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 Correos: ¡Se cortaban películas! Vaya, cuántos años sin acordarme.- Mediterráneo

060. Libertad, coacción, control
mediterráneo :

Había una vez una agregadita joven, con mucha buena fe (ingenuidad seráfica, sería el término), muy convencida de todo. Y dio en encontrar un pseudotrabajo con unos supernumerarios que se habían autoimpuesto, como forma de recristianizar la sociedad, promover películas de actualidad “para todos los públicos”. Previamente las visualizaban en su domicilio, donde cortaban, en el más estricto sentido del término, las escenas inconvenientes. Estamos hablando de la época de las cintas en vhs y beta, así que una cinta podía, materialmente, cortarse y empalmarse. Se necesitaba una cierta habilidad, un equipo adecuado y una cinta en propiedad, o una copia (ilegal en un 90% de los casos) de la cinta en cuestión.

Por el establecimiento (un entresuelo de una calle céntrica de Barcelona, no a pie de calle porque no podían arriesgarse a inspecciones de ningún tipo) pasaban todos y todas; el horario era de tardes de lunes a jueves y todo el día viernes y sábados. El matrimonio tenía repartido el trabajo: él cortaba las películas en casa, ella atendía la tienda. Nos hablaban de mentalidad laical y de separar trabajo profesional y encargo apostólico, la realidad era un ambiente clerical hasta el delirio. Venían numerarios y numerarias a recoger y devolver películas, y había que fingir que no se les conocía y aquello era un vídeoclub normal. Las parejas con docenas de niños no devolvían las películas a tiempo o no las devolvían en absoluto y había que llamar y llamar hasta conseguir hablar con alguien que se responsabilizara del asunto. Por ahí pasaban chiquitas de dieciocho y diecinueve años, con su flamante carnet de conducir recién estrenado, responsables sin quererlo ni haberlo pedido de diez y doce y quince hermanitos porque “los mayores se encargan de los pequeños”. Pasaban supernumerarias con ojeras de cansancio y rictus de tristeza, que se esforzaban en sonreír y en disimular que su vida era una auténtica M. Pasaban supernumerarios con expresión de vencidos, a quienes les daba igual no ya qué cinta se llevaban sino todo. Pasaban jóvenes pijas, con más dinero del que es recomendable tener, que por ser hijas de quien eran, o porque su madre y la dueña del vídeoclub compartían círculo, eran tratadas como miembros de la realeza.

Los vídeos beta empezaron a desaparecer, después les tocó el turno a los vhs. La aparición de películas en dvd hizo difícil primero e imposible después cortar escenas, apareció la televisión por satélite, las parabólicas y la televisión por cable, y al vídeoclub le llegó su hora. Para cuando cerró, la agregadita se había marchado hacía tiempo, después de una discusión épica con la dueña, en la que sus últimas palabras fueron “esto debería ser mi trabajo profesional, el encargo apostólico lo tengo en el centro”.  

La agregadita era una servidora de ustedes. Honestamente y con la objetividad que dan los años, creo que no hubo mala intención por parte de la pareja de supernumerarios y que estaban convencidos y seguros de estar haciendo una gran labor, una labor que repercutiría en una sociedad mejor. Estoy convencida de que llegaron a perder dinero, como lo estoy del hecho de que jamás se plantearon que lo que estaban haciendo era convertir el segmento de la sociedad que eran sus clientes en un ghetto donde la libertad no existía.

Todo esto para decir: si se cortaban películas comerciales, y se cortaban porque yo lo vi, ¿cómo no iban a cortarse las de escrivá gritando gilipolleces?

Mediterráneo




Publicado el Monday, 25 January 2016



 
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