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 Correos: Una anécdota sin importancia.- J.O.

070. Costumbres y Praxis
J.O. :

UNA ANÉCDOTA SIN IMPORTANCIA.

Me acabo de cruzar por la calle con J., un cura numerata que se ordenó ya mayorcito después de haber ocupado una vocalía en más de una delegación durante bastante años. En la vida civil era médico, o eso decía, nunca se le conoció actividad profesional alguna, más allá de actuaciones esporádicas como la que relato más adelante. Le conocí estando yo en el centro de estudios y el contacto continuó siendo yo director y él vocal de San Miguel de la delegación, lo que propició durante años un trato muy directo entra ambos. Enormemente distinguido en sus modales, incluso rozando el amaneramiento, siempre impecablemente vestido con ropa de la mejor marca, amable y muy cariñoso. Conocía los nombres de todos y sorprendía su capacidad para retener en la memoria las circunstancias de cada uno, de modo que sabía qué había que preguntar a cada uno en un momento dado para que se sintiera importante o querido.

Recuerdo una ocasión en que otro nume de mi centro estaba enfermo con una gripe que le tenía en cama con fiebres muy altas. A J., de visita en el centro, le faltó tiempo para subir a su habitación y darle unas friegas de alcohol en la espalda para que le bajase la fiebre. Los que presenciamos aquello, al menos yo, quedamos con una sensación agridulce pensando por un lado qué bonito gesto de cariño había tenido y por otro, qué miserables éramos de no habernos dado cuenta antes de lo que el nume en cuestión necesitaba. Había tenido que venir alguien de la dele para enseñarnos cómo vivir la fraternidad. Nunca olvidó una cara, ni un nombre, ni una circunstancia.

Así era y, supongo, sigue siendo J.

Años más tarde, desde mi salida, J., ya cura y yo, ya ex, coincidimos en la misma ciudad. Varias veces me lo he cruzado por la calle, de lejos y la verdad es que no me hubiera importado charlar con él. Yo soy, por mi trabajo, bastante conocido en la ciudad.

Hoy, como dije al principio me lo he cruzado de frente y, un poco como reto, he decidido forzar la situación, a ver qué ocurría. Me he dirigido directamente hacia él mirándole fijamente con una sonrisa en mis labios. En ese momento pasábamos delante del escaparate de una de las joyerías más caras de la ciudad, de modo que su alternativa era o me miraba a mí y respondía a mi gesto amable, o dirigía su vista al escaparate de la joyería, o salía corriendo en dirección contraria gritando "a mí la legión" ¿Qué creéis que ha ocurrido? Efectivamente, ha pasado a mi lado girando ostensiblemente la cabeza para observar los relojes de Cartier, los colgantes de Versace, y los complementos de Loewe, siempre mucho más interesantes, sin duda, para un cura que yo, que debo ser un apestado.

Y yo me pregunto varias cosas:

1. ¿Ha perdido J. súbitamente la memoria prodigiosa que tiempo atrás poseía? ¿Estará bajo intensa medicación que le hace tener lagunas de memoria? ¿Visitará esporádicamente la cuarta planta y la quinta y la sexta?

2. ¿Tanto he cambiado como para resultar irreconocible? Este pensamiento me ha resultado tan inquietante que, al llegar al trabajo, he buscado una foto de hace tiempo y le he pedido opinión a algunos compañeros que, al verme preocupado, han convenido unánimemente que sigo siendo, si no el mismo, claramente identificable, cosa que les agradezco.

3. ¿Habrá pensado al verme ir hacia él que siendo yo un ex, se podría esperar de mí cualquier comportamiento incívico como prenderle fuego a su sotana o forrarlo a collejas en plena calle? Pobre hombre, cómo habrá sufrido a la espera de la inminente agresión.

4. ¿Se habrá declarado una nueva línea de apostolado de la joyería en la que es fundamental fijarse en cómo evoluciona el mercado para elegir los regalos que deben mandarse a Roma?

No encuentro respuesta clara a ninguna de estas preguntas, estoy aturdido y muy preocupado, ya que, sabiendo que a J. , buen seguidor del santo de los mil nombres, de cien almas le interesan las cien, otra posibilidad es que yo haya perdido la mía en algún sitio y lo peor es que no tengo idea de donde. Con lo caros que son los anuncios en prensa, tendré que poner uno diciendo: SE BUSCA, alma extraviada, en no muy buen estado, aunque funcionando, se ruega a quien la encuentre que me lo comunique en el tfno….. , se gratificará.

Claro que por otro lado, uno también agradece que las cosas sean así, porque me he ahorrado una conversación que no necesito ni deseo para nada. Por mí como si se opera. Me acaba de demostrar la enorme bajeza moral y personal en la que caen los que siguen los dictados de la cosa al pie de la letra como J. lleva haciendo desde hace muchos años. Pobre gente, qué pena y qué asco.

Que les den (friegas de alcohol en la espalda) a ver si les baja el calentón.

J.O.




Publicado el Wednesday, 27 October 2004



 
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