Se suele debatir en esta web de lo que hemos sacado de nuestro paso, más o menos largo, por el Opus, sea en el pasivo, sea en el activo del balance.

Cuando miro mi pasado, veo un indiscutible acervo positivo en mi destreza para despejar en el acto mesas y repisas, punto en el que supero a mi esposa, sin lugar a dudas. Todos nos recordamos del timbre que anunciaba el paso de la admirada y admirable administración, el cual nos dejaba un par de minutos para ordenar la habitación y despejar la mesa, tarea que resultó ser un poco angustiosa en los años que redacté mi doctorado, ayudado por numerosos ficheros, antes del ordenador portátil. Por supuesto, esta habilidad, remachada a golpes de correcciones fraternas, puede considerarse un punto negativo, si se lleva al nivel de la rigidez maniática.

Me limito aquí a delinear un cuadro costumbrista matutino que muchos hemos vivido en los centros del Opus, sin deseos de frivolizar y reconociendo, por supuesto, la presencia de otros puntos más esenciales que han podido mejorarnos o traumatizarnos, inclusive a mí que fui un "multiempastillado".

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