En esta vida más de alguna vez toca mandar a empastillar a alguien. Como que tu amiga/o no sale de sus crisis y te das cuenta de que necesita ayuda profesional. Y le dices que vaya al psiquiatra y va, y tate, que le dan estabilizadores para el ánimo, y empieza también terapia psicológica. Uno tiene amigos/as así, que está lleno el mundo. No hay que ser in o ex opus para necesitar este tipo de ayuda ni para recomendarla.

La vida a veces no la alcanzas a procesar. Las emociones quedan por ahí en las arterias como chatarra espacial y luego uno se enferma. Roperos de emociones guardadas. Puede que eso explique que no haya necesitado terapia, porque soy de esas personas que lo saca todo. Durante mis años opus creí que se me notaba poco mi “libertad interior”, de modo que me sorprendió cuando una amiga mía, ex opus también, me definió de la siguiente manera:

-Lizzy, tú eras de las difíciles.

Yo, que por fuera estaba tan ofendida como por dentro, exclamé:

-¿Cómo es eso de que yo era difícil?

-Todo lo cuestionabas y todo lo rebatías….

Me quedé con la copa en la mano (estábamos cenando en mi casa), con ganas de tirársela a mi amiga, pero la mirada orgullosa de mi marido la salvó (a ella):

-Qué bueno que usted haya sido siempre usted- me dijo todo embelesado.

Y así fue como entendí que haber sido “difícil” -que no es otra que haber sido yo misma- me ayudó. Las expectativas de los otros “tapan” muchas veces lo que uno realmente quiere o es, por eso las personas se enferman, por el esfuerzo de auto-silenciarse. En el opus, es igual.

Y ser uno mismo no tiene nada de malo. Al contrario: es lo único sensato de intentar.

La nota de Gervasio sobre los crespillos me dio un hambre feroz. Me los imagino crocantes y dulces… Durante mi paso por el Opus Dei no tuve la suerte de probarlos y dudo que me inviten ahora, de modo que, por “difícil”, me quedé sin crespillos forever L

Lizzy Babieca