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 Tus escritos: ¿Qué es el integrismo? (Cap.1 de 'El integrismo del Opus Dei').- Avila

090. Espiritualidad y ascética
Avila :

EL INTEGRISMO DEL OPUS DEI

Por: ÁVILA

 

Exigen una Iglesia dentro de la Iglesia,
convirtiendo en dogma sus puntos de vista particulares.
Newman

El Opus Dei nace al mundo como resultado de una visión, precedida de barruntos, experimentada por san Josemaría en 1928. Este hecho insólito en la historia de la Iglesia da a los seguidores la certeza de encontrarse ante un sacerdote genial, dotado de una vida mística extraordinaria. De ahí se deduce con facilidad que todos los escritos del santo hayan sido plasmados al pie de la letra según el dictado del mismo Dios...



Todo sería novedoso: la búsqueda de la santidad en medio del mundo, la teología, la atención específica al mundo seglar, etc. En la creación de esta nueva forma de vivir el cristianismo no habrían influido ni las leyes de la historia, ni la educación familiar, ni la formación académica, ni los avatares del tiempo. El Opus Dei fue revelado por Dios directamente a su fundador para toda la eternidad, sin mediaciones de ningún tipo. Sería algo ahistórico, caído del cielo, para beneficio de los seres privilegiados llamados por vocación a seguir el camino trazado por san Josemaría (puede ser de utilidad leer antes los análisis de EBE y Flavia).

Las páginas que siguen intentan mostrar la falacia de estas suposiciones. Escrivá es heredero de una forma de vivir el cristianismo conocido como Integrismo. Asume sus postulados principales, los lleva hasta el extremo para después maquillarlos, dando la sensación de ser creación moderna y original.

1.- ¿Qué es el Integrismo?

Para responder a esta pregunta debemos recurrir a los escasos estudios dedicados al tema. En términos generales se trata de una determinada manera de entender la vida en su totalidad, trasmitida a través de las religiones, de las ideologías o de los partidos políticos. No es, por tanto, una actitud vital restringida a las diferentes religiones, aunque hayan sido éstas los vehículos principales para su divulgación. En un sentido más limitado, el que nos interesa para nuestro propósito, entendemos por Integrismo católico una forma determinada de entender la religión católica en contraposición a los valores de la Modernidad. Si la Edad Media y el Antiguo Régimen se caracterizaban por los valores de la objetividad y la tradición, la cultura moderna se caracteriza por la llegada del sujeto y la creatividad de la razón. Como consecuencia de la Ilustración y la Revolución francesa surge en Europa una nueva manera de entender el poder político y la organización social. Entre otras muchas cosas, se proclama la soberanía del pueblo, formado por ciudadanos libres, y su autonomía respecto al poder de la Iglesia. Una parte de los católicos europeos aceptaron el envite e intentaron tender puentes con la cultura emergente, aceptando la democracia, la caída del Antiguo Régimen y la unión del trono y el altar, el declive de las monarquías y el respeto a los valores individuales. Se les conocía como "católicos liberales". Tuvieron bastante peso en muchos países europeos, salvo en España, donde su influencia fue escasa. Por otra parte, un segundo grupo de católicos, vieron en la sociedad emergente un peligro para la Iglesia, se enfrentaron abiertamente a ella en nombre de la fe, la "integridad" del dogma y las costumbres. En este segmento del catolicismo del siglo XIX nace el Integrismo católico moderno, continúa en el siglo XX y extiende sus redes hasta nuestros días en el Opus Dei y otras organizaciones católicas afines.

El reconocido teólogo Ives Congar, en su libro "Falsas y verdaderas reformas en la Iglesia", Madrid 1953, nos da abundantes pistas: "Los integristas del siglo XIX querían sustentar y defender la doctrina de la Iglesia sin añadidos ni amputaciones; además, se organizaron en sociedades secretas y utilizaron la delación como arma de ataque contra quienes consideraban sus enemigos dentro y fuera de la Iglesia. En principio no es una posición doctrinal, sino "cierto modo de sentir y de afirmar el catolicismo; es primariamente una mentalidad o una actitud, que determinan cierto modo de sustentar las posiciones católicas" (p.446). Adoptan actitudes totales: un modo de ser y de educación, un temperamento que afecta a toda la vida intelectual, moral y política. Intelectualmente vivirán en el pasado y políticamente en la "derecha". Luego el modo de percibir la vida, la religión y el mundo moderno separan a los integristas de quienes no lo son. Los católicos conservadores desconfían del mundo moderno, temen que el enemigo se cuele en la Iglesia y que se pacte con el error; tienden a ver herejías por todas partes. Son amantes del orden, sobre todo si viene impuesto desde arriba por medio del dogma o de la tradición, en cualquier caso de la autoridad competente, y sienten animadversión hacia todo lo que tenga origen humano. Desconfían del siglo y aman la autoridad (p.453).

El mismo razonamiento encontramos en la monografía de Juan María Laboa, "El integrismo, un talante limitado y excluyente", Madrid 1985 (nuestra reflexión seguirá a menudo sus opiniones). Para él, se trata de "un talante y una actitud" mayoritaria entre los católicos españoles, que ha sido determinante en nuestra historia reciente: "Una disposición de espíritu que lleva a preferir todo lo que viene de lo alto por vía de autoridad, y a desconfiar del hombre, de los procesos subjetivos en la construcción de la verdad y en el acto de fe, y que minusvalora todo dato de experiencia" (p.15). Distingue tres etapas: la primera, más política, caracteriza los primeros tiempos; la segunda nace en 1919 como reacción a la Democracia Cristiana; y la tercera, específicamente doctrinal y religiosa, presente sobre todo después del Vaticano II.

Las opiniones contrarias al integrismo recogidas por Laboa, sobre todo extranjeras, también nos aportan luces para comprender el fenómeno. Según el cardenal Suhard, rechazan a priori la evolución, la ley de la historia, desprecian el mundo, reino del pecado y del error al que hay que combatir oponiendo bloque contra bloque. Para García San Miguel los integristas desconocen la suprema dignidad humana, "al pretender dirigir al hombre hacia el bien, desconocen un hecho elemental: que el hombre sólo puede alcanzar el bien cuando lo elige por sí mismo. Un bien forzado impuesto al hombre, es un bien mecanizado, degradado, no es un auténtico bien. Además habría que añadir que, en la práctica, los intentos de rígida dirección de la vida humana terminan frustrándose en la esterilidad, al renunciar a esa importantísima fuerza de reacción y progreso que es la libertad."

También Maritain lanza una dura acusación contra ellos: en nombre de la verdad y la seguridad abusan de la confianza, se apoderan de fórmulas verdaderas que vacían de contenido, "en esas fórmulas verdaderas no es la verdad lo que realmente importa. En las fórmulas que congela, el integrismo ve y quiere unos medios humanos de seguridad (…), como instrumentos de prohibición, de amenaza más o menos oculta y de intimidación (…), sistemas de protección requeridos por esa primacía de seguridad, el principal de los cuales consiste en un vigilante ardor por denunciar todo aquello que pudiese turbarla" (p.16-17). Tienden a ver heterodoxos y herejes por todas partes, incluso los fabrican sin venir a cuento, coartan la libertad de los demás, limitan su campo de pensamiento y acción en nombre de la prudencia y, lo más grave, en palabras de Newman, "exigen una Iglesia dentro de la Iglesia (…) convirtiendo en dogma sus puntos de vista particulares. Yo no me defiendo contra sus opiniones sino contra lo que debo llamar su espíritu cismático". D. Maximiliano Arboleya Martínez, (del que nos ocuparemos enseguida), uno de los pocos enemigos acérrimos del integrismo en la primera mitad del siglo XX español, publicó un folleto en contra de los ultramontanos. Le escribía Palacio Valdés al respecto: "He leído con placer y a la vez con indignación su folleto. Yo no puedo comprender que alienten en España todavía esos fósiles. Al parecer se requiere que el católico signifique no sólo monárquico y conservador sino absolutista. Estoy en que cada uno de esos enmohecidos clérigos hace más daño a nuestra religión que cien ateos y doscientas beatas." Como veremos, fueron innumerables los casos de personas injuriadas, delatadas y perseguidas por los integristas.

Entre la maraña de escritos integristas del siglo XIX español, destacan dos figuras: la primera, desde la reflexión política con amplias repercusiones en la religión, Donoso Cortés; y, el segundo, desde la religión, con graves consecuencias políticas, el sacerdote Félix Sardá y Salvany. Ambos publicaron obras de indudable éxito, traducidas a otras lenguas, cuya influencia se prolongó en el siglo XX. En concreto, Félix Sarda y Salvany publicó en 1884 un pequeño libro titulado "El liberalismo es pecado". Lo seguiremos de cerca, porque de él bebió el integrismo católico español del siglo XX y en él hunde sus raíces el opus dei.

(Continuará, si Dios quiere).

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Publicado el Friday, 21 January 2005



 
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