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 Tus escritos: Cuarto crespillo: Disquisiciones sobre el varón gregario.- Antrax

100. Aspectos sociológicos
Antrax :


Cuarto crespillo: disquisiciones sobre el varón gregario

Cap.4 de PERDIENDO EL TIEMPO CON EL TIEMPO PERDIDO
Enviado por Antrax el 21-julio-2004

Esto de las concentraciones de ejemplares macho de la raza humana bajo estricta reglamentación suele dar como resultado el afloramiento de conductas sorprendentes. El varón gregario es un sujeto normalmente rarito. No digo yo que el agrupamiento reglamentado de féminas no dé también mucho de sí; pero como carezco de experiencia directa sobre el particular, me abstendré de realizar comentario alguno.

El ejército (cualquier ejército, supongo) sería un ámbito de exploración indicadísimo, si es que se pretende desarrollar una investigación sobre la conducta de los hombrecitos arracimados. Pero tampoco hay que echar en saco roto lo que cunden otros ámbitos menos conocidos por el gran público, como son los centros de estudios bajo capa de colegio mayor regentado por el Opus Dei...

Los colegios mayores masculinos en general, allá por los años 60 y 70 eran unos fecundos semilleros de barbarie y embriaguez. Tanto como cualquier unidad regular de los ejércitos. Divertidísimas bromas, como mantener a un novato durante toda la noche dentro del depósito del agua en pleno invierno, o introducir en alguna cama unos cuantos puñados de lana de vidrio urticante eran hazañas celebradísimas en esos ámbitos. Afortunadamente la irrupción de las prácticas coeducativas en suelo ibérico parece haber mitigado notablemente las naturales tendencias asesinas de nuestros estudiantes, quedando así rubricado el certificado de defunción para la Casa de la Troya.

Señaladas estas afinidades, debemos precisar que existían, no obstante, diferencias muy significativas entre los colegios mayores de a pie, los regimientos de cazadores de montaña y un centro de estudios opusdeístico.

Por ejemplo, el derecho al cabreo. A uno le fastidia el teniente y lo dice a berridos, si bien procurará que los epítetos que salpimentan la queja no hieran los delicados oídos del mentado oficial subalterno. En el colegio mayor San Régulo (que no es del opus), si la carne de membrillo presenta alarmantes afinidades con el ladrillo de obra, el personal lo exteriorizará, incluso ruidosamente y en pleno comedor. Eso no sucedería nunca en el Colegio Mayor Aralar (que sí es del opus, ¿a que lo sabían ustedes?). Dado que el teniente no es el teniente, aunque pueda poseer la misma mala leche que el teniente, sino el director (antes, superior), longa manu del Padre, a su vez expresión impepinable de la divina voluntad, el recluta se tragará los epítetos, o se los aplicará a si mismo en castigo por ocurrencias tan malignas y desaforadas. En caso de que el susodicho director (llamémosle H, o sea Honorio, por ejemplo) interrumpa bruscamente el visionado de una peli televisiva, porque hay una pareja morreándose un pelín, no se montará un cirio, como el del membrillo. La colectividad reprimirá entre jaculatorias sus intensos deseos de linchar al censor y se dedicará a limpiar ceniceros mansamente y posteriormente desfilará hacia el oratorio para cumplimentar meticulosamente la cuadriculilla del examen de conciencia nocturno. Y omnia in bonum y tira p'alante. Nada de derecho al cabreo.

Respecto a la privación dolorosa de la presencia femenina en el rebaño, ocurre en los tres ámbitos de referencia. Lo que sucede es que en el ejército los ordinarios permisos semanales, la lectura y gozosa contemplación grupal de determinadas revistas y las prácticas masturbatorias (normalmente individuales) procuran una funcional espita de escape a la represión de los más bajos o sublimes (según se mire) instintos del macho gregario militarizado. El mando normalmente no mira con malos ojos los desahogos semanales con novias o profesionales del sexo, ni se cuida demasiado de controlar otras maniobras de divertimento cuartelario. El mando no se chupa el dedo y sabe que su buena cuenta le trae que el personal ande lo más sosegado posible, porque el mando no dispone de gracia de estado y, en consecuencia, sus opciones de socorro del Espíritu frente a una compañía desmadrada son más que reducidas.

Parecida situación atrevesaron los colegiales en mayores no pertenecientes a la Prelatura (antes Instituto Secular), en tanto que la mera alusión a la feminidad o al sexo en el sacrosanto ámbito del celibato opusiano hubiera resultado, no ya escandalosa, sino perfectamente inimaginable.

Los actos de virilidad o reciedumbre serán, pues, la principal fórmula sustitutoria para el cabreo y para la sexualidad reprimida. También la infantilización colectiva puede paliar los lamentables efectos de todo ese sistemático retorcimiento de la conducta y del magín.

Por ejemplo, rompamos el hielo de la piscina en el día de Año Nuevo y sumerjámonos gozosamente en el agua helada, o practiquemos el juego del moscardón hasta presentar soberbios hematomas en omóplatos ambos. Creo que la “bofetada estoica” sí que fue suprimida por superior mandato poco tiempo después, pero haberla, húbola. Había por aquellos años en Pamplona un cura bastante majo que un día me sorprendió invitándome a dar una vuelta por el monte y, una vez allí, comenzó a agarrar pedruscos enormes y a arrojarlos con furia hasta quedar exhausto. Luego me explicó que por ese procedimiento uno se libra de las malas ocurrencias.

Lo de las bromas de cole bajo una notable reglamentación era otra forma de pasatiempo de resultados no siempre venturosos. Anda que no sudaba uno tinta china cada vez que se veía obligado a escribir una poesía jocosa para el cumpleaños del tipo que peor le caía de toda la casa… Y encima teniendo cuidado de no mentar ni uno sólo de los innumerables tabúes circulantes y vigentes. O preparar un cartapacio o collage lleno de ingeniosidades sobre algún personaje, tan horriblemente soso, que uno acababa recortando una foto del Himalaya y adornádola con un anuncio de cachimbas Dunhill, sin que nadie, absolutamente nadie, llegase a dilucidar qué graciosa alusión contenía aquel despropósito. Claro que casi todos ignoraban el valor intrínseco de la cultura da-dá y su estrecha relación con estados alucinatorios. Alguna de las famosas poesías “a fortiori” hubiera hecho palidecer de envidia al mismísimo Jacques Prévert:

“Veamos: ¿qué es lo que tiene de particular el Policarpo Grajanejos? Es que es su cumple, y... ¡Uh! No sé, pues, pues… ¡Que es riojano!... Hombre, eso no parece demasiado original… En fin”:


“Sin dolor y sin congoja,
Policarpo Grajanejos,
como eres de la Rioja,
te ofrezco estos fardelejos.”

(Los fardelejos son unos dulces enormes y muy pesados que los naturales de Arnedo ingieren sin aparente daño para su aparato digestivo)

“Bueno, no es nada del otro mundo, ¿y qué más?... Pues, pues, que estudia Derecho Canónico… ¿No será mentar un tema inadecuado la referencia a esa disciplina? ¿Qué le parecerá a don Honorio?... En fin, vamos a arriesgarnos:”

“¡Vaya cosa más simpática!
¡Es gracioso y hasta irónico!
En lugar de numismática,
cursas Derecho Canónico.”

¡Y ya está!


La ritualización de lo cotidiano constituye un factor básico para el buen orden de cualquier grey. Si ustedes han probado a criar gallinas y/o cerdos -experiencia inolvidable que no suelo incluir en mi currículum por razones de modestia- podrán testificar que las rutinas en el suministro de alimentación, encendido y apagado de luces, horas de limpieza de la nave y demás deben ejecutarse con cadencias de una extrema regularidad, si es que pretendemos que los animalitos se pongan en peso a fecha, o que la puesta alcance las tasas de producción establecidas. Por eso uno de los recursos imprescindibles para el gobernante de colectivos de varones gregarios es atenerse a esta regla áurea. Y es que esos grupos humanos no dejan de producir con la ruptura de ritmos vitales preestablecidos, pero se ponen contestones y vocingleros, o, incluso, desertan con absoluta frescura del rebaño en cuanto se ponen a hacer la guerra por su cuenta.

Este crespillo me ha salido algo deforme, pero voy a interrumpirlo aquí, porque se hace la hora de los orejas y no pienso quedarme fuera. Ni hablar.


Publicado el Wednesday, 21 July 2004



 
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