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 Tus escritos: Al sobrecogedor relato (Cap.28 de 'A quien pueda...').- Satur

100. Aspectos sociológicos
Satur :


Al sobrecogedor relato de María Cristina...

Cap.28 de 'A quien pueda interesar'
Enviado por Satur el 17-10-2004

Al sobrecogedor relato de María Cristina creo que le falta matizar alguna cosa, y no por mala fe de ella. Es muy probable que el tal Jorge cuando era numerario tuviese el mismo carácter que el tal Jorge cuando lo dejó. Ya me referí a ese tipo de cambios que, en realidad, no cambias nada. Crees que en otro estado, en otra vida más sencilla y menos tal, uno será distinto, pero no. Es una ley universal que las personas podemos mejorar o empeorar, pero no cambiar. Otra cosa es elevarse un poco del nivel que tenía uno y comprender, aceptarse en todo y tirar palante...

Yo conviví con un Jorge, un tipo brillante en su profesión, con duende, atractivo humanamente, muy buen deportista y todo fashion. Pero tenía unos puntazos, unos ramalazos de violencia, algo superior a él mismo, que daban mucho, pero mucho miedo. Luego se tranquilizaba y era un encanto, como el príncipe de Shrek. Entonces tendría treinta tacos y preocupaban los arranques del tío, pues hacía la convivencia insoportable. No había quien le parara cuando se le hinchaba la vena: rompía puertas -no hablo de una, ni de dos-, abofeteaba rostros humanos de pelsonas, gritaba y se hería con piedras como el poseso de Gerasa... verlo jugando a fumbol era un espectáculo, pues era impepinable que tarde o temprano la montaba y se liaba a leches con el más pintao. Los que han asistido a las convivencias de Fátima, esas que se hacían torneos de furbolito entre todos los clubes de España, y le han visto, saben de quien hablo. Verlo una vez le hacía inolvidable. Vivir con él ya era hacerse un peircing de por vida.

Un día dijo "me voy". Y los directores, como al Jorge de Cristina, no lo retuvieron ni un día. Quedaron todos fenomenal. Al enemigo, puente de plata.

No creo que ni Jorge, ni éste del que escribo, saliesen con la idea de seguir con los puntazos. Seguramente creerían, sinceramente, que al cambiar de estado cambiarían los modos. Y, probablemente, en su noviazgo no contaran nada de esos prontos. Y, más probablemente, no emergerían en los años del amod vedadedo. ¡Ay!, pero un día se les contraría, o se sienten no sé como y, zumba, te montan un pollo Fredy Kuguer Comeback. El principio del fin del acabose.

Hay mucho de patológico. Una buena marca con tara de fabricación.

Conozco uno muy de la prelatura, fue numerario también, que a su mujer, cuando al tío le peta y le da el trallazo, le pone de rodillas y le grita "¡¡¡dime que me quieres!!!, ¡¡¡dímelo!!!". Le dice eso, o lo que le salga de los cojones. Un tirano. Un loco.

Pero en esto la opus poco puede hacer. No creo que sea la opus la que provoque estas reacciones. La opus tiene que replantearse, si de verdad busca la santidad de sus fieles en la vida ordinaria, muchos modos.

Cuando la formación se da sin respetar la naturaleza de cada quien, su modo de ser y su carácter, imponiendo un único puchero y confiando que la gracia de Dios lo puede todo, es fácil que unos cuantos bastantes acaben con la azotea hecha unos zorros. La gracia de Dios lo puede todo, pero actúa respetando naturalezas individuales, sensibilidades muy diferentes, afectos, querencias que son influidas por la cultura, por la herencia y por muchas cosas. Imponer un único criterio en la mortificación, en el modo de hacer oración, en la castidad, en el trato con la familia de sangre, en la filiación con el Padre... ¡¡en todo!!!, es causa de muchos descalabros mentales.

Contaba un sacerdote ya mayor -juro que le oí escuchar esta anéldota, por muy inverosímil que parezca- que cuando le explicaron que debía de ofrecer una mortificación diaria por el Padre no se le ocurrió otra que meter los dedos en el enchufe de su habitación y recibir una descarga que le dejaba aliviado para todo el día. Yo, la verdad, escuchándole, pensé "este tío está como un Elvis en el solideo de Rouco Varela". Porque no fueron unos cuantos días, según contaba, sino que al cabo de un par de años comentó en la charla que tenía unos dolores de cabeza del treinta y tres y que si podía cambiar la mortificación por el Padre. Le aconsejaron de que sí, de que vale.

Son sensibilidades distintas. Recuerdo que en una tutoría con padres, serían las tres y media de la tarde -glosando a San Juan (fue un momento inolvidable)- al cruzar las piernas mientras hablaba de las excelencias de su hijo, tuve eso que llaman un pinzamiento testicular. Fue un flash. Sentí una horquilla, una especie de cabalcavía, un cambio de pelotas que se dice en tenis, y en ese mismo instante sentí que la Tierra giraba en el sentido contrario a las agujas de un reloj. Pegué un botepronto, a la vez que emití un gritito, saliendo zumbado de la habitación para dar saltitos por el pasillo como quien canta eso de "arriba, arriba, abajo abajo". Los padres, claro, alucinando y blancos Pascual huperisados. Regresé al cabo de unos minutos, más o menos digno, y seguimos como si nada.

Bueno, pues a lo mejor el cura del párrafo anterior le pasa eso mismo y dice "venga, por el Padre". Y aguanta la horquilla sin mover una ceja. ¿Él tendría más amor de Dios que yo?. Pues no lo sé.

Ya digo, las sensibilidades. Con las disciplinas pasa lo mismo. Hay tíos que se daban manteca al compás -como decía ÉL-, ¡pimba, pimba, pimba! Y uno, en la habitación de al lado, mirando las cuerdas a calzón quitado, te dabas una en el culín y ya te estabas rascando diez minutos hasta el siguiente pimba. Aunque, en fin, en los centros de mayores pocas sinfonías de esas oías.

La ducha de agua fría. Hay peña que se mete en un congelador y se fuma un puro, pero otros sufríamos espasmos, jadeos indescriptibles, contenías alaridos inenarrables y al salir, si ibas a hacer pipí, tenías que cantar eso de "Chiquitita dime por quééééé...".

Las cartas al Padre. Pues hay gente que eso de escribir se la da muy bien y se enrolla que no veas, colegui, tronco, y de una anésdota te saca dos folios... pero otros les cuesta más y no saben qué escribir, ni para qué, ni porqué y leías alguna que eran para enmarcar "Querido Padre: estoy en el curso anual con la ilusión de la primera vez -de hecho esta es la primera vez. Le quiero mucho. Le pide su Bendición su hijo, que le quiere. Mernabo.". Y, hala, a la piscina.

La cuenta de gastos. Hay quien tiene la mentalidad de contable, así como muy ordenada y muy excel, y te entregaba unas cuentas como los presupuestos generales del Estado -se contaba de uno (yo no me lo he creído nunca, pero se contaba) que en un cuenta de gastos puso "Putas... 5.000 pts"). Y otros íbamos con un papelucho, cuando ibas, con tres días de gastos patéticos que ponía "Tabaco Ducados...150 pts". Un derroche.

Se aconsejaba imitar a Jesucristo, pero por el camino reglamentario -"Nuestro amadísimo y santo Fundador". Y ese hombre tenía cosas muy difíciles de imitar; de hecho él mismo afirmaba "en esto no me imitéis". Normal. Sólo de imaginarme poniendo las filomatics en las disciplinas y dejar el baño Viernes 13 the return ya es que me eriza el pelo de la espalda y hombros. No se puede imitar lo único que vemos de una persona, hay que imitar los sentimientos que los dictan. Y eso no se ve. Muchas veces la mejor manera de imitar a alguien es hacer lo contrario de lo que ves en ella. Para una persona naturalmente violenta, como el Jorge de turno, que tiene puntazos de esos que se les hincha la vena de la frente, evitar conflictos, soportar injurias, supone una magnífica victoria sobre sí misma. Pero una persona timorata y débil de carácter que siga ese ejemplo sólo conseguirá aumentar su cobardía. La verdadera imitación supondrá superar el miedo.

Se puede hacer la misma acción y uno puede subir y otro bajar. Si hay que imitar a alguien lo primero que habrá que saber es a qué corresponden sus acciones, si es a fuerza o debilidad, amor o egoísmo, sinceridad o mentira, y entonces realizar actos no precisamente iguales, sino que emanen del mismo nivel moral. La fidelidad al maestro no está en copiar servilmente y tontamente las maneras de éste, sino en traducirlas para uno mismo. En adaptarlas. Si no, imitando mecánicamente, se puede traicionar.

Lo que en Escrivá podía ser natural y espontáneo en muchos de sus hijos se vuelve artificial, mecánico y violento.

Cuando se hace violencia interior, sin respetar en la formación ese modo de ser de cada cual, se acaba rompiendo muchos frenos y la caída en enfermedades del alma es impepinable. Esa es la causa de tanta baja, de tantos durmientes y de tantos, que después de haber dejado la opus hace muchos años, y habiendo pertenecido poco tiempo a ella, todavía estén tocados por esos modos. Demasiada huella, demasiado tatuaje, para tan poco tiempo.

Cambiando de tema. En mis viajes de acá para allá encontré en una gasolinera un CD de un jambo que al ver la afoto sentí una compulsión, una voz interior que me decía "cómpralo, escucha y come". Así lo hice. Creo que José Ángel necesita ayuda: esa mirada al Altísimo pidiendo el consuelo que aquí no encuentra, ese rostro apurado filomatic que pide una caricia que, pobablemente, su madre se niega a darle; esa madre que, como otra Mónica, sufre en silencio que su hijo lleve mocasines de pala corta de color rojo y sin calcetines, adivinándosele una mata de pelo en el empeine que anuncia todo un mundo de Abrotano Macho... Y me acordé de José Carlos.

José Carlos, ya que vienes a Madrid, podrías quedar con José Ángel y charlar. Puedo darte su dirección, es buen chico, y poco a poco, como por un plano inclinado -ya sabes, ¿lo recuerdas?- dar paz a esta alma que sufre. Incluso, soñad y os quedaréis cortos (¿recuerdas?), podría llegar a ser cooperador y, ¿quién sabe?, quizás agregado. Yo, la verdad de numerario no acabo de verlo. Venga José Carlos, que de cien almas nos interesan las cien...

José Angel

continuará


Publicado el Sunday, 17 October 2004



 
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