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 Tus escritos: Eso de la muerte (Cap.5 de 'Querida Opus').- Satur

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Satur :

Eso de la muerte 

Cap.5 de 'QUERIDA OPUS'

SATUR, 22.12.2004

 

Querida Opus:

Eso de la muerte

Los días anteriores a dejarte me asaltaba con frecuencia la idea de la muerte. Pensaba "¿y si muero al día siguiente de marchar?". Son curiosos los resortes sicológicos que se desencadenan cuando tomas decisiones de ese calibre, donde toda tu vida se replantea de una manera radical. Donde sabes que, además, no hay posibilidad alguna de marcha atrás. Apuestas no sabes exactamente a qué, ni a quién. Sencillamente apuestas. Y Dios dirá... si aún queda una idea de Dios...



¿Y si palmo?. Era el miedo. Tú misma lo fomentas desde la primera formación de un modo que tú sólo sabes hacer: antes pedir la muerte que abandonar la vocación. Incluso animabas a pedirla al Señor: Jesús, quítame la vida antes de dejar el opus dei. Lo expresaba mejor tu Santo Fundador "prefiero que me digan de un hijo mío que se ha muerto antes de que me digan que ha dejado la Obra". Acojonante. No faltaba quien la pedía para otros si los veían tambaleándose... que, también, hay que ser jodidamente retorcido. Creo que yo mismo lo hice en su día. Menos mal que Dios no te hace caso porque de ser así no ganabas para nichos, panteones y tumbas varias: tendrías que hacer una separata del In Pace en Romana como para empapelar los Museos Vaticanos. El miedo, que tú provocas -y eso tampoco está nada bien, chica- y que desencadena sentimientos de posibles futuras desgracias, de desesperación ante lo desconocido, de desdicha ante decisiones que nadie de los tuyos pueda comprender, de escándalo por el mal ejemplo que das a tus hermanos.

Miedo a lo imprevisto, a ser un pardillo el resto de tus días, a equivocarte, a la mala suerte, a lo incierto disfrazado de malaventura, de maldición y de tristeza.

Y -el que lo vivió lo sabe- en esos días de zozobra, desearías morir y no tomar ninguna decisión, "que me entierren en Villa Tévereeee, al pie de Nuestro Padreeeee, mis hermanos me amortajen, que es tierra de hombres cabaleeeeesss". A espicharla, y asunto zanjado.

Y, simultáneamente, uno decide que no, que venga... pero con la idea de que a lo peor, de regreso a casa, con todas las maletas en el coche y muchas explicaciones que dar, te metes un meko y, hala, al Valle de Josafat, y de allí a la Gran Laguna del Aflojamiento del Esfínter de Satán, con mierda hasta la barbilla y gritando toda la eternidad "¡¡¡NO HAGÁIS OLAAASSS, NO HAGÁIS OLAAAASSSS !!!".

Es tremendo lo que consigues con eso de la muerte.

Tremendo e injusto.

Recuerdo la famosa meditación que nos endilgabas en noviembre sobre como sería nuestra muerte en versión de San Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás y de Barbastro y Piura Todo. Era un texto siniestro, de factura más que trasnochada, histriónico e histérico, barroco, de tintes inquietantes, sombrío, y de una mala leche... decía mucho de Chema, la verdad. Ese tío no se andaba con chiquitas con tal de tener a la peña hecha un ¡ay de mí!

"Han venido a decirnos que es la hora (muchacho, palmas ya, pero ya, ya, así que, venga, menos rollito de tío que agoniza y tal y a confesar con Don Peich Brawonauer) -predicaba Escrivá- y llega un sacerdote de Casa para atendernos. ¡Qué consuelo abrir una vez más el alma a un hermano tuyo - yo a un hijo mío- con quien has sido siempre sincero! Hacemos una confesión clara, entrecortada y breve".

Lo de entrecortada no se acaba de entender. ¿Entrecortada?

- No uuuu... ¡ajjjjj!, no uuuuu... so el aaaagugugu aaa,¡¡¡ +ajjjjjj!!!, bendididita desde, ¡¡¡¡AAJJJJJJJ!!!
- ¿Desde cuando no usas el agua bendita, hermano mío?. Habla, sincérate. No temas.
- ¡¡¡AJJJJJJJ!!!... dos dídídías.
- ¡¡¡Bieeeenn!!!. Sigue...

"Con caridad sacerdotal nos van ayudando, para prepararnos mejor al abrazo de Dios: ¿y esto?, ¿y esto?, ¿y esto?"... (¿ y lo de aquí?, y lo de allá?, ¿y lo de más arriba?, ¿y lo de más abajo?.. A propósito, hermano mío, fuiste tú el que me usabas la pasta de dientes cuando me iba de curso de retiro?).

- Sí... ¡¡¡ajjjjj!!!
- Cabronceteee; porque estás como estás, que si no te meto un guantazo que te pongo directamente en el álbum antiguo de Crónica del 63. Mamón. Era un clit Clisident.

"-Sí, sí, también". -añade san Josemaría. Ése "sí, sí también" daría para mucho. Ése hombre debía de preguntar hasta la marca del primer paquete de tabaco que robó el agónico a los quince años.

"Luego nos imponen una pequeña penitencia: di conmigo: Ave María Purísima, sin pecado concebida" (y luego, tú solito, te rezas quince rosarios, veintitrés credos y ochenta Triums Puerorums, por lo de la pasta de dientes. Listillo.). "A continuación, nos imparten la indulgencia plenaria in articulo mortis".

In artículo mortis in corpore in sepulcro.

"El médico dice que nos vamos, y sale a buscar una inyección... Tus hermanos vienen desde el oratorio, donde están rezando, con velas. Han llegado desde el Centro donde se guardan los Santos Óleos, para que nos administren la Extremaunción. Y recibimos también el Viático. ¡Qué alegría!".

¿Cómo qué "¡¡¡qué alegría!!!". ¡Vaya panda de cabrones!. Mientras el tío todavía está vivo, y aprovechando que el médico sale a buscar una inyección- muy profesional eso de dejarse la inyección no se sabe donde (¿cianuro, quizá?), aparecen alrededor de la cama unos tíos con VELAS. Encomendando, eso sí, que vienen del oratorio, pero con unos cirios que decoran las cuatro esquinitas que le acompañen. Vamos, ni Drácula. Y, claro, el tío acojonadete con el asunto. Ya no te digo cuando, además de colocarle las velas ve como empiezan a sacudir una sábana entre dos para alisarla.. . ¡¡¡Qué alegríííáaaaa!!!.

"Ya has muerto" -aclara más adelante. O sea, lo que he dicho: el urco aún estaba vivo. Del médico y la inyección, no volvemos a saber nada. Sospechoso.

"Así te envolverán: sin miedo, con inmenso cariño, deseando intervenir todos, sin asco, aunque tu cuerpo esté comenzando a descomponerse. No faltarán manos piadosas, que llenas de caridad -¡cariño sobrenatural y humano!-, te presten este último servicio. Uno de tus hermanos -quizá aquél que pensabas que no te tenía mucha simpatía- se sorbe las lágrimas con grandísima pena (¿dónde habrá dejado este pedazo de cosa mi fantástica y maravillosa pasta de dientes Kit Clisident); otro reza; otro no se atreve a entrar, porque sabe que va a estallar su emoción. Y esto, ¡que pasará!, sucederá a la hora en que humanamente nada esperan de ti".

La repanocha. Lo del "asco" da para una sesión: ¿asco de qué o de quién, Escrivá. ¿Tú sabes lo qué es de lo qué el amor fuera de la opus, o crees que sólo allí se sabe amar?. Y luego la imagen de todos allí interviniendo a saco " oye, que me dejes quitarle los calzoncillos, porfa", " pues, que no, que ya le desabrochaste la camisa, es que lo quieres todo..."

- Directooorrr, el escapulario lo tiene como muy pegado y...
- Venga, leche, ¿no veis que se está descomponiendo?. Tú, recoge ese dedo del suelo y pónselo en el pecho, y el de la sábana arreando que se nos putrefacta, y estaos quietos ya, hombre.
- ¿ Y si es incorrupto?
- Tu encomienda porque como nos salga incorrupto la tenemos montada.

Quizás me pase, que sí, que me estoy pasando, pero me parece que a veces ése hombre era un poco payaso.

Sí, ya lo sé, yo también lo puedo ser... pero yo no soy santo, ni ganas. Él sí.

De mi sé -con toda seguridad- que todo lo he aprendido de otros: todo; desde saber hacer pipí -¿te acuerdas mamá?-, hasta leer, cruzar un semáforo, o decir "gracias, es usted muy amable". Lo que no sé hacer o no me lo enseñaron -adiestraron- o soy más tonto que mear en un porrón.

Hay, sin embargo, un asunto que lo hice yo sólo. Nadie me lo enseñó, ni me lo transmitió, ni me lo inculcó. Nada. Lo hice yo sólo.

Fue nacer. Nací solito. Me acuerdo como si fuera hoy que estaba allí en el seno de mi madre nadando en el líquido simiolítico, o como se llame eso, y de reprononto vi una luz y, patapámpimpán, salí. Creo que de culo, pero salí. YO SOLO. Nadie me aconsejó. ¡¡¡LE HICE YOOOOO!!!. ¡¡¡LE HICEEEEEEEEE!!!

Y me huelo que cuando me muera, que es otra manera de nacer, me sucederá lo mismo: que estaré solo. Solo. Sin mis hermanos, sin velas, sin tanto rollo y sin nadie que pueda decirme "mira, ahora te vas encontrar con esto, con lo otro y con lo de más allá, y no hagas esto, di que tal y sé bueno". Nada. Solo.

Y la Piedra me cogerá la mano, putrefacta y descompuesta, y me pondrá cuatro velas -espero que ya "palmao-", y antes me habrá dicho mil veces que me quiere. Yo le diré que sí, que yo también. Pero estaré solo.

Y estoy casi seguro, casi... de que todo saldrá muy bien.

Aunque a ti, querida opus, esto no te gusta leerlo. Pero sí: esos "nacimientos" también salen naturalmente bien.

Y, como es Navidad, te voy a dar un consejo: vas a acojonar a tu Padre.

Por cierto, murió gritando ¡¡¡Javiiiiii!!!.

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Publicado el Wednesday, 22 December 2004



 
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