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 Tus escritos: El tunel del tiempo (Toma y Daca Cap.8).- Flanpan

070. Costumbres y Praxis
Flanpan :

EL TÚNEL DEL TIEMPO

Cap.8 de 'Toma y daca'

 

Cuando eres niño, hay recuerdos que se te quedan grabados con una intensidad especial. Uno de esos recuerdos de mi infancia es el de un centro de señoras al que mi madre acudía a veces a hacer la Visita, y que no quedaba muy lejos de mi casa. Debería tener yo unos 6 flanpantes años. Los suelos eran de madera, y crujían al andar. La entrada era grande, y conducía enseguida a un oratorio muy oscuro. El silencio en la casa era mayúsculo. Me parecía que todos hablaban en voz baja, como en cuchicheos. Y yo, por supuesto, ni palabra... 



Está claro que esos recuerdos de hace más de 35 años deben tener un mediano parecido con lo que era la realidad de esas fugaces visitas al centro de mi madre. Pero lo que no dudo que debe permanecer invariable, es la decoración y ambiente de esa casa... si es que permanece.

 

Tiempo después, entré en muchos otros centros de la Cosa, y esa sensación de mi infancia se volvía a repetir en un determinado aspecto.

 

La Cosa se jactaba de ser la “vanguardia de la inteligencia”, “más del mundo que el propio mundo”, siendo “los demás” y no “como los demás”, y bla, bla, bla,... Según la Cosa, nosotros éramos “uno más”, totalmente integrado en nuestro tiempo.

 

Pero cada vez que yo atravesaba el umbral de la puerta de entrada, ¡¡¡flashhhhhh!!! Parecía que pasaba a través del túnel del tiempo. Del bullicio de la calle, de los escaparates, de la música en casa de tu amigo, de las migas del bocata en el salón de la casa de otro amigo, del sofá de color fosforito comprado en Pryca por un colega de trabajo, del poster del Betis en el cuarto de un hermano, de la repisa del baño atiborrada de botes y cremas, de eso y mil cosas más que son habituales en las Casas “normales” de gente “normal”, pasabas a un mundo anclado en los años cuasenta o serenta o nosesabequé.

 

La “casa”, el “hogar luminoso y alegre”, era un piso decorado generalmente con sabor antiguo, donde se repetían unos cuadros “familiares” de unos señores que no eran ni tios ni abuelos de ninguno de los allí presentes. Al entrar, una doncella vestida en plan “casa de los marqueses” te habría la puerta. En el hall nunca podías ver nada fuera de sitio. No se escuchaba ni una radio, ni un tocata, ni por supuesto la tele. A pesar de ser la “casa” de todos los que allí residían, nadie iba en zapatillas por la casa. Las habitaciones estaban todas decoradas con igual impersonalidad. No veías una fotos de seres queridos, ni un póster de Indurain o de Magic Jordan. Todos eran muy amigables, pero un poco abducidos. No te invitaban nunca a merendar y menos aún a comer o cenar. Veías entrar a un cura con chaqueta y pantalón y al momento lo veías circular con sotana. A parte de las doncellas que habrían la puerta, no se veía ni escuchaba a mujer alguna. Si te gustaba algún elemento decorativo y preguntabas al que había vivido en ese centro desde que se abrió que dónde lo habían comprado, te contestaba que no tenía ni idea: que un día vino un camión y en una tarde montaron toda la casa, ceniceros incluidos. Y si te asomabas al comedor a mediodía veías como las doncellas elegantísimas servían la mesa a una docena de muchachos que un su vida “anterior” no habían visto a más doncellas que a las que salen en las películas de Sissí.

 

Han pasado más de 10 años desde que dejé la Cosa, y a los recuerdos de mi infancia se unen ahora recuerdos de mi juventud numeraril. Y uno de esas sensaciones que me vienen a la cabeza es esta del “túnel del tiempo”. No sé si a otros les pasará lo mismo, pero llegar del “mundo mundial” de los años 90 y entrar en una “casa de la Cosa” era como pasar de un mundo a otro.

 

La Cosa teme al “mundo” y se defiende aferrándose a lo “seguro”. En decoración, teología, liturgia, literatura, etc, se acude a “los clásicos”, a lo que “nuestro padre vio en 1930”, a la “doctrina de siempre”. Y como resultado de todo ello, entrar en una casa de la Cosa es retroceder en el tiempo. Ya nadie tiene doncellas en su casa, y si las tiene no van con esos uniformes. Ya nadie tiene “salitas de recibir”. Se puede tener una casa muy ordenada sin recurrir a un plano que indique en qué posición va un jarrón. Los años 30 (del siglo XX) cada vez quedan más lejos, y cada vez es mayor la brecha que se abre en los umbrales de las casas de la Cosa. Cada vez el salto en el tiempo es mayor, y llegará un tiempo en que l@s numerari@s tendrán que optar por la doble personalidad para aguantar la doble vida que llevarán a uno y otro lado de la Puerta.

 

Flanpan




Publicado el Monday, 15 November 2004



 
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