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 Correos: Recuerdos y reflexiones en un miércoles de ceniza.- Luciana

010. Testimonios
Luciana :

¡Buenas noches a todos! Miércoles de Ceniza y aquí estoy aprovechando el día festivo en mi tierra para quedarme  unos momentos más levantada y leer la correspondencia en Opuslibros.

Los correos sobre el tabaco del lunes me han recordado cuando, siendo yo adolescente, un día me dice la Directora del Centro al que acudía: “Don Álvaro no fumaba. Pero un día Nuestro Padre le pidió que lo hiciera para que todos vieran que éramos laicos en medio del mundo, y Don Álvaro –que era muy obediente y quería mucho al Padre- empezó a fumar...”. Yo era bastante inocente, pero ese comentario más que admiración por Don Álvaro me provocó rechazo. Hoy en día entiendo que lo que me molestó, más allá de que fumara, fue que lo haya hecho simplemente por “obediencia”. Por esa obediencia ciega que en el Opus Dei tanto se valora y que resulta, cuanto  menos, patológica...



Acordándome de Don Álvaro, del fumar -que es perjudicial para la salud-, y del hambre que tengo por causa del ayuno, me vino a la memoria un sacerdote que solía ir por mi Centro. Lo único que tiene en común con el párrafo anterior, es que este sacerdote fumaba muchísimo. Y dicho sea de paso, era el sacerdote que ha hecho suspirar a cuanta joven pasaba por ese lugar. No sé bien el motivo por el que le habrán adjudicado la “noble tarea” de pasarse día sí y día también –sobre todo los sábados-, invirtiendo su tiempo con señoritas de entre 14 y 25 años, que iban más al Centro para ver al cura que para profundizar en su vida de piedad (si es que alguna vez esa fue la idea). Este cura confesaba, daba la meditación de los sábados, los retiros mensuales, la catequesis, etc., etc. Y siempre me llamó la atención lo mal que lo trataban. En realidad siempre “maltrataban” a los curas en este lugar. Se notaba que las Directoras eran bastante malas con ellos; como una forma de desquitarse con el mundo y con la Obra en la persona del sacerdote. No solo los manejaban como marionetas, sino que además no les brindaban un mínimo de confort; y cuando hablaban de ellos lo hacían con desdén y hasta resentimiento. No los respetaban en lo más mínimo; mientras a ellos les sonreían, por detrás los ridiculizaban. Realmente los curas que pasaban por ese Centro eran “alfombras”, y las Directoras eran quienes pisaban más fuerte.

Ejemplos, miles. 35 grados de calor; el cura metido en un cuarto de 1x1,5 m., sin ventanas, sin ventilador, no se le ofrecía ni un vaso de agua en las dos o tres horas que pasaba confesando. Un día lo comento y la respuesta fue: “Pues que lo ofrezca”; “si no lo pide una no puede adivinar”; “como para pensar en el cura...”. Otro día yo estaba enferma y esa semana no me había podido confesar. La verdad que podría haber esperado hasta la semana próxima; pero no, la directora llamó al sacerdote por teléfono el domingo antes de la cena para que venga al Centro (llovía, hacía frío, ya estaba oscuro) y me confiese. La explicación: “tú tranquila, es su trabajo así que lo tiene que hacer”. Y ahí viene el cura (vivía a media hora en coche), la sotana chorreando agua, muerto de frío porque había dejado el coche a 400 metros, perdiéndose la cena... y todo para escuchar a una chiquilla confesar cosas del estilo “me distraje rezando el Rosario, dejé copiar a una amiga un ejercicio de matemáticas, falté a la caridad con mi hermana numeraria porque no le alcancé la sal ayer por la noche... “.

Me gustaría saber si esto era una particularidad de mi ciudad o también hay otras mujeres que tienen la sensación de que a los sacerdotes se los trataba mal en los centros de mujeres. Agradecería si alguien se toma el tiempo y me cuenta su impresión.

Una cosa lleva a la otra, y entre el ruido de la pirotecnia (ya les dije que en mi país es fiesta, no?), el ruido de mi estómago (por el ayuno), y el cansancio acumulado, pues las ideas se me agolpan en la cabeza y dejo que los dedos decidan qué viene a continuación.

Sí, el cura “guapetón”. En eso estaba. Este pobre hombre, además de su aspecto físico de muerte (que habrá hecho pecar de pensamiento a más de una, digo yo), fumaba muchísimo y muchas veces tenía dolores intensos en la cabeza. Daba pena verlo. Varias veces dando la catequesis se paraba de golpe, se ponía los dedos sobre los ojos, y fruncía su cara con un gesto de dolor que era digno de lástima. Por temporadas “desaparecía”. Como siempre en la Obra, la gente desaparece y si una no pregunta pues nadie da ninguna explicación; y aún así a veces eran explicaciones muy pobres. En estas temporadas en que no pasaba por el Centro, la respuesta era “El padre XXX está enfermo”. Pero un día parece que el Padre se enfermó seriamente, y sin preguntarlo ni nada, un día me dice la Directora en el cuartito de las cf: “Hay que rezar por el Padre XXX porque está pasando una temporada en una casa de retiros; está  muy cansado y no sabemos si vuelve”. En ese momento recé y, como siempre, me olvidé; porque una suele olvidarse de las cosas de las que no se hablan, y del Padre XXX nunca más se habló. Más tarde, ya fuera del Opus Dei, analizando esa etapa de mi vida, me di cuenta de lo enfermizo que fue mi vida en el Opus Dei. Una vida engañando, lo que está mal, pero sobre todo una vida “engañándome”; auto-engaño, para hacerme creer (uno mismo -yo a mí) que los elefantes vuelan, que Nuestro Padre es un Santo, y que Dios me eligió desde la Eternidad para ser Opus Dei. Los sacerdotes no son una excepción, y sinceramente creo que son quienes más sufren.

Este pobre hombre del que me acordé, seguramente nunca tuvo vocación sacerdotal, seguramente a los 14 años un Numerario le dijo que Dios lo llamaba para ser numerario, seguramente su madre se puso contenta y lo alentó, y allí marchó el niño-soldado a pelear una guerra sin saber siquiera bajo qué bandera luchaba. Porque es así en la Obra. Es lamentable cómo se juega con la vocación; es lamentable y repudiable. Da asco. A mí me da mucho asco ese manoseo de la conciencia. Y me dan pena los sacerdotes de la Obra. No cualquiera es cura. No a cualquiera hacen cura. Cuando alguien llega a ordenarse es porque cumplió, entre otros, dos requisitos fundamentales para ellos: no tenía vocación sacerdotal al ingresar al Opus Dei, y demostró una entrega absoluta e incondicional a la Obra, poniendo a la Institución por sobre la Iglesia misma. Y lo peor de todo, es que es gente buenísima que podrían realmente hacer un gran servicio a la sociedad y a la Iglesia si los dejaran seguir los impulsos de su corazón. Los sacerdotes jóvenes que me ha tocado conocer (hermanos de mis amigas, amigos de mis hermanos) son los seres más inocentes, ingenuos, buenos, con un corazón gigante. La mayoría se creen eso de que están para servir, eso de que “son alfombra para que los demás pisen blando”, y lo hacen entregando todo y soportando todo. Luego con el tiempo algunos se vuelven cínicos, egoístas, malhumorados, reniegan del mundo porque están heridos y no pueden canalizar su frustración; mientras que otros enferman y se dejan envenenar con pastillas, y siguen “sonriendo”, y siguen aguantando, y siguen en la Obra “hasta que la muerte los separe...”

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El mes pasado un sacerdote joven de la Obra vino a dar misa a mi Parroquia. Fue una homilía... de la Obra; aunque un oasis en el desierto teniendo en cuenta que a nuestro sacerdote apenas se le entiende cuando habla. A la salida mi marido se abraza con el cura y este lo trata por su nombre y parece que se conocen de toda la vida. Mi asombro no tenía nombre. ¿Pero me he perdido algo? ¿De dónde conoces al sacerdote este? (Aclaro que vivo en una ciudad “especial”, con minoría católica, donde los curas son en su mayoría “importados”, por eso especialmente mi asombro). Aquí la explicación: ¿Recuerdas que hace unos meses Fulanito y yo organizamos un retiro para hombres? ¿Recuerdas que necesitaba un sacerdote que viniera a confesar? ¿Recuerdas que no teníamos dinero y a duras penas pudimos recaudar para el alojamiento? Bueno, no conseguí ningún sacerdote local que pudiera/quisiera/le permitieran asistirnos. Y me dieron el contacto de este cura (que además habla español) y cuando le pedí ayuda en seguida me dijo que sí. Y no solo dijo que sí, sino que además vino en avión porque vive en otro país, estuvo con nosotros los 3 días, confesó en otro idioma todos los días hasta las 2 de la mañana, y sobre todo: no nos pidió dinero ni para el boleto de avión; y es que además es super majo!!!.

Y sí, el cura era encantador. Así son las cosas por estos lares. Cuando lo pienso un poco, y saco la cabeza de mi mundo por momentos herméticamente cerrado, me doy cuenta de que la Iglesia necesita al Opus Dei (tanto como el Opus Dei necesita de la Iglesia). Porque el OD, entre otras cosas, está en donde otros no están y llegan donde otros no llegan. Si el Obispo necesita un cura en tal Parroquia, pues el OD lo provee; y si se necesita dinero para alguna obra, pues el OD lo provee. Y si se necesita personal para determinada obra apostólica, pues el OD lo provee. Y aunque luego saquen o no beneficio ¿Qué otra institución de la Iglesia puede competir con ello?. No se nota tanto en España ni en Latinoamérica porque todavía tenemos sacerdotes locales; pero cuando una sale de la Península o Hispanoamérica, pues las cosas son diferentes. Y guste o no, cuando aquí en mi ciudad se necesita un cura para confesar o celebrar misa, pues los únicos que toman un vuelo y se quedan sin dormir para atender a los católicos, son los sacerdotes del Opus Dei. Y conste que lo hacen encantados!!!

En fin, que ya me he pasado y me muero de sueño. Pero no me quiero despedir sin antes un pequeño comentario sobre lo que está sucediendo en Colombia con ese profesor universitario. Eleu el miércoles aportó ya “la otra campana”, lo que me parece necesario y sano en todo debate serio. Por mi parte, siendo la psicología la ciencia que ocupa mi tiempo, puedo asegurar que este tipo de debates (adopción vs. no adopción) a lo único que conduce es a generar más confusión entre el colectivo homosexual. Estoy convencida que los principales perjudicados por la modificación americana de 1973 son los mismos “gays”. Me explico: al quitarle a la homosexualidad el carácter de “enfermedad”, ya se dejó de investigar y estudiar seriamente la “particularidad” que presentan estas personas. Conste que uso el término “particularidad” pues ya no se lo puede llamar “patología”. ¿A qué llevó esta situación? A que hoy en día los estados, las universidades, las entidades filantrópicas, han dejado de aportar dinero para estudiar la forma de ayudar a los homosexuales que se sienten enfermos. (Pues hay homosexuales que SIENTEN que están enfermos). Hoy día no hay aportes nuevos y serios en la materia, y este tema está proscripto como tema de investigación en la mayoría de los departamentos de investigación psicológica de las universidades más importantes. “Si no es enfermedad psicológica, no podemos destinar dinero a investigación...” Es una pena.

Haciendo un paralelismo con el Opus Dei, podemos decir que, si bien muchos de nosotros estamos convencidos de que la Obra es una institución nociva para la mayoría de sus miembros, la Iglesia ya la avaló (como la reforma americana de 1973 que estableció que la homosexualidad no es una enfermedad), y ahora no puede retractarse sin grave perjuicio. ¿Qué pasa si la Iglesia de pronto quita apoyo al Opus Dei a pocos años de haber canonizado a su fundador? Pues lo mismo que pasaría si de pronto la APA se desdijera de su afirmación. Cuanto menos causarían ambas instituciones una confusión gigantesca, resultando el desprestigio de ambas instituciones frente a la opinión pública. No creo que ni una ni otra acepten el desafío de una reestructuración de fondo; no por lo menos en los próximos años. 

Y como tantas otras veces a lo largo de la historia, serán los más débiles (los menores en ambos casos) quienes paguen las consecuencias de los actos irresponsables de quienes se supone deberíamos velar por su bienestar.

Un abrazo a todos y que tengáis buen fin de semana.

Luciana

PD: si queréis contactarme, Agustina tiene mi correo. Intentaré responder y ayudar en lo que pueda lo antes posible.




Publicado el Friday, 20 February 2015



 
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