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 Tus escritos: El principio del fin (Cap.7 de 'Mi historia...).- Mercy

077. Numerarias auxiliares
Mercy :

MI HISTORIA COMPLETA (7)

Séptima entrega
MERCY, 14 de noviembre de 2004

 

El Principio del Fin

 

La convivencia encerrada entre cuatro personas, por mucho amor de Dios que exista, es sumamente difícil. Las primeras semanas tienes mil temas de conversación tanto para las comidas como para las tertulias y todo es alegre y el tiempo se pasa rápido, pero a los dos meses los temas se van reduciendo cada vez más, más y más y comienzan las comidas en silencio, las tertulias en las que lo mejor y más sano es poner un poco de música y hacer alguna labor de costura. Todo eso se refleja en los roces las discusiones y  los desacuerdos cada vez más fuertes y más personales...



Sucedió que el día que venía la subdirectora a recibir nuestras charlas fraternas. Las cuatro tuvimos una discusión bastante fuerte, todas quedamos afectadas por el incidente y yo no supe desahogarme de otra manera y me fui a llorar como Magdalena al Oratorio. Estaba realmente dolida y arrepentida, eran mis hermanas y no era posible que nos lastimáramos así y fracturáramos de esa manera la caridad.

 

Cuando llegó la numeraria recibió primero a la cocinera y, como era lógico, ella la puso al tanto de lo que había sucedido así que cuando me recibió  y yo comencé por decirle lo que más me afligía en ese momento, yo esperaba todo de ella menos lo que me respondió: Eso no es importante y mucho menos para que desperdicie su tiempo, su oración y sus lágrimas, hay otras cosas que sí lo son (hizo una breve pausa en la que yo no pude emitir palabra y continuó) mi hermano numerario está pensando abandonar su vocación eso si es importante y le pido que me ayude a rezar por él. ¿Eso si es importante? ¿y el que nos peleáramos entre nosotras no? ¿y por qué me tenía que enterar de la situación de su hermano?, ¿dónde quedaban los miles de kilómetros de separación?.

 

Ahora si ya no entendí, esa clase del centro de estudios me la debí de haber pasado dormida.

 

 Mi mala suerte nunca me abandona y a causa de una tifoidea me quitaron de esa administración y casualmente fui designada a otra en donde la administradora era ella misma. Con lo que ahora mi relación con ella era lo más estrecha que se podía.  Ella era mi subdirectora, la persona que recibía mi charla y mi jefa en el trabajo, ¿Qué tal? Tengo o no tengo buena suerte.

 

Como ya se habrán imaginado los problemas no tardaron en aparecer. Aquellos que pertenecieron a consejos locales sabrán que eso no debía ser por obvias razones, no sé cómo esperaban que dijera en la charla que tenía problemas con mi administradora ¡si eran la misma!. Y tal vez no hubiera sido tan difícil si ella no hubiera sido la bola de nervios y escrúpulos que era: si se le hacía una sugerencia de trabajo, lo tomaba como agresión o como un insulto a su gran experiencia y pobre de aquella que hacía algo sin consultarle aunque fuera mover una maceta. No sabía tener un momento de relajación. Si alguien empezaba a platicar inmediatamente sugería rezar una parte del Rosario o una novena al fundador, o Acordaos a la Virgen por cada una de las del centro( y si nos dejábamos era capaz de hacerlo por cada una de las de la región) rezaba lo que fuera con tal de no permitir que nuestras cabezas se distrajeran del trabajo.

 

Lo peor era cuando llegaba la hora de la charla fraterna, imposible hablarle de pureza, ¿Cómo le vas a plantear un problema de pureza a alguien que se cubre la cara con ambas manos al pasar por un anuncio de las spice girls? (su manera indecente de vestir era demasiado para una casta mirada). Estoy segura que si yo le decía que había tenido una tentación o un pensamiento pecaminoso me mandaba a la hoguera.

 

Para mi no hay mejor remedio que darle a las cosas su justo valor y lugar, las cosas que nos alejan de Dios son como un chicle que pisas en la calle, se te pega y no hay manera de quitártelo rápido, pero no por eso vas a ir mirando al piso buscándolos para no pisarlos. Es tonto dejar de mirar al cielo para buscar en el suelo. y las cosas de pureza son así, cuanto más piensas en no caer más caes. Pero en fin cada cabeza es un mundo y yo decidí cortar por lo sano y tratar de tocar este punto lo menos posible.

 

Ella fue también la que me dijo aquello de mi papá que les conté en mi primer escrito. Y ella sería la que se encargaría de escuchar mis conversaciones telefónicas.

 

Acepto que yo soy una mujer como cualquiera, con defectos, con miserias y que cometí muchos errores, mismos por los que hasta la fecha le sigo pidiendo perdón a Dios. Pero con todo y eso yo quería luchar, mis motivos cada vez se iban muriendo uno por uno, pero aun así yo no estaba dispuesta a marcharme sin agotar antes todos los medios.

 

Me pesaban las almas de los seres que más he amado en mi vida, mis padres, ellos necesitaban que su hija rezara y se sacrificara por ellos, yo deseaba ayudarles a llegar al cielo con mi entrega, mi oración y mi vida entera.

 

Y por eso me decidí por primera vez en casi nueve años a pedir hablar con alguien de la Asesoría, antes no había tenido necesidad de hacerlo o al menos eso pensaba (hay otras que tienen problemas más importantes que los míos) y lo hice en mi penúltimo curso anual, cuando la idea de marcharme ya había subido a la tercera opción. Fui totalmente sincera y le dije que en mi charla fraterna no estaba pudiendo ser sincera. Le di los motivos, le hable de los problemas que yo veía en el centro y en la administración y que si eso no cambiaba yo no iba a aguantar mucho tiempo más.

 

Desgraciadamente como nunca me había quejado de nada la directora con la que hablé pensó que estaba exagerando y que no era necesario hacer tanto (le pedí que me cambiara de centro o por lo menos ya no tener nada que ver con la numeraria en cuestión) pero me aseguró que hablaría con mi consejo  local para pensar en una solución.

 

Y sucedió que me cambiaron de persona para hacer la charla, una numeraria mayor y me quitaron de la administración para que me quedara en la casa, ya no iba a salir.

Borrón y cuenta nueva, pensé, pero era imposible. Dentro de mi ya había mucha desilusión y decepción. Pero me propuse hacer un último esfuerzo.

 

 Mi último esfuerzo no funcionó. Para mi ya todo estaba muerto. Entre auxiliares me criticaban, sabían que yo no estaba bien pero en lugar de ayudarme les servía de tema de conversación, la caridad fría y falsa me daba asco y coraje, el servilismo con el que vivían algunas auxiliares, estaban solo para atender cualquier necesidad de las numerarias, estaba harta de escoger entre la ropa usada de numerarias y supernumerarias lo que yo necesitaba y si por lo que fuera no lo encontraba entonces me lo podía comprar siempre y cuando fuera extremadamente necesario. Pero sobre todo estaba cansada de tanta soledad acompañada.

 

Por esos días a una auxiliar la tuvieron que operar y cuando llegó del hospital en la tertulia de la noche se hizo la lista para su cuidado, normas, tertulia, aseo, etc. Pero eso era un decir porque en la realidad siempre era yo la que terminaba haciendo casi todo con ella, le ayudaba a bañarse, le hacía su curación, la lectura, el rosario, cubría algunas guardias nocturnas y le ayudaba a llegar al baño cuando lo necesitaba y no lo enumero todo por 'presumir'. Simplemente es la verdad.

 

Y todo lo hacía por el motivo mas sobrenatural, por que me daba mi real gana de hacerlo, por puro cariño, y digo cariño no caridad. Pero un buen día llegó mi adorada subdirectora a decirme que ya no era conveniente que siguiera haciéndole tanto caso a la enfermita para que no se prestara a una amistad particular. Ya se podrán imaginar el entripado que hice pero le dije que muy bien y obedecí,  solo por un día porque en cuanto me volví a presentar en enfermería ella me reclamó mi abandono y me pidió que no lo volviera a hacer ya que el día anterior le había dado un cólico horrible porque nadie le había ayudado a llegar al baño y que tampoco le habían puesto su vendaje. Decidí que me dijeran lo que me dijeran yo seguiría atendiéndola siempre que me necesitara.

 

Se pueden imaginar a qué grado estaba el cariño fraterno en mi centro que durante una tertulia de la noche sonó el timbre de enfermería y al levantarme rápidamente una auxiliar mayor me dijo: corre que ya te está chillando tu bebé. Lo tomé como un comentario tonto y salí sin responder nada, pero esta persona no terminaba ahí su burla ya que cuando regresé de atender a la enferma y pasé cerca de ella me preguntó: y qué ¿ya le cambiaste el pañal? con una sonrisa burlona que hasta la fecha me sigue causando mucho coraje.

No dije ni hice nada. Ya había decidido marcharme y dedicar el poco o mucho tiempo que me quedaba a hacerles la vida agradable a las que se lo merecían y lo demás simplemente ignorarlo, ya no tenía caso querer rescatar lo que no valía la pena y personas como ella que se burlaban de esa manera de algo tan serio y noble a mi ya no me importaban ni para bien ni para mal.

 

Estoy a punto de dar por terminado este relato y en este último tramo no puedo evitar que mis ojos se nublen y en mi alma ese sentimiento de dolor de hace cuatro años se vuelva a sentir. Lo que sigue es lo más triste para mi, porque pude soportar injusticias, burlas, algunas humillaciones, pero no el comprobar que en ese lugar nadie me quiso de verdad y a nadie le importó lo que sucediera con mi vida desde el momento en que hice mis maletas...

 

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Publicado el Sunday, 14 November 2004



 
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