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 Correos: De la vocación, la teología et al.- Ramón

090. Espiritualidad y ascética
Ramón :

La vocación cristiana, y nuestra espiritualidad, son para el mundo, para el hombre. Como dice el santo, “la gloria de Dios es que el hombre viva” y como lo parafraseó Monseñor Romero, “la gloria de Dios es que el pobre viva”. Por tanto, no puede considerarse propiamente cristiana la espiritualidad que nos separa del mundo y nos encierra en nosotros mismos. Tampoco puede ser considerada como tal la que se proclame destinada al mundo, como sería la opusiana, si a continuación nos mete en una burbuja endogámica de “sociedad bien”, de falsa superioridad moral y prácticas religiosas asfixiantes. No basta con decir Señor, Señor, sino hacer la voluntad del Padre. Esto no quiere decir que no se pueda explorar y aprovechar la enorme riqueza que atesoran otras tradiciones como el zen, el sufismo, etc. No olvidemos que Dios inspira todo lo bueno.

Por otra parte, no podemos contemplar la vocación como una cosa terminada. Somos seres históricos y nos desarrollamos en una vida cambiante, hasta la muerte. Por tanto, para nosotros “hoy es siempre todavía”, siempre podemos estar con el Padre y trabajar por el Reino, donde El nos llame.

En este sentido, nuestro modelo debe ser Jesús. Los evangelios nos responden a la pregunta ¿quién es Jesús? ¿cómo era El?. Si leemos el libro de Carlos Bravo Gallardo (“Jesús, hombre en conflicto”, Ed. Sal Terrae), veremos que la práctica de Jesús se caracteriza por tres hechos: es procesual, situada y conflictiva:

1. Procesual: se trata de un proceso vital, a lo largo de su vida pública. Jesús comienza a manifestarse en el Jordán, entre la masa de pecadores, como uno más. Y a partir de ahí, comienza a predicar, a hacer milagros (signos de Dios, no confundamos con el aparejo hechiceril que muchos entienden por milagros), a esparcir a sus discípulos, a conocer el fracaso, a ser confirmado Mesías en el Tabor, a sufrir la crisis de su identidad, a decidir marchar a Jerusalén en la Pascua, a deslegitimar el templo, a sufrir prisión, juicio, tortura y asesinato… y finalmente, a resucitar.

2. Situada: Jesús es un judío de su tiempo, piensa, siente, actúa, vive en las categorías judías de su tiempo. Pero en ellas, lo nuclear es su íntima experiencia de Dios, padre bueno, amoroso, cuidador de todas las criaturas y en particular del sufrimiento de su pueblo oprimido por la pobreza y las malas artes de las autoridades judías y romanas, es decir, del poder político-social y religioso.

3. Conflictiva: a Jesús le mataron no por ser ateo, sino por creer en un Dios salvador y denunciar las injusticias. No olvidemos que en el evangelio de Marcos, tras su primer milagro “ya comenzaron a conspirar para matarlo”. Porque cada uno de sus milagros desmontaba preceptos sagrados, pero que ataban al pueblo: la impureza, el sábado, el ser mujer, el contacto con los enfermos… Jesús proclama que la ley está para el hombre, no al revés. Así se le dará verdadero cumplimiento. Jesús no rechaza a nadie de buena voluntad, come con todos, no le importa el sábado para hacer el bien. Y finalmente, se enfrenta con la institución central del judaísmo: el templo, su sistema cultual basado en el pago-por-todo, a precios exorbitados, en moneda de curso sólo en Jerusalén, a las prescripciones rituales que echaban el dogal al cuello al pueblo llano. Este es el golpe de gracia que hace que se consume su destino.

La práctica de Jesús nos lleva por tanto a rechazar las vocaciones estáticas, hieráticas, como rocas.

1. Él conoció la duda, el sufrimiento por su identidad, le costó aceptar el cáliz. Esto no quiere decir que el sufrimiento es bueno y que si no lo entiendes basta con orar. Lo que hemos de ver es que el mismo Jesús tuvo que discernir, toda su vida, a veces con un gran esfuerzo.

2. Sólo Dios es Dios. No se puede idolatrar las instituciones, empezando por las religiosas, las costumbres, ni siquiera aquello que tenemos firmemente instaurado en nosotros, ni siquiera la propia vocación o espritiualidad. A Jesús le mataron por hacer el bien, que a la institución le parecía hacer el mal, por criticón de la institución del Templo, por hereje.

3. El Padre nos espera siempre, si obramos en conciencia, y nos lo encontraremos en el camino.

4. La llamada nos saca de nosotros, de Nazaret, y nos debe llevar a donde están los hombres, a Jerusalén y Galilea.

5. El joven rico (que tan mal rollo daba a Escrivá) no era un mal tío, era legal y cumplidor. Pero no quería ir más allá. Y Jesús no le maldice, “le mira con pena…”. Aún así, no podemos quedarnos en ser unos tíos legales, hay que dar un paso más allá. Como dice Tertuliano (¿o es Diogneto?): los cristianos cumplen la ley, pero van más allá de ella con sus vidas… a todos los lugares se hacen, pero en todos viven como extranjeros… muchos les maldicen, pero ellos dan testimonio de Cristo con su vida”.

6. El Reino es una cosa muy seria, que no se puede reducir a prácticas religiosas, a fórmulas de cumplimiento. Dios no se deja atrapar o conjurar, le preocupa más la vida del hombre. Incluso aunque sea de otra religión.

Ramón




Publicado el Friday, 28 January 2005



 
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