Política y religión

Escrivá sentencia que los curas no tienen que meterse política y los seglares no tienen que inmiscuirse en el gobierno de la Iglesia.

"Los curas no tienen que meterse en política. Eso es para los laicos, para los seglares, y éstos tienen que hacerla con toda libertad, sin inmiscuirse a su vez en las cosas de la Iglesia, es decir, en lo que está reservado dentro de ella a los obispos y a los presbíteros" (recuerdo que aunque entrecomillo la frase hay que notar que no se trata de un texto literal de Escrivá sino del embajador; el cual sin embargo está tratando de reproducir lo más fielmente posible las palabras y pensamientos de aquel)...

1.- Los curas no tienen que meterse política

Esta frase "Los curas no tienen que meterse en política", dicha al embajador de España, podía ser muy grata a las autoridades españolas que veían con recelo una incipiente contestación por parte de algunos eclesiásticos.

Aunque también podría interpretarse que Escrivá estaba hablando pro domo sua. Cuando dice "Eso [la política] es para los laicos", en realidad estaría diciendo "eso es para mis laicos". No hay que olvidar que en ese momento eran ministros del Gobierno de España: Espinosa San Martín (Hacienda), López Rodó (Plan de desarrollo), López Bravo (Industria) y García Moncó (Comercio), todos ellos miembros de la Obra según fuentes de la propia prelatura (es posible que algún otro miembro del gobierno fuera cooperador o afín al instituto, pero lo ignoro).

2.- Los seglares no deben inmiscuirse en el gobierno de la Iglesia

Por lo que respecta al gobierno de la Iglesia, Escrivá se queja de la injerencia de los laicos en el nombramiento de los obispos: "presionan para ello a los Nuncios proponiendo a sus candidatos, que son sus amigos y sus correligionarios en tendencia política".

Me parece ver aquí un reflejo de su frustración por no haber sido nombrado obispo; tal vez en su fuero interno atribuyera su fracaso a injerencias de determinados laicos con influencia en el Gobierno que prefirieron promocionar a otros candidatos más acordes con sus tendencias políticas (aunque sabemos de sobra que el verdadero y único obstáculo estuvo en las autoridades de la Iglesia).

Y siguiendo en la misma línea de razonamiento se muestra contrario al derecho de presentación de obispos: "debe desaparecer el derecho de presentación, que ha tenido su justificación histórica pero que hoy no la tiene".

Lo cual no deja de llamar la atención, porque todos los intentos de Escrivá para ser nombrado obispo se habían apoyado casi exclusivamente en dicho privilegio. Esto puede verse con claridad en el estudio de Marcus Tank. Las autoridades civiles siempre fueron propicias al nombramiento de Escrivá y en cambio la Nunciatura y la Santa Sede se opusieron en todos los casos.

Quizá este rechazo al "derecho de presentación de obispos" se deba a que hoy (estamos en 1969) para él ya ha dejado de tener justificación, puesto que ha abandonado completamente su pretensión de ser nombrado obispo residencial en España y está concentrando todos sus esfuerzos en transformar el Opus Dei en una prelatura nullius de la cual sería nombrado obispo sin necesidad de ninguna intervención del Gobierno español. La misma explicación podría tener la frase siguiente: "El Gobierno no debe gastarse en defender una cosa que es indefendible y que no le paga ningún dividendo", porque ahora para Escrivá aquel privilegio ya no está en condiciones de reportarle ningún dividendo.

Pero también creo que estas manifestaciones contrarias al derecho de presentación de obispos, realizadas ante un representante del Gobierno español, podrían deberse a otra causa más sofisticada.

Por una parte, el Concilio Vaticano II en el decreto Christus Dominus proclamó (en su número 20), la necesaria libertad de la Iglesia en el nombramiento de obispos, a salvo de toda injerencia de las autoridades civiles: "Por lo cual, para defender como conviene la libertad de la Iglesia y para promover mejor y más expeditamente el bien de los fieles, desea el sagrado Concilio que en lo sucesivo no se conceda más a las autoridades civiles ni derechos, ni privilegios de elección, nombramiento, presentación o designación para el ministerio episcopal; y a las autoridades civiles cuya dócil voluntad para con la Iglesia reconoce agradecido y aprecia este Concilio, se les ruega con toda delicadeza que se dignen renunciar por su propia voluntad, efectuados los convenientes tratados con la Sede Apostólica, a los derechos o privilegios referidos, de que disfrutan actualmente por convenio o por costumbre".

Por otra parte, el Vaticano pretendía en aquellos años distanciarse del régimen político español y presionaba al Gobierno para que renunciase al mencionado derecho de presentación. Este se resistía porque temía no poder controlar la posible influencia política de los obispos.

Y en el marco de este "conflicto" es donde podría explicarse la intervención de Escrivá con su gestión. Ahora que ya ha desistido de sus pretensiones para ser nombrado obispo residencial en España, puede presentarse ante la Santa Sede como un valedor de la política del Vaticano, presumiendo además de su capacidad de influencia en el Gobierno español. Pero lo cierto es que el Gobierno de Franco nunca renunció a tal derecho.

3.- Escrivá se trasladó a Roma para no verse envuelto en política (!)

Además Escrivá hace otra afirmación sorprendente: "Ello [su amistad con Franco] fue precisamente una de las razones, es decir, para no verme envuelto en la política española, de trasladar mi residencia de Madrid a Roma".

Aquí nos encontramos ante uno de los muchos casos en que Escrivá y su Opus Dei da diferentes explicaciones o versiones de un mismo hecho, según lo que le conviene en cada caso concreto o según lo que pretende conseguir de cada diferente interlocutor.

a) El traslado de Escrivá a Roma se justifica normalmente en el carácter universal de la Obra que exigía o al menos hacía conveniente tener la sede central en la capital de la Cristiandad; y así lo presentan todas las biografías oficiales.

b) Sin embargo, según las circunstancias no tienen inconveniente en alegar razones completamente dispares. Ya comenté en un anterior escrito de 6 de junio de 2014, como Portillo se entrevistó en 1955 con el ministro de Asuntos exteriores, Martín Artajo, con la pretensión del nombramiento episcopal de Escrivá y dio allí una versión muy diferente del traslado a Roma: "Me dijo [Portillo] que el P. Escrivá se fue a Roma para acallar cierta campaña de acusaciones por envidia o celos y que allí no puede servir al Instituto debidamente, puesto que el Consejo reside en Madrid; pero que tampoco estaría cómodo aquí si no investido de la dignidad episcopal con sede propia. Cita el precedente del Santo P. Claret".

c) Finalmente en esta entrevista con Garrigues del año 1969, que comentamos ahora, Escrivá explica su traslado de residencia de Madrid a Roma para evitar verse envuelto en la política española (en atención a su mucha amistad con Franco).

Por cierto, estas alegaciones de Escrivá de su "mucha amistad" con Franco y de que "me hablaba con mucha confianza" contradice totalmente la imagen que pretenden dar las biografías oficiales. Sin ir más lejos en la de Peter Berglar se caracterizan las relaciones de Escrivá con Franco como frías y distantes.

Simplicio

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