Os envío tal cual una meditación de las Meditaciones
internas. Las cursivas, los puntos suspensivos, todo igual
que en el original. Con este envío me uno al escrito
de Jorge "
Relaciones con la propia familia". Hay mucho para considerar si se analiza la manipulación que hace la obra de los Evangelios, de la 'vocación' (equiparándola
a la del mismo Jesucristo), etc. Si todo esto se une a las
Glosas
de San Miguel, a lo que en un principio te cuentan
que es la obra, a lo que después vas viendo que no
corresponde con lo que te dijeron, a la doctrina interna como
ésta, etc., alguien en su sano juicio no puede por
menos que acabar trastocado y desconcertado de la doctrina
que recibe en la obra. ¿Uno tiene vocación de
cristiano corriente o de rey Mago o de Niño Jesús?
¿Cuando los padres se oponen a que su hijo adolescente
se una de por vida a una institución que se oculta
en sus verdaderos fines -yo diría secreta y llena de
secretismos-, están atentando contra la libertad del
hijo o le están salvaguardando? El "quid"
de la cuestión o el "secreto" del opus es
tergiversar continuamente las Escrituras -les da igual el
nuevo que el antiguo testamento- en beneficio propio, inculcando
una identificación del opus dei -que es sólo
una institución humana, de caracter religioso o cultural-
con el propio mensaje del Evangelio, incluso con la misma
Iglesia.
Meditaciones. Tomo I. pág. 290 a 295
TIEMPO DE NAVIDAD 4 DE ENERO
-El Señor llama con una vocación especial
a las personas que El quiere, sin pedir permiso a nadie.
-A veces, Dios permite que el cariño desordenado
de las familias sea un obstáculo a la entrega, para
mejorar las vocaciones desde el principio.
-Ser fuertes en la vocación: los proyectos de
Dios se cumplen siempre.
AQUELLA caravana venía de lejanas tierras. La indumentaria
de los viajeros y el porte de las bestias de carga, no era
la habitual en Palestina. Indudablemente se trataba de gente
poderosa; quizá fueran príncipes o magnates,
o esos sabios que escudriñan los misterios del firmamento.
Si fuera así, debían de venir de los montes
de Media, o de Persia, o incluso de alguna lejana ciudad
india. Los vecinos de Jerusalén, cuando les vieron
llegar, hacían variadas conjeturas.
Hemos visto su estrella en Oriente y venimos a adorarle.
Al oír esto, el Rey Herodes se turbó y, con
él, toda Jerusalén (Matth. //, 2-3). Todavía
hoy se repite esta escena. Ante la grandeza de Dios, ante
la decisión, seriamente humana y profundamente cristiana,
de vivir de modo coherente con la propia fe, no faltan personas
que se extrañan, y aun se escandalizan, desconcertadas.
Se diría que no conciben otra realidad que la que
cabe en sus limitados horizontes terrenos. Ante los hechos
de generosidad, que perciben en la conducta de otros que
han oído la llamada del Señor, sonríen
con displicencia, se asustan o -en casos que parecen
verdaderamente patológicos- concentran todo
su esfuerzo en impedir la santa determinación que
una conciencia ha tomado con la más plena libertad.
Yo he presenciado, en ocasiones, lo que podría
calificarse como una movilización general, contra
quienes habían decidido dedicar toda su vida al servicio
de Dios y de los demás hombres. Hay algunos, que
están persuadidos de que el Señor no puede
escoger a quien quiera sin pedirles permiso a ellos, para
elegir a otros; y de que el hombre no es capaz de tener
la más plena libertad, para responder que sí
al Amor o para rechazarlo. La vida sobrenatural de cada
alma es algo secundario, para los que discurren de esa manera;
piensan que merece prestársele atención, pero
sólo después que estén satisfechas
las pequeñas comodidades y los egoísmos humanos.
Si así fuera, ¿qué quedaría
del cristianismo? Las palabras de Jesús, amorosas
y a la vez exigentes, ¿son sólo para oírlas,
o para oírlas y ponerlas en práctica? El dijo:
sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto (Matth.
V, 48).
Nuestro Señor se dirige a todos los hombres,
para que vengan a su encuentro, para que sean santos. No
llama sólo a los Reyes Magos, que eran sabios y poderosos;
antes había enviado a los pastores de Belén,
no ya una estrella, sino uno de sus ángeles (cfr.
Luc. //, 9). Pero, pobres o ricos, sabios o menos sabios,
han de fomentar en su alma la disposición humilde
que permite escuchar la voz de Dios (1). [(1)Es Cristo
que pasa, n.33]
A MI me da mucha pena decir esto, pero... ¡en
cuántas ocasiones es la familia, son los amigos,
son los parientes los que se oponen a la vocación
de una manera desconsiderada, porque no entienden, porque
no quieren entender, porque no quieren recibir las luces
del Señor! Y se oponen a todas las cosas nobles de
una vida entregada a Dios. Y se atreven ¡a probar!
la vocaciónde su hijo, de sus hermanos, de sus amigos,
de sus parientes, y hacen una labor de tercería,
sucia. Os digo esto, no para escandalizaros, sino para que
andéis prevenidos: porque esa actitud la hacen incluso
compatible con un ambiente de familia que llaman cristiano.
¡Qué pena! (...).
Hijos míos, también en la vida de hoy
se da a veces esta escena que narra el Evangelio: personas
que destruyen con su lengua -porque no tienen el poder
de Herodes-, no una criatura, sino cientos de criaturas;
y envenenan la juventud con una reacción diabólica,
que es más o menos la que tuvo Herodes cuando comprendió,
a su manera, que había un Niño que era Dios
(...).
¿Y qué haréis cuando a lo largo
de vuestra vida sintáis ese obstáculo, esa
congregación de falsarios que pinchan, que adoctrinan,
que oscurecen -es el tono de la doctrina de ellos-
la luz de Dios; que quieren que las almas cierren los ojos
para que no crucen la mirada con Cristo? ¿Qué
haremos? Rezar, rezar. Rezar, trabajando con sentido sobrenatural
en la vocación de aquella alma y de otras, en las
encrucijadas de la vida. Y pensar que -omnia in bonum!-
Dios Nuestro Señor se sirve de todos esos obstáculos
para purificar, para mejorar y ennoblecer las vocaciones
desde el principio (2). [(2) De nuestro Padre, Meditación,
9-1-1959.]
En estos casos, pocos, en que la familia de sangre no entiende
nuestra dedicación a Dios en la Obra, es preciso
que -junto a la fidelidad firme a las exigencias de
la llamada divina- pongamos de nuestra parte todo el
esfuerzo necesario -con oración, sacrificio
personal y detalles de cariño-, de modo que
las familias comprueben que en el Opus Dei tenemos nuestro
corazón y nuestra felicidad, y que la vocación
divina que hemos recibido nos lleva a quererles más
y mejor. El primer paso para acercar a vuestras familias
a la Obra -decía siempre nuestro Padre-,
es que os vean contentos, felices, seguros en la vocación
(3). [(3) De nuestro Padre.]
LA NOTICIA que traían los Magos corrió por
Jerusalén como un relámpago, de puerta en
puerta, de casa en casa. En las almas que anhelaban la llegada
del Mesías se avivó la esperanza. Pero Herodes
consideró la nueva de muy distinta manera. Y convocando
a todos los príncipes de los sacerdotes y a los escribas
del pueblo, les preguntó en dónde había
de nacer el Cristo. Y ellos respondieron: en Belén
de Judá, que así está escrito en el
Profeta (Matth. //, 4-5). Aquí tienes toda la
aparente ciencia de aquellos tiempos, puesta al servicio
de la iniquidad de Herodes. Hijos míos de mi alma:
para seguir a Jesús no bastan todos los conocimientos
de la ciencia. La ciencia no es un estorbo: es un medio
estupendo, pero insuficiente. Además hace falta el
asentimiento amoroso del hombre. Herodes debió de
ser el primero en saber el lugar donde había nacido
Jesús, pero le odia. Y la ciencia le va a servir
para preparar un plan malvado que acabará en toda
aquella hecatombe: aquel martirio de tantos niños,
de tantos inocentes.
Nosotros necesitamos tener toda la ciencia humana. En
el Opus Dei vamos a que en todas las actividades intelectuales
haya almas dedicadas a Dios, que empleen las armas de la
ciencia en servicio de la humanidad y de la Iglesia. Porque
nunca faltarán en el mundo nuevos Herodes que intenten
aprovechar, incluso falseándolos, los conocimientos
científicos para perseguir a Cristo y a los que son
de Cristo. ¡Qué gran labor tenéis por
delante, mis hijos! ¡Qué envidia me dais, porque
sois jóvenes y tenéis tanto que hacer!
(4). [(4) De nuestro Padre, Meditación, 6-1-1956].
Entonces Herodes, llamando en secreto a los Magos, averiguó
cuidadosamente el tiempo en que la estrella se les apareció.
Y encaminándolos a Belén, les dijo: id e informaos
puntualmente de lo que hay sobre ese niño y, cuando
le halléis, avisadme para que yo vaya también
a adorarle (5). [(5) In Epiph. Dom., Ev. (Matth II,
7-8)]
La astucia y la hipocresía son las armas con las
que Herodes pensaba vanamente destruir al que es la Luz,
la Verdad y la Vida. Lo había predicho el profeta:
corren sus pies tras el mal, y se da prisa en derramar
sangre inocente. Sus pensamientos son pensamientos de iniquidad,
y a su paso deja el estrago y la ruina (6). [(6) ¡sai.
LIX, 7.]
De nada sirvió la furia homicida de Herodes. Dios
tenía unos planes de salvación que no podían
dejar de cumplirse por la ambición y la iniquidad
de una criatura. Cuando los soldados llegaron a Belén,
ya la familia de José -avisado en sueños
por un Ángel- había abandonado la ciudad,
huyendo de la cólera del rey de Palestina. María,
con el Niño en brazos, caminaba a lomos de un borriquillo;
y José, a su lado, conducía las riendas con
mano segura por el camino de Egipto.
(Meditaciones. Tomo I. pág. 290 a 295)