Ciertamente, para todos los que hemos estado dentro del Opus Dei durante pocos o varios años, vemos claramente que eso de la “llamada a la santidad y apostolado en medio del mundo” fue un fraude. Ni “santidad” ni “apostolado” y menos “en medio del mundo”. No fuimos nada semejante a un “cristiano corriente” como nos lo pintaban en las charlas, círculos, retiros o videos. Pero entonces, ¿Qué fue mi vocación al Opus Dei?

Gracias a Josef Knetch trataré de aclarar al lector mi punto de vista. Tanto Knetch como Choza coinciden en lo mismo: la misión del Opus Dei es engendrar prosélitos. Es decir, que – si bien el Prof. Illanes de la Prelatura – trata de explicar que no hay una vocación específica sino que la llamada al Opus está dentro de la vocación cristiana universal, los cristianos tienen por vocación ser como Cristo y los del Opus Dei engendrar “hijos del Padre”. Knetch me aclara en su correo: para que esto se pueda producir primero el Opus inocula en la mente de sus fieles la conciencia de saberse “hijos del Padre” (San Josemaría y sucesores). Eso es esencial.

Aclarada qué es la vocación al Opus Dei paso a otro asunto derivado. ¿Por qué es tan difícil pensar en salir de la Obra a pesar de la crueldad con que uno puede ser tratado? Y es que se produce la siguiente asociación de ideas:

1. Soy hijo(a) del Padre. “Concebido con dolor” (Escrivá) por Dios mismo desde la eternidad.
2. Mi vocación es idéntica a la vocación cristiana.
3. Renunciar a mi vocación es renunciar a mi cristianidad. Es renunciar a Jesucristo, es ser otro Judas. 

El fiel del Opus Dei puede ya gritar a todos los vientos que es maltratado por su misma “madre guapa”, que el Opus Dei clama por una reforma, que los Directores son unos perversos… pero su mente está ya encarcelada y seguirá amando a su “madre” aunque esta lo mate. Cito la frase de una numeraria: “mi vocación es morir mártir dentro de la Obra”.

Para culminar, sostengo que para poder rescatar a los fieles maltratados, se les ha de reconducir al origen: su deseo de imitar a Cristo e ir introduciendo el antídoto contra ese tipo de malsana “filiación al Padre”.

Nicanor

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