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 Tus escritos: También me he ido.- Serendipia

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Serendipia :

También me he ido
Serendipia, 18/07/16

¡Hola a todos! Pues que me ha pasado lo mismo que a la mayoría que aquí escriben, me he ido del mejor lugar para vivir y para morir. Estuve dos décadas allí. Mis últimos tres años, trabajé en un colegio, viví lo suficiente para darme cuenta de que no estaba en el lugar en el que creí estar.

Hace casi dos años decidí salir de la obra, ya tenía un tiempo que me confesaba y pedía consejo a un sacerdote “de fuera”, el mismo prelado dio esa “autorización”. Y yo necesitaba oxigenarme, ya no confiaba, tenía serias dudas de la falta de confidencialidad a lo que contaba en mi charla fraterna o con el sacerdote, pues me pasaron algunas situaciones en que otras personas sabían cosas de mí que no les pude haber dicho. Algunas de estas situaciones afectaron mi trabajo, por las charlas de otras que también se dieron cuenta de la no “confidencia”...



Una “hermana de lazos más fuertes que los de la sangre” simplemente supuso una situación y la contó a varias compañeras del trabajo, todas ellas de la “familia”, y éstas a su vez, cada una, lo comentaron en sus respectivas charlas y confesiones. A algunas, sus directoras las mandaron a “reportarme” (calumniada n veces y nadie me dijo nada). Esto lo sé porque me lo hicieron saber un par de ellas, en medio de lágrimas, arrepentidas. Hubo más calumnias de la misma persona, creo que está muy enferma. Lo que no entendía era a las demás, a la “familia”. Yo venía de un ambiente laboral, ¡de años!, de cargos directivos en empresas privadas, donde las personas no hacen eso, se habla de frente, no cuentan a otros para “corregir” con la autorización del de “arriba” (no me refiero a Dios), y se resuelven los problemas de trabajo cara a cara. Yo dejé el trabajo que tenía porque me pidieron ayudar en este colegio, yo tomé la decisión, me entusiasmaba darme más, creí que sería un ambiente aún mejor por la gente con que trabajaría, “¡mi familia!”, gente que todos los días, a lo largo del día, hablaba con Dios, de Comunión diaria, le decía cosas bonitas a la Virgen y tenían un trato fenomenal con su Ángel Custodio. Pero no fue así, entré al abismo. Fue duro desde el primer día. Y tantas cosas que se ven y se oyen en esos cursos para colegios, llenos de marqueses y marquesas, insufribles.

¿Por qué pasaban estas cosas entre personas que se supone intentan vivir día a día, “cara a Dios”? ¿Podría yo, seguir aquí, cerrando los ojos y terminar viviendo una vida así de cínica? ¿Es que se termina perdiendo de vista las virtudes que de verdad importan – como la caridad, la misericordia, la lealtad, mientras más tiempo se esté allí dentro? Tal vez el infantilismo, la delación (“corrección fraterna”), y la idea de que “el que obedece no se equivoca” (no hay responsabilidad), crean eso.

Y entré a este sitio web buscando la respuesta que no me daban, sabía de la existencia de Opuslibros porque en algún momento nos habían expresado que no entráramos aquí porque era una página peligrosa, contra la Iglesia y la obra. La realidad que descubrí fue dura: “se han ido muchos, ¡miles!… directores y directoras que tuvieron cargos importantes, personas que conocieron al fundador, autores de libros que admiro, y tantas personas, y en qué condiciones”.

Así me enteré de los informes internos, ¡tienen todo un método! Yo no estaba equivocada con las dudas que tenía cuando terminé buscando un confesor y consejero externo. ¿Por cuántas manos pasan esos informes? ¿De verdad son “tan felices” haciendo eso?

Los empastillamientos, el marquesado, la “santificación del trabajo” no es la novedad en la historia de la Iglesia como tanto se presumía en cursos, los textos de Poveda, los Estatutos. El fundador no dejó testamento y a nosotros sí nos lo pedía, pues él decía “¡no tengo nada!”, pues nosotros tampoco, si el mismo se regocijaba diciendo que nos quitaban “¡hasta la camisa!”. Las historias de auxiliares y de varios de ustedes, me derrumbaron. ¿Dónde está la Caridad, virtud primaria del Cristianismo? Cosas fundamentales que no se viven acorde al Canon de la Iglesia: dirección espiritual y Canon 630-5, caza de menores de edad. Y tantos engaños.

El empastillamiento me asustó, yo no quería terminar así, además ya estaba viviendo la tristeza. Y me sentía sola en ese lugar. Entendí por qué algunas que conocí allí dentro asistían al psiquiatra (de la obra, por supuesto, otro “no entendería”), y sinceramente, no estaban bien. Me ofrecieron tomar unas Valium en mi última convivencia que me pasé encerrada en mi cuarto. No las tomé. Tenía que irme.

Fue difícil tomar la decisión, pero ya me resultaba imposible continuar allí. Además, me quedaría sin trabajo y sin un peso a los 44 años. Me quedé con los últimos dos pagos para poder subsistir mientras encontraba trabajo, afortunadamente aprendí en la obra a vivir con muy poco, muchas veces sin lo más básico. Ya no me importó lo que en algunas charlas nos decían: “debe quemarte en los bolsillos el dinero que no entregas”. El sacerdote que me atendía me dijo que me saliera de allí, y que me quedara con ese dinero, que ya no les diera nada, y no entendía por qué había entregado todos mis sueldos todos esos años, ni porqué necesitaba de una dispensa.

Llegó la depresión, aunque creo que se gestó cuando entré a trabajar en ese lugar. Me atendí de inmediato con una profesional. Mis papás y hermanos no entendían por qué me pasaba eso si yo era la “exitosa” de la familia.

A pesar de que aún queda un poco de esa tristeza, me siento liberada, se siente uno ¡muy bien!, ya no me siento, de alguna manera, perseguida, observada, evaluada, expuesta.

Siempre trabajé en empresas privadas, y viajaba mucho, apenas iba un día a la semana a mi centro a circulo+ meditación+ charla fraterna+ confesión+ tertulia. Me gustaba, aprendí mucho de varias agregadas ya mayores. Mis encargos apostólicos siempre fueron algún curso básico, círculo, o alguna sesión de temas de actualidad para profesionistas. En las empresas que trabajé, llegué a dar curso básico a mis compañeras de trabajo, a la hora de la salida y en las mismas oficinas con permiso de mis jefes, eran personas católicas no practicantes, gente sencilla y leal. Yo no estaba desesperada por pescar vocaciones, ni siquiera sabía que no había vocaciones (y sigue sin haberlas). Me hacía feliz ver las caras de mis amigas cuando me decían que les gustaba aprender “las cosas de Dios”. Jamás llevé a mis amigas a un centro para que pitaran, ni llevé charlas de nadie. Ni había conocido la Delegación ni la Asesoría (¡qué bien lo pasan! A costa de muchos).

Yo creía que las vocaciones de numerarios/as y agregados/as, llegaban de los hijos de supernumerarios o de los centros de San Rafael para universitarios, y pues… también se buscan en los clubes a los que invitan a los niños que estudian en los colegios. Fue muy revelador que me dijeran que para eso estaban los colegios, para buscar vocaciones. ¡Yo vivía en el limbo! No conocía a nadie que hubiera pitado de 15 o 16 años, no conocía la figura de “aspirante”. Nunca pisé el club del colegio, lo atendía una numeraria de más de 50 años. Y no ha pitado nadie J.

Tras entregar mi carta de petición de dispensa (4 líneas para el prelado), tuve un par de entrevistas, me pidieron que viera al vicario, pero no tenía ni el humor ni las ganas (ni la salud mental! que ojalá y les hubiera importado saber si estaba bien) de estarles escuchando. Por supuesto que me dijeron que estaba traicionando a Dios, que le había dado mi palabra, que si no me veía en la mente de “nuestro Padre”, y les contesté que ¡no!, que me veía en la mente de Dios. La numeraria me dijo “¿ni te puedo decir entonces que te vas a condenar?” Le dije que no. Con esto, se consolidó mi decisión.

Regresé a mi anterior empleo y mi jefe me ayudó enviándome a oficinas en otra ciudad donde no está la Obra, y dándome tiempo para recuperarme, pero siempre respondí las llamadas de las numerarias a mi celular. Mi jefe me dijo: “solo dime una cosa: ¿a cuántas sirvientas atrapaste? ¿A cuántas niñas?” (él ya sabía esas cosas, no por mi). Gracias a Dios, a ninguna.

Hace algunas semanas me buscaron para decirme que tenían respuesta del Prelado, me dijeron que no querían que me fuera, expresé tal desagrado que finalmente se me dijo: “ya tienes tu dispensa”. Otra directora, que es amiga, me dijo: “cometimos muchos errores contigo, nos has dado una gran bofetada”. Se cerró el ciclo.

Por aquí leí un escrito que indicaba que esta página no le hace daño a la obra, es verdad: el daño se lo hacen los mismos miembros de la prelatura, unos a otros. No me explico por qué alguien que entra con grandes ideales a la obra termina dañando a otros que comparten sus mismos ideales, sus mismas luchas, y que pretenden, juntos, mostrar a los demás el Amor de Dios. 

Hay mucha gente buena allí y se ven felices. Pero también hay personas que seguro entraron llenas de ilusión, pero algo les pasó en el camino y no parecen ser felices, que suelen lastimar a los demás.

Afortunadamente tengo amigos maravillosos, que a pesar de abandonarlos unos años, siguen allí, haciéndome la vida divertida. Y mi familia, ¡lo mejor!, que siempre estuvieron esperando lograr “recuperarme”. Y no dejan de consentirme, siempre me ganan.

El sacerdote me ha dado textos maravillosos con los que hago oración, de verdaderos santos, que me inspiran, me elevan, me llevan a Dios, y esto es lo mejor que me ha sucedido en mucho tiempo: saber que Dios está allí, pues a veces parece que mi corazón va a estallar con esos consuelos (El Paráclito). Solo le digo a Dios: “Gracias por ponerme en ese trabajo, para sacarme de ese lugar y encontrarte de verdad”.

Agustina, ¡gracias de todo corazón! Me atreví a mandarte un mail en esos momentos difíciles en que solicité mi salida, y fue muy grato para mí tu cercanía, a pesar que no me conocías, me sentí escuchada, comprendida, acompañada y me insististe que no dejara a Dios. ¡Eres una mujer muy valiente! ¡Gracias de verdad! Si alguien que deje la obra en mi ciudad necesita ayuda, puedes pasarle mi email o mi teléfono, aquí tendría techo y comida mientras se recupera, posiblemente trabajo también, pero es que ¡se van sin nada! y en medio de mucha tristeza. Hace poco ayudé a una ex nax, que tras muchos años de entrega, la mandaron de vuelta a casa de sus padres, sin nada, sin ella misma, desgastada y enferma. Esta ex nax me dijo: “al menos usted tiene carrera universitaria”. Son las cosas que no puedo comprender, por qué darles una vida tan dura en lugar de prepararlas para una mejora intelectual, económica, afectiva y saquen adelante a sus familias (eso fue lo que nos enseñó Jesucristo).

Gracias también a EBE, Marcus Tank, Heraldo, Josef Knecht, Satur, Gervasio, Jaume, Mediterráneo y ¡tantos! Sus escritos fueron verdaderos “tsunamis”para mí (alguien aquí usó ese término, muy ad hoc), aprendí muchísimo y me movieron a buscar la Verdad, que para eso estamos, para vivir en la Verdad. Hoy me siento menos ignorante, he leído Historia de la Iglesia de Paul Johnson, los libros de Raymond Brown (¡una maravilla!), Ratzinger, Hans Kung, Von Balthasar, y muchos más, necesitaba reforzar o reconstruir convicciones, pues cuando salí de la obra no quería volver a pisar una iglesia. Ese buen sacerdote que me ayudó, no me forzó ni intentó convencerme de nada, me dio esta lista de libros, fue genial (él no tenía un “índice” de libros prohibidos).

Dios sabe cuánto entregamos en Su Nombre. De eso no me arrepiento.

Perdonen que me extendí tanto,

Serendipia




Publicado el Monday, 18 July 2016



 
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