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 Tus escritos: Recuerdos III.- Haenobarbo

010. Testimonios
haenobarbo :

Daneel, me ha gustado lo de titular una nota algo así como “Lo del bidón de gazpacho”… el asunto es que entre las cosas que la administración de Aralar nos mandaba, había unos cuantos galones de gazpacho: entre el zarandeo del viaje y que no venía con instrucciones de “sírvase enseguida”  el gazpacho fermentó, y una noche nos sorprendió con una serie de explosiones (eran varios contenedores cerrados con tapa de rosca).  Cuando entramos a la cocina, había gazpacho en el techo, en las paredes, en el piso… pero un río de gazpacho fermentado, con burbujas y todo. Fue todo un tema limpiar aquello...



Ana, no creo que trabajáramos “tanto”. Era lo que hacíamos y de verdad, tú lo sabrás por experiencia propia, lo hacíamos contentos, con buen humor y sin darle muchas vueltas.  Comparto tu repugnancia, horror, terror, espanto por lo que vivían algunos de los mayores. José María González Barredo vivió muchos años en los Estados Unidos. Recuerdo una foto que se publicó en Crónica, tomada durante un viaje de del Portillo a los Estados Unidos: era de una tertulia en la sala de estar de un centro de mayores me parece recordar, donde estaba del Portillo y José María González Barredo. Era una eminencia científica, tenía el cuerpo deforme, entiendo que por un accidente: la cadera la tenía girada respecto a su eje. Volvió a España y lo mandaron a un centro de Pamplona, donde todos los días nos turnábamos algunos mayores de Aralar para acompañarlo, en las horas en las que los de su centro salían a trabajar:  me parece que básicamente íbamos por las mañanas.

No sé cuántos años tendría entonces, pero si había nacido en 1906, calculo que tendría el año 84 unos 78 años. Era un hombre tan vital y al que nada doblegaba, que tenía en el marco de la puerta de su habitación, una barra para hacer ejercicios… hacía flexiones de brazo todos los días.

No paraba de trabajar y su trabajo consistía en dictar a quienes lo acompañábamos, sus trabajos científicos. Tenía una enfermedad que le provocaba “ausencias”.  Entre el dictado, mechaba las normas, pero no es que los que lo acompañábamos le decíamos que había que hacer alguna, era él quien paraba su dictado y decía: “te parece que hagamos la lectura, o el rosario” o lo que fuere…. A veces en medio del dictado o de una norma, le sobrevenía una “ausencia”. No se quedaba dormido: se quedaba paralizado, con los ojos abiertos y las manos o los brazos en la posición que los tuviera en ese momento, a veces le daban caminando y se quedaba así, como una estatua, en la posición que tuviera en ese momento: era muy impresionante…. Le duraban bastantes minutos…. Cuando volvía en sí, seguía dictando o rezando, o pedía que se le leyera la última carta del Padre. Lloraba, de verdad, con lágrimas, cuando se acordaba que don Alvaro no lo quería. No sé cual sería la razón, no sé si en realidad había habido algo entre ellos, a mí personalmente me dolía muchísimo oírlo y no creo que haya sido un “tema” de un señor mayor. Don José María fue el que en su candidez, le dio al fundador la llave de aquella casa, durante la guerra civil, que el fundador echó a una alcantarilla.

Respecto a don Ricardo Fernández Vallespín, no sé mucho más de lo que he contado: él decía y me lo dijo a mí en la clínica, que don Alvaro le quitó su lugar junto al Padre. El fundador decía que Dios mismo le había hecho saber que del Portillo era quién decía ser su mano derecha. Pero es evidente que de un modo u otro, había “internas” entre los mayores.  No sé cuánto se manifestarían en la convivencia de aquellos años, ni cuánto de aquello saldría en sus charlas con los directores, pero lo que sí es cierto es que no las borraron los años. Recuerdo como disfrutaba viendo viejas películas mudas de Charles Chaplin, que le pasaban en la clínica.

Conocí a Juan Jiménez Vargas, pero con él no tuve los momentos a solas que tuve con los otros dos. Era cascarrabias, constantemente estaba bufando.  Quizá estaba harto de que lo lleven de acá para allá, como mono de feria de tertulia en tertulia, repitiendo siempre las mismas cosas. Tenía un problema en las piernas: a Aralar lo llevaban para que hiciera ejercicios en la piscina…. No estoy seguro de que tuviera una prótesis en una pierna, pero sí recuerdo que había que meterlo a la piscina porque solo no podía.

Se ha hablado acá de don Francisco Vives y de su intervención en el tema de María del Carmen Tapia.  Lo conocí y no hubiera pensado nunca que hubiera sido un hombre duro, quizá es que lo conocí cuando ya era mayor.

Me imagino que entre las mujeres, habría cosas parecidas: me habría gustado conocer a Encarnación, a Lola Fisac, a Nisa, pero eso era impensable. 

En contra de lo que cuenta Ana, yo si le he hecho la cama a más de un numerario y no me refiero a los enfermos que acompañé. Recuerdo que llegó una nota en la que se decía que a partir de un día tal, la administración no haría más las camas, ni siquiera en el centro de la comisión, salvo la cama del consiliario. Recuerdo también que esto fue motivo de una recomendación en una “jornada de trabajo” o algo por el estilo que hubo en la región. De la sección de varones salió una sugerencia en el sentido de que era conveniente que en todos los centros nos hiciéramos las camas, no quiero decir con esto  que la iniciativa fue nuestra. Una mañana, no sé por qué motivo, entré en el dormitorio del consiliario, que dicho sea de paso era bastante más pequeño y cómodo que el que usaba yo, por decir algo, desde luego, todo hay que decirlo. Antes del dormitorio tenía un buen despacho. Vi que la cama no estaba hecha, así que la hice, y me hice el propósito de hacerla todos los días: una idiotez sin duda, porque lo que debí hacer es decirle que no sea flojo y que no hiciera uso del “privilegio” del consiliario.

En Aralar nos hacíamos las camas y en el Colegio Romano también, no sÉ si antes de mi época las prácticas eran otras. El algún centro de mayores en el que estuve nos hacían las camas, personalmente siempre hice la mía y no era virtud, sino que eso nos enseñó nuestra madre a mÍ y a mis hermanos, desde chicos: antes de ir a la escuela o al colegio, dejábamos hecha la cama…  y había servicio en casa.  Cuando fui a vivir a un centro, debía dormir en un sofá cama que había que recoger a la mañana…. Pero eran tales los hierros que tenía sueltos ese trasto viejo, que se me clavaban por todos lados que prefería dormir en el suelo sin decírselo a nadie.

Volviendo a Belabarce, mencioné por ahí que durante el año, se establecían turnos para ir unos días a cuidar y mantener la casa. A cuidarla no solo desde el punto de vista de mantenimiento, sino por el temor fundado de que la gente del pueblo se hiciera con ella. No sé exactamente cuál sería el status jurídico de esa propiedad: alguna vez oí  que había sido cedida  en usufructo a la Universidad, por el pueblo de Isaba o por su comuna, pero como ni la comuna ni el pueblo  - ya se sabe que los gobiernos cambian- nos miraban con simpatía, pues había que “habitarla” para justificar el uso.  

Normalmente iban cinco o siete de los mayores de Aralar, siempre con uno o dos curas para celebrar la santa Misa, porque no se trataba de que anduviéramos por el pueblo;  de hecho, yo que soy un curioso “consuetudinario” puedo decir que no conocí nada del pueblo de Isaba, como luego ya en Roma, tampoco conocí el pueblo donde estaba Tor D´Aveia... Ahora me doy cuenta que el Opus tenía plena conciencia de que en algunos sitios no nos querían o podíamos resultar incómodos:  es increíble que no pudiéramos caminar por esos pueblos como un ciudadano corriente:  ¿las mujeres podrían andar por Castelgandolfo o también se los prohibían??

Durante los días de “turno” se hacían arreglos, o no se hacía nada. En ocasiones, se aprovechaba esas estancias para que algún numerario mayor de la región descansara unos días. En uno de mis turnos nos advirtieron que Rafael Termes, entonces Presidente de la Asociación Española de Banca, nos acompañaría y se dedicaría al alpinismo, una de sus “pasiones dominantes”.

Recuerdo que era invierno y toda la zona de Belabarce estaba cubierta por un grueso manto de nieve. El cura que nos acompañó era un logroñés pelirrojo cuyo nombre he olvidado, un auténtico pan de dulce de lo buena persona que era y seguro seguirá siendo.  Nos indicaron que Termes iría acompañado de su escolta y que llegaría por la noche.

Esa noche se fue la luz, cosa muy corriente, porque esa casa funcionaba con un generador que hacía lo que le daba la gana, así que salimos al camino con linternas para esperar a Rafael. Nuestra sorpresa fue grande cuando aparecieron un par de jeeps, de los que descendieron unos sujetos armados que nos dijeron que eran la “avanzada” de la seguridad y que debían revisar la casa y los alrededores, de nada valió que se les explicara que Termes venía a casa de su familia. Revisaron todo lo que se les ocurrió.

Al final llegó Termes con otro contingente de seguratas, cada uno más grande que el otro, unos gorilas. Muy amables eso sí, pero en ese momento nos dimos cuenta que habría que dar de comer a toda esa gente y que habría que alojarlos: pensamos desde luego en la leonera..!!  Rondaría los 66 años, porque habiendo nacido en 1918, estábamos en los 84 del siglo pasado.

Recuerdo que habíamos preparado en homenaje a nuestro ilustre huésped unas truchas a la navarra. A la hora de servirlas nos presentó un plato de esos de aluminio que forman parte de la impedimenta militar, esos que tiene compartimentos para poner varias cosas… y que se abren en dos tapas.  Se negó a comer en platos y nos explicó - con su suave acento catalán-  que estaba cansado de comer todos los días en los mejores restaurantes de España y que quería pasar unos días tranquilos y sin tanta parafernalia, y que por favor prefería una buena y contundente tortilla de patatas que unas truchas a la navarra. 

Después de comer, los del famoso “turno” nos pusimos a limpiar el comedor, unos a dejar todo listo para el desayuno, otros a lavar los platos, antes de la tertulia de la noche.  Se me acercó y me dijo: “cuál es mi encargo?”, lo miré y le dije: sentarse junto al fuego y leer un buen libro…. -Ah no, me contestó, a mi me dan un encargo como a todos….. Bueno, le contesté, (me dio ganas de decirle: no joda más)  ayúdeme a secar los platos, -¿con qué? me preguntó – mire ahí, debajo de la escalera hay unas puertas donde hay repasadores y trapos que puede usar para secar.  Se fue y volvió: yo le pasaba los platos y él los secaba …. con un calzoncillo…!!!!!  Era lo primero que había encontrado en el hueco de la escalera!!!! 

Se le había preparado la habitación que usaba el secretario, en los cursos de verano.  Pues no… él quería dormir en un saco de dormir delante de la chimenea.

A todo esto los de seguridad estaban por todos lados: unos pasaron la noche en los exteriores en medio de la nieve y de un frío polar, otros dentro.  Hicimos la tertulia con ellos. Pienso que estaban acostumbrados.

Nos dijo que saldría como a las 4 de la madrugada para su primera escalada, entonces los del consejo local, resolvimos que uno se despierte media hora antes para poner a funcionar el agua caliente. Como yo me despertaba con mucha facilidad, me tocó a mí: cuando fui a las tres  a encender el calentador de agua, don Rafael se estaba duchando, me imagino que con carámbanos de hielo, porque no había agua caliente. El cura también madrugó para celebrarle la Santa Misa, a la que asistieron los de la seguridad.  Se fue a su excusión con sus custodios, que según me enteré trepaban los riscos al mismo ritmo que él. En ese plan se pasó cuatro o cinco días. Eso sí, había que preparar bolsas de excursión. Y la Misa había que celebrarla antes de que salieran!!!

Hay muchas más cosas que se me vienen a la cabeza… las tesis, las mecanógrafas, esparcidas por toda Pamplona, amas de casa que se ganaban unas pesetas mecanografiando tesis, los obispos y cardenales invitados a comer a Aralar cuando por alguna razón, a veces médica, visitaban Pamplona, las tardes en que me encontraba con cierto sacerdote numerario, catedrático de canónico y gran aficionado a la opera al que acompañaba a ver algún video, que los que vivían con él no estaban dispuestos a ver….

Pero mejor me voy a Roma. Hay ahí también muchos recuerdos de “la vidorra” que se daban, que nos dábamos los del Colegio Romano. Dionisio ha dicho ya algo y se queda corto…….

Haenobarbo

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Publicado el Monday, 03 October 2016



 
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