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 Tus escritos: Amores (Cap.7 de 'Toma y daca').- Flanpan

075. Afectividad, amistad, sexualidad
Flanpan :


AMORES

Cap.7 de 'Toma y daca'
Enviado por Flanpan el 15-octubre-2004

En la más reciente correspondencia, se ha tocado el tema del corazón. En uno de esos correos, Emeve nos abre su corazón y nos cuenta su “guarda del corazón” durante sus años opusinos, y el estado en que quedó tras su paso por la Casa. Te deseo Emeve que encuentres tu amor verdadero.

Yo, como todos, también tenía mi corazoncito numeraril. Y a mi también -como a tantos de vosotros- me robaron esos años donde la adolescencia te despierta el interés por esas personas de ojos brillantes e incipiente busto que circulan a tu alrededor.

A mis 14,5 añitos ingresé en Ello, y como desde años antes ya era chico “del club” -pero de esos de 8 días por semana-,...

mi corazón se vio privado de los más elementales tonteos y flirteos juveniles. La verdad es que a tan corta edad no te enterabas de lo que dejabas. Solo un tiempo después, con 16-18 años, te dabas cuenta de que las chicas existían... pero no para ti.

De entrada, chicas no. Lo asumías. Te “programaban”. Lo tragabas. Pero castrarte, lo que se dice castrarte, no lo hacían. Sin embargo, el mayor problema no era el impulso animal. Lo difícil de verdad era “castrar el corazón”. Eso era imposible.

Te encontrabas en esos años en que descubres que además del “yo” están los “otros”. Y entre esos “otros”, descubrías que existía un 50% de “otras”, pero que para ti como si no existieran. Pero no solo descubrías que están “los demás”: sentías verdaderos deseos de estar, relacionarte, jugar, salir, hacer amistades, tener tu pandilla. Vamos, lo normal de la edad. ¿Pero qué programaba para ti la santa Casa? Pues todo lo contrario. Para empezar, está claro que las chicas ni olerlas. Pero lo peor es que con los chicos tampoco podías ir de pandilla, hacer excursiones, etc, de un modo normal. Eso no podía ser. Los opusinos éramos los “pitufos” (asín nos llamaban en el cole). Y con los pitufos nadie quería ir. Recuerdo los años de bachiller como los peores años de mi vida. Pero cuando digo peores es “los mucho peores”. Recuerdo esos recreos del colegio (los descansos entre clases) que se me hacían interminables, buscando algún “objetivo apostólico” a quien invitar a una meditación, sin tener una pandilla clara (mis amigos de siempre eran obviamente “chicos de club” como yo, y como todos pitaron dejaron de ser amigos y pasaron a ser “hermanos”, con la consiguiente indicación de “no podéis estar juntitos los de Casa: debéis abriros en abanico). Pues eso: recreos que no terminaban, compañeros que te esquivaban, conversaciones a las que no eras invitado, planes para los que no contaban contigo, incipientes amistades desbaratadas por la mediatización que se hacía de la amistad.

¿Y dónde quedaba el corazón? Perdido. Solo. En una edad en la que se va forjando la personalidad, una de las facetas fundamentales de la persona estaba coja, manca, ciega y sorda.

¿Qué cuál era la farmacopea de la Casa? ¡Pon el corazón en Dios! ¡Reza a la Virgen, que es tu madre! ¡Escribe al “Padre”! ¡Haz corrección fraterna! ¡Ten doce ó quince amigos (¿cómo?)! Pero tate, resulta que no somos ángeles. El ser humano precisa de roce, trato, caricias, confidencias, besuqueo. ¡Cómo gónadas se puede “forjar” a un muchacho, capando de facto su corazón! ¡¡No es posible!! A lo mejor un viejo pellejo, hastiado ya de la vida, puede prescindir de su corazón. A lo mejor un niño de 3 años (he tenido varios) puede estar centrado en su “yo” y vivir sin más aliento que el de su madre, y pasar del resto. Pero con 15, 16, 18 años, no se puede vivir con el corazón enjaulado y aplastado.

El resultado era claro. En tres años, de la quincena de pitajes del curso quedábamos tres o cuatro. Yo pienso que se fueron porque no aguantó su corazón. A esa edad, el corazón danza sin parar buscando pareja de baile. Y llegado un momento, ya no puede más.

Yo, sin embargo, aguanté quince años más. Pienso que me educaron en una firmeza de objetivos, en una tozudez en concluir lo empezado. Mi corazón se arañó, quedó arrugado, y metido en un sótano. Estoicamente pasé de él durante años, hasta que ya no pude más, y empezó a salir poco a poco.

La Opus me robó unos años del corazón que ya no volverán. Ahora, cuando veo los tonteos de los chavales de 15 años, cuando escucho a mi mujer contar sus batallitas adolescentes, me doy cuenta de que me robaron la edad más bonita y efervescente de una persona. Este es el “Toma” de lo que cuento hoy: la Opus me robó el corazón y no lo hizo para quedarse con el, sino para guardarlo para nadie bajo muchos cerrojos.

Sin embargo este “Toma” tiene su “Daca”. A día de hoy mi corazón está fresco y jugoso. Con mis cuarenta y pico tacos disfruto de tonteos con mi chavala del alma. Nos mandamos mensajitos de amor. Beso a mis hijos todos los días, y les digo “te quiero”. He tenido la suerte de colmarme del amor que se me negó en mi juventud. Lo bueno vino por lo malo. Ahora me contento pensando que si no fuera por mis años de militancia en la Casa, no hubiera llegado a donde estoy. Cada día llevaba al siguiente, en un largo camino hasta que encontré a mi media naranja. Veo muy difícil que nos hubiéramos conocido de no mediar los envíos y reenvíos que la Opus hace con sus miembros. Tal vez si hubiera espantado a los 16 años, como tantos otros, estaría casado con otra mujer, e igualmente satisfecho... pero también es posible que me hubiera equivocado de mujer, o que fuera un amargado.

Donde estoy, y con lo que tengo, hoy día no me cambio por nadie. Doy gracias a Dios, que de verdad escribe recto con renglones torcidos.

Mi balance en tema de amores tiene un claro vencedor. Se puede disfrutar del amor sin renunciar al Amor. Se contempla con mucho más amor al Amor, cuando ves que ese Amor ve con buenos ojos que tu corazón lo llenes de otro amor.

El proceso que lleva a sacar el corazón del sótano hasta la luz del amor, es ya otro tema.

Dejo ya la tecla, que hoy está pelín cursi y pringosa.

Amor a todas.


(continuará)


Publicado el Friday, 15 October 2004



 
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