Opuslibros - La gran crisis. Para Heli.- Idiota

idiota :

Querida Heli:

Aunque tengo que reconocer que a mí no me ha ocurrido nada parecido a lo que cuentas de tu novio, me siento impulsado a responder, aun a riesgo de dar la impresión de listillo, sabihondo y todo eso. Sólo espero que el par de ideas (muy teóricas y quizás alejadas de la realidad, como siempre) que comento, puedan ser de alguna utilidad.

La primera idea que se me ocurre es que es lógico que tu novio esté dividido, porque una cosa es ganarte a ti y otra cosa es abandonar la Obra: son dos cosas realmente distintas. Por tanto, es fundamental que le apoyes pase lo que pase y le demuestres con tu comprensión y con tu cariño que ha conquistado "algo bueno": que tú eres un bien que realmente vale la pena. El Fundador decía que "cada alma es un tesoro maravilloso; cada hombre es único, insustituible. Cada uno vale toda la sangre de Cristo" (Es Cristo que pasa 80). Y eso vale también para ti. Lo escribo porque me parece claro que en su crisis está diciendo y haciendo cosas que te están poniendo a prueba y existe el peligro real de que "revientes". Y me parece también claro que si tú "reventaras" y te alejaras de él, él perdería quizás a la única persona que, en las circunstancias actuales, puede ayudarle y dar un cierto sentido a su vida...

El abandonar la Obra tiene dos aspectos: el institucional y el teologal. Desde el punto de vista institucional, si ha recibido y aceptado la dispensa de los compromisos adquiridos, está claro que nunca más podrá volver a entrar en la Obra como numerario y él lo sabe. También está claro que, si él se "porta" muy, pero que muy bien, después de un largo tiempo podría volver a la Obra en calidad de supernumerario y él lo sabe. Pero él sabe también que volvería con una "mancha" (para los de la Obra) y que nunca llegaría a recuperar la posición que tuvo siendo numerario: no faltan los numerarios que consideran a los supernumerarios con cierto desdén porque -dicen- "no se enteran" del espíritu de la Obra. Y, en cierto modo, es verdad, puesto que, al no tener acceso a puestos vitales de formación y gobierno, no reciben toda la información que quizás deberían. A pesar de los pesares, esta idea quizás le pueda consolar ahora, independientemente de si más tarde vea conveniente pedir otra vez la admisión o no.

Pero lo más peliagudo, sin duda, es "lo teologal", es decir, lo referente a la relación con Dios. No es lo mismo abandonar la Obra por convencimiento propio (por muy difícil que haya sido llegar a él) que abandonar la Obra sin convencimiento, es decir, por haber sido expulsado o por un caso como éste. En este caso, hay dos fuerzas que tiran de él: él está enamorado de ti pero siente que su lugar es la Obra, siente que está traicionando a Dios y, por tanto, se siente culpable ante Dios y ante sí mismo. Habrá muchos que digan que, en el fondo, no tiene por qué sentirse culpable, pero está claro que si él se siente culpable, nadie va a poder convencerle de lo contrario. Por eso, quizás sea importante recordarle que DIOS PERDONA SIEMPRE. Y, por mí, si se puede y si eso le da paz, que se confiese (con un cura del que se sepa de antemano que le va a tomar en serio y que no va a aumentar sus escrúpulos), aunque, para mí como para tantos otros, eso no sea materia de confesión. Pero, más allá de eso, se tiene que perdonar a sí mismo: si Dios tiene misericordia de él, él no debería ser más duro consigo mismo que Dios (que no lo es en absoluto). Dios le ama y le ama precisamente a través de ti.

Pero, además, no es cierto que esté traicionando a Dios: la Obra se puede considerar un (posible) camino de "santidad", es decir, de seguimiento de Cristo. Él traicionaría a Dios, si abandonara la relación con Él; no lo traiciona si meramente escoge otro posible camino hacia la misma meta. Una vez alcanzado el perdón (si él lo ve necesario), no hay nada que le impida mirar cara a cara a Dios y seguir a Cristo viviendo la espiritualidad que aprendió en la Obra (u otra). Está claro que no podrá (ni deberá) vivir la espiritualidad a través de las mismas manifestaciones que vivió en la Obra: él tenderá de suyo a continuar con ellas (y tú tendrás que soportar no pocas manías a ese respecto al menos durante cierto tiempo), pero poco a poco descubrirá que es posible vivir los mismos valores a través de otras manifestaciones que él libremente decidirá.

Pongamos un ejemplo imaginario. Imaginemos que quiera seguir viviendo el "desprendimiento cristiano de los bienes de este mundo". Está claro que ya no tiene por qué entregar una cuenta de gastos, consultar los gastos extraordinarios, realizar compras acompañado, entregar el sueldo a otra persona o renunciar a disponer de tarjeta de crédito. Pero él sabe muy bien que puede vivir desprendido recordando la vieja anécdota del Fundador sobre el "pobre" que no estaba desprendido de su cuchara y la "rica" que sí estaba desprendida de sus riquezas (Amigos de Dios 123). (1)

Y, en el centro de la espiritualidad que él decida vivir, sin duda estará la vida interior, el trato personal e íntimo con Dios. En estos últimos días se vienen repitiendo los testimonios de personas que, por los más distintos motivos, han perdido fuerzas para rezar. En su caso, me imagino que, de momento, no se producirá nada de eso y que se aferrará con todas sus fuerzas a las prácticas que le enseñaron en la Obra, hasta que también en ese campo comprenda que esas manifestaciones de vida interior en la forma en que se viven en la Obra no son necesarias para la vida interior y poco a poco descubra que es posible tener vida interior a través de un conjunto de prácticas que él libremente decidirá (ver Gregory P., 23.02.05). Si tú eres una persona religiosa, me imagino que le ayudará mucho que de vez en cuando recéis juntos, de modo que se haga patente que tú no eres un obstáculo entre él y Dios sino todo lo contrario, un camino, una ayuda para seguir siendo "amigo de Dios".

Sin duda alguna, además de todo esto, hay que entender también que él le tenga un cierto miedo a la vida en libertad. Hasta ahora, él lo ha tenido todo organizado y planteado hasta el final de sus días. Le costará mucho abandonar los "tics" de numerario y, como escribía arriba, tendrás que tener mucha comprensión y paciencia con él y, en muchas ocasiones, no te quedará otro remedio que "guiarle" delicadamente hacia un comportamiento "normal" y "de sentido común": recuerda a la ex-numeraria de la que habla Nehuatl (23.02.05) y sus problemas con los restaurantes o las tiendas de ropa. (Por cierto que yo, sin ir más lejos, todavía sigo con la obsesión de buscar siempre lo más barato en las tiendas...) Pero, con tu comprensión, ayuda y estímulo y los de tantos otros que le quieren y aprecian, irá saliendo adelante.

Sobre lo que pueda ser la "Voluntad de Dios" para él, es difícil dar una respuesta. ¿Se puede argumentar que Dios "ha cambiado de opinión"? Si lo hiciéramos así, cada vez que diéramos un giro radical en nuestra vida, por muy justificado que estuviera, nos tendría que dar la crisis. De lo que podemos estar seguros es de que "ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación" (1 Tes. 4, 3) como solía citar el Fundador. El modo, probablemente, esté a nuestra discreción. En cualquier caso, en este portal hay un profundísimo análisis del problema de la "Voluntad de Dios" y del uso y abuso que de él se puede hacer y se hace en la Obra en uno de los escritos de Antonio Ruiz Retegui (El ser humano y su mundo, capítulo 8). Hasta qué punto ese análisis puede solventar problemas prácticos es difícil de decir; a mí me fue enormemente útil, pero a mí me "mola" lo teórico y no todo el mundo es como yo (gracias a Dios).

Finalmente, aprovecho para recomendar a los Orejas que pongan un libro en el apartado de "Recursos para seguir adelante". Se trata de:

Henri J. M. Nouwen, El regreso del hijo pródigo: meditaciones ante un cuadro de Rembrandt, Boadilla del Monte: Promoción Popular Cristiana (Grupo SM), 2002 (Sauce, 8) 11,41 €.

El libro delinea las historias paralelas de la familia del "hijo pródigo", del pintor Rembrandt y del autor. No se detiene únicamente a considerar la figura del hijo menor (el "pecador" clásico), sino que también analiza detalladamente la figura del hijo mayor (el "fariseo") y propone como modelo de vida cristiana la figura del padre, plenitud de amor y comprensión para con los dos hijos descarriados.

Como os podréis imaginar, el capítulo sobre el padre es el más importante y el más útil (aunque la denuncia del fariseísmo del hijo mayor hará, sin duda, las delicias de algún que otro crítico de determinadas actitudes que se dan en la Obra). Y quien se sienta "hijo pródigo", siempre puede acudir al primer capítulo.

Querida Heli: No me queda sino decirte: ¡Mucho ánimo! Los que (aún o ya) podemos rezar, rezaremos por vosotros. Y quizás alguno de los que vivan por tu zona se anime a pasar un rato con vosotros haciéndoos compañía...

Recibe un cariñoso saludo de

Idiota

(1) No hace falta que nadie me recuerde ahora los mármoles de Villa Tévere y otras cosas por el estilo: me doy por enterado.

Publicado el Friday, 25 February 2005