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Jose_Carlos :

¡Hola chic@s! 

 

¿Cómo estáis?  Después de conversar a fondo con varios amigos durante mi viaje a España, seguir su sabio consejo y tomarme un tiempo de reposo que me ha venido muy bien, habiendo superado el Campeonato Mundial de Béisbol que se ha llevado nuestro equipo de Boston (la “World Series”, cómo les gusta la hipérbole a estos yankees), el examen de mi especialidad y las controvertidas elecciones norteamericanas, vuelvo para comentar un asunto que me ha llamado la atención.

 

He leído varias veces el detallado testimonio (29-X) de ese otro ex-numerario americano de cuyo nombre no queremos acordarnos, aunque es fácil de descifrar (aparte de que llevaba meses con un testimonio más abreviado en la página de ODAN).  No tuve el gusto, en mis veinte años en este país, de conocerle personalmente.  Lo que cuenta es muy serio y clama por una respuesta institucional adecuada, que claramente todavía no ha recibido.  Personalmente, a mí me gustaría saber quiénes eran esos directores que no quisieron charlar con él una vez regresado a este país, porque probablemente les conozco y quisiera que me dieran una explicación.

 

Desde mi perspectiva, diré que a mediados de los ochenta presencié la “modernización” de los métodos contables que se llevaban en los centros norteamericanos.  Tomó las riendas de administrador regional una persona con gran preparación profesional, y se introdujeron métodos informáticos de llevar las cuentas y la publicación externa de todos esos datos por las sociedades civiles asociadas a la Obra.  Cuando fui director de centro en los noventa, no recuerdo ver ninguna irregularidad en los presupuestos o los balances de fin de año.

 

Pero lo que me llama la atención es el comentario “editorial” (29-X) que acompañó a su aportación.  La encomiable labor traductora de nuestros tres amigos va coloreada por algo que me atañe personalmente, con fundamento o sin ello:

 

“Este testimonio es una muestra más de que el opus Dei es igualmente insincero en distintos lugares, y si algo cambia de un lugar a otro se debe a la necesidad de amoldarse a las leyes y controles del país en cuestión.”

 

Una vez más asistimos a la universalización absoluta a partir de un solo testimonio de un ex-numerario norteamericano (quizá buscado, incitado y publicado precisamente para “ponerme en mi sitio”), y a la extracción de una conclusión basada en la conjetura que parece puramente especulativa.

 

Caben tres opciones: o miento yo y dice la verdad él, o miente él y digo la verdad yo, o decimos la verdad los dos.  Me explico.

 

Lo que le pasó a él puede ser verdad, y lo que me pasó a mí también puede ser verdad: sea por circunstancias de lugar y tiempo, personalidades, suerte, o lo que fuera, el espíritu del Opus Dei puede haberse vivido de distinta forma en su experiencia y en la mía.  Insisto que puedo nombrar a más de cuarenta ex-numerarios norteamericanos salidos entre 1983 y 1999, que por las razones que sea no participan de muchas de las opiniones que circulan por aquí.  Yo siempre he admitido que pueden ocurrir hechos como los que contáis tantos, y simplemente pido que se reconozca que lo que yo he vivido también puede haber ocurrido.  Lo cual me proporciona la esperanza de que una forma mejor de vivir ese espíritu es posible.

 

Yo estoy muy tranquilo: conozco lo que he vivido, sinceramente confieso que no miento en lo que os cuento, y sé que los que me conocen bien me creen.

 

Sobre si la forma de vivir y aplicar el espíritu de la Obra en USA varía por razones culturales intrínsecas o por presiones legales extrínsecas, os daré dos ejemplos mundanos que ilustran que las leyes del país no tienen por qué ser la razón principal.  Uno: no se estilan las broncas, ese modo tajante de hacer que el personal se comporte como quiere el que manda; gracias a Dios, las dejé atrás en mi España querida.  Dos: esta misma semana hemos tenido a cenar a un cura numerario que hoy cumple 80 años (ex-consiliario de esta región) y al director de su centro, y el calor humano de nuestra reunión me hizo pensar que con mi salida no hubo ninguna presión para que “desapareciera” y no fuera “motivo de escándalo”, como parece ocurrir en otras partes.  Es que aquí el respeto a la libertad de las personas está muy enraizado, no es cuestión de leyes o presiones civiles.

 

Pero caigo en la cuenta de que para algunos es fundamental no admitir el más mínimo resquicio de que pueda haber algo bueno en la Obra.  Parece que en la web se van perfilando dos campos más o menos definidos: el relativo de los “reformadores”, que se dan cuenta de que hay cosas que han de mejorar en la Obra (podremos discrepar en cuáles y de cuánta trascendencia, pero admitimos que puede existir una institución que encarne el ideal que nos atrajo en su día); y el absoluto de los “abolicionistas”, que la ven como algo viciado de raíz y que preferirían que no existiera.

 

Pienso que puedo encontrar campo común con el elemento constructivo, pero no con el destructivo.  Para mí, vale la pena conversar civilizadamente sobre el modelo de institución que motivó nuestra entrega, debatir qué cambios deberían ser prioritarios, y buscar formas prácticas y asequibles de que se lleven a cabo dentro de un marco eclesial que lo haga factible.

 

Ahí está mi propuesta para el diálogo.  Y que conste que lo mismo que invitamos al cura numerario de 80 años y a mi amigo el director, tendríamos mucho gusto en acoger a los orejas o a los muchos amigos que voy haciendo en esta web, uno de los grandes logros de esta página de reencuentro.

 

Termino con un par de comentarios periféricos: muy emotivo el homenaje de Satur a Jaume, que ahora descansa en el océano del Padre; me trae a la memoria esa cita que nos recordó un día Carmen Charo: “Ama, y haz lo que quieras.”  Y por la luz que pueda arrojar sobre uno de los temas de estos días, nada más comentar que mi tío jesuita me felicitó en su día por la beatificación del fundador de la Obra, y que ha visitado los centros de Chicago y de Boston sin que se le pusiera ninguna traba.

 

Un cordial saludo a todos,

José Carlos




Publicado el Monday, 15 November 2004



 
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