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 Correos: A propósito de María del Carmen Tapia (2): En el Cielo.- Simplicio

130. Agradecimientos, felicitaciones
simplicio :

A propósito de María del Carmen Tapia (2): En el Cielo

 

En estos días en que está reciente el fallecimiento de María del Carmen Tapia me he preguntado cómo ha debido de ser su encuentro con San Josemaría en el Cielo.

Algunos pensarán que esto es una insensatez, por aquello que nos dice San Pablo en 1 Cor. II,9 acerca de que ni ojo vio, ni oído oyó ni por mente alguna pasó…

En esta cuestión, tan fuera del alcance de la razón humana, a salvo el dogma de la Iglesia cada uno es libre de imaginar lo que quiera. Pero además yo me permito la elucubración porque San Josemaría hablaba de ello frecuentemente (recuerdo algunas películas de sus tertulias en que aludía al tema de cómo sería el Cielo y cómo sería el Purgatorio)...



Sin ir más lejos, en la entrevista que tuvo con Antonio Garrigues a principios de 1969 le dijo "San Luis Gonzaga, propuesto como Patrono de la juventud por los Jesuitas, que ni a su madre miraba para evitar cualquier forma de impureza, es sencillamente un monstruo. Yo le digo al P. Arrupe, con quien tengo la mejor relación, que en lo que a mí respecta, en la relación con mi madre me la comía a besos sin que tuviera esto nada que ver con la pureza ni con la impureza, y que cuando llegue al Cielo y me encuentre con San Luis Gonzaga le pienso cantar las cuarenta por estas aberraciones" (el subrayado es mío).

 

La verdad es que yo no veo a María del Carmen "cantándole las cuarenta" a nadie, ni en la tierra ni en el Cielo. Pero sí me he acordado de aquella parábola que narra San Lucas en el capítulo XIV de su Evangelio, versículos 7-11:

«Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: "Deja el sitio a éste", y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto. Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba." Y esto será un honor para ti delante de todos los que estén contigo a la mesa. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado».

Esta parábola me gusta, porque el que escogió los primeros puestos no queda totalmente expulsado del banquete a las tinieblas exteriores (como aquel que no llevaba el vestido de boda ‑Mt. XXII, 11-13‑), sino simplemente es trasladado a los últimos puestos.

 

Supongo que en el Cielo no hay lugar para el menor malestar o incomodidad y tampoco para la vergüenza. Por eso opino que la situación que presenta la parábola es una buena imagen del Purgatorio. Tal vez (y subrayo lo de tal vez, porque lo que escribo no es más que una imaginación mía, sin ningún otro fundamento), tal vez San Josemaría antes de entrar en el Cielo tuvo que pasar por el Purgatorio de la vergüenza de ver que los honores de que disfrutó en vida y los que se le tributarían después de muerto ‑canonización incluida‑, serían mucho menos valorados en la vida eterna; y por el contrario muchas personas que fueron tratadas por él y por los directores del Opus Dei con desprecio y vilipendio, al final recibirían mayor honor en el Cielo.

 

Desde luego tengo claro que yo no soy nadie para juzgar acerca de la mayor o menor santidad de nadie; ni de San Josemaría ni de Maria del Carmen. Sería una temeridad absoluta.

Por otra parte, quiero dejar constancia de que acepto sin reparos la decisión papal de canonizar a San Josemaría, aunque me causa no pocas perplejidades. Pero no tengo inconveniente en aceptar lo que la Iglesia ha decretado: que está en el Cielo y que es santo.

Al mismo tiempo, tengo muy claro que la canonización es compatible con el hecho de que el canonizado haya incurrido durante su vida en grandes errores, incluso en pecados graves, pues, desde luego, no implica la "canonización" de todos y cada uno de sus actos (como erróneamente se cree en el Opus Dei).

 

Sin embargo, me he permitido estas líneas en atención sobre todo a los directores actuales, que han dedicado tantos esfuerzos a "poner en los primeros puestos" a San Josemaría y luego es muy posible que se encuentren, a modo de purgatorio, con la vergüenza y el bochorno de que tantos y tantos de entre los despreciados por ellos resulten estar situados en el Cielo muy por encima de su fundador.

Sirvan pues estas consideraciones como una simple invitación a la reflexión.

 

Simplicio

 

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Publicado el Friday, 14 October 2016



 
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