoso” por respetar esos diques: el agua más corrompida le parece limpia con tal de que corra por el cauce de los convencionalismos sociales.

 

Un fariseo es un señor que debería de saber que cada vez que su dedo índice acusa  a otro, su  dedo meñique, su dedo anular y su dedo corazón le están acusando a él.

 

En la opus puede haber un fariseismo muy cercano, es el que se describe también en los Evangelios. Eran gente que rezaba, que dirigía almas, que tenían unas formas exteriores de santidad, de orden, de ley…usaban el nombre de Dios, sus palabras y sus consejos con unos maquillajes de piedad maravillosos, con gestos graves y maneras muy litúrgicas. Y se lo cargaron. Lo mismo que se hubiesen cargado a María Magdalena a pedradas,  o se fueron a por el ciego que recobró la vista a joderle la alegría del mejor día de su vida (“tú , que has nacido empecatado, ¿nos vas a dar lecciones a nosotros?”), se cachondearon  de las parábolas de la misericordia, o se ciscaron de las amistades de  Jesús. Eran la leche.

 

A la opus  como institución –otra cosa son las personas- le encanta dar el pego. Los mineros de Mieres que fueron recibidos  por Escrivá en Pamplona , tenían de mineros lo que yo de Batushi… pero si hay que ponerse, pues se pone: todo por la opus. ¿Que dicen que no hay noruegas numerarias auxiliares?, pues se busca una chica que se llama Francisca Garssen , Paca Garssen para los amigos, y se le coloca en primera fila en el UNIV para que el Papa vea que hay nivel Maribel. ¿Que no hay gitanos?, venga a por un gitano.

 

-         Páááádrels, soy el Isra, y pos que le de quiero muso

-         Yo también, hijo… ¡¡¡Otra pregunta!!!

 

En un UNIV los de la universidad de Navarra tuvieron los santos güevos de presentarse con un coro que cantó una canción en ruso. No sé cuantos tíos cantaron allí, cerca de cien, pero se presentaron como medio rusos… cuando allí sólo había un ruso, uno, que fue el que se acercó a saludar al santo Padre. Vete tú a saber dónde estará ese tío ahora… pero se quedó fetén. Y el Papa convencido del pedazo de labor que se hacía en la antigua Unión Soviética.

 

Ese mismo año salieron unas veinte japonudas vestidas con sus kimonos exuberantes, sus superlazos en el culo, sus  vistosos abanicos, sus peinetas de aguja zen, y se marcaron una danza en plan “Mitokatokiski” que daba vergüenza ajena. Lo ve Hiroito y se hace el harakiri. Y es que japonudas, lo que se dice japonudas, tres, el resto del Colegio Mayor  Andanda. Y el santo Padre, normal, emocionado con la labor en el Lejano Oriente. San Francisco de Javier, un pelanas.

 

Las tertulias con el Perlado cada vez se parecen más  a ejercicios de marketing donde el número sí importa, los lugares de los invitados también importan, los “políticos” de nuestra cuerda, los influyentes, la prensa. Se afirma una y otra vez “somos pobres”, “somos amigos de Dios”, “cada vez nos quiere más gente”, “somos muy felices”… y a unos le dan ganas de gritar a la salida “¡DADME A OLER MIERDAAAA!”.

 

Nadie ha visto su cara directamente. Necesitamos un espejo, una fotografía, un vídeo, para saber qué careto tenemos. Algo que nos devuelva nuestra imagen. Hay gente que  si se mirara en el espejo se mataría en defensa propia… pero es otra historia.

 

Y cuando estamos hablando con una persona,  es ella la que tiene más capacidad de observarme a mi que yo mismo, en lo psicológico también. La opus está ciega a esas cosas, pues una de las posibilidades que tiene de mejorar, de cambiar modos, de ser ella misma, es la mirada del otro – “otro” entendido como alguien que de verdad la conoce y puede aconsejar, charlar…-, ahora bien, si nunca escucho al otro, si tapo cualquier tipo de carencia, si no necesito ayuda de nadie porque soy inviolable, perpetua, santa e inmaculada en todos mis modos, reglas y criterios, si lo que me dicen no me importa, o en realidad me creo superior, o sólo me interesa oír a la gente que me dice cosas buenas,  entonces, habrá muchas cosas que nunca sabrá de ella misma. Nunca.

 

Por esa razón y otras, es tan difícil que las cosas cambien en la Cosa.

 

Satur

 

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Publicado el Sunday, 06 March 2005



 
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