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Ñamñam :

D.Honorio

Mi enhorabuena por tus deliciosos crespillos, Antrax. Estos sí que son buenos, y no los mediocres dulces que nos enseñaban a anhelar la víspera del "viernes de dolores." Pero en Aragón aún tienen un dulce típico bastante más duro: los "adoquines". Se trata de un trozo de caramelo en forma de prisma rectangular, aromatizado con algún aditivo barato y de dimensiones considerables. Suelen venderse envueltos en un papelín que lleva impreso un mal dibujo de la la virgen del Pilar y unas coplillas impresas del tipo "Los mozos van a la mili /como gorriones sin alas,/ y peor que las lechuzas/ cuando regresan a casa". Si no eres un niño pequeño, comer un adoquín es una aventura inenarrable, pues son empalagosos, durísimos y muy grandes y pringosos.

¿Y a qué viene, ¡vive el cielo!, cuando tan grande es nuestro duelo, la conseja endiablada del adoquín...? Es que la combninación de crepillos aragoneses y hablar de D. Honorio ha dado como resultado pensar en el adoquín que tan bien le simboliza por todo lo explicado: duro, anguloso, empalagoso, inacabable y cursi.

Y es que tuve la desgracia de conocer a D. Honorio a mis dieciséis añitos cuando yo era de San Rafael por primera vez. La paciente labor que habían hecho conmigo tres esforzados numerarios que venían a mi ciudad cada fin de semana... la destrozó él en unos minutos. Sin conocerme de nada me cogió del brazo (literalmente) en una convivencia supuestamente de estudio en Belabarce y me arrastró a su cuarto para que habláramos, ya que yo llevaba tres días resistiendo las sugerencias que mis "amigos" numerarios me hacían al respecto. Con una libertad de espíritu que ojalá hubiera tenido más adelante, me planté, le dije que no quería hablar con él y que yo ya conocía y me dirigía con curas en mi ciudad (lo cual era cierto). Él me espetó, con muy mal gusto, que por qué no comulgaba. Le respondí con la evidencia: que porque no me sentía preparado, y que no era obligatorio comulgar en cada Misa a la que uno asistía. Como él se agarraba a cada frase que yo decía, para liarme y tener por dónde agarracogerme... me levanté y me salí sin despedirme. A los numerarios que me trataban les eché un broncazo horroroso por meterme en semejante emboscada y rogué que me acercaran a la estación de autobuses del pueblo para irme. Al final no lo hice, pues me dieron todas las garantías, que efectivamente se cumplieron. Pero me "desconecté" de la labor durante unos cuantos meses.

Quien me iba a decir a mí que, años después, iría yo a hacer los semestres de verano en Aralar y en uno de ellos vino él a darnos el coñazo (perdón, a la tertulia). Yo estaba sentado en el suelo no lejos de él, esperando que no me reconociera. Como tuve la impresión de que sí que me recordaba, quise hablar con él al acabar la tertulia para comentarle aquello en plan de broma y limar asperezas si aún las había.... El buen señor me dió la espalda con suma brusquedad y se marchó atropellando a los circunstantes, de tal modo que los directores presentes me preguntaron inquietos qué había pasado. Cuando se lo conté, menearon la cabeza diciendo: "es que D. Honorio....."

Era un cura temido por la gente por autoritario, coñazo y elemental, y sin embargo, estaba de director espiritual del Centro interregional de Estudios "Aralar" (Pamplona - Navarra), el segundo centro en importancia, tras el colegio romano.

Ñamñam


Publicado el Monday, 12 July 2004



 
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