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 Correos: Relación con las familias y tergiversación de las Escrituras.- Compaq

070. Costumbres y Praxis
Compaq :

Os envío tal cual una meditación de las Meditaciones internas. Las cursivas, los puntos suspensivos, todo igual que en el original. Con este envío me uno al escrito de Jorge " Relaciones con la propia familia". Hay mucho para considerar si se analiza la manipulación que hace la obra de los Evangelios, de la 'vocación' (equiparándola a la del mismo Jesucristo), etc. Si todo esto se une a las Glosas de San Miguel, a lo que en un principio te cuentan que es la obra, a lo que después vas viendo que no corresponde con lo que te dijeron, a la doctrina interna como ésta, etc., alguien en su sano juicio no puede por menos que acabar trastocado y desconcertado de la doctrina que recibe en la obra. ¿Uno tiene vocación de cristiano corriente o de rey Mago o de Niño Jesús? ¿Cuando los padres se oponen a que su hijo adolescente se una de por vida a una institución que se oculta en sus verdaderos fines -yo diría secreta y llena de secretismos-, están atentando contra la libertad del hijo o le están salvaguardando? El "quid" de la cuestión o el "secreto" del opus es tergiversar continuamente las Escrituras -les da igual el nuevo que el antiguo testamento- en beneficio propio, inculcando una identificación del opus dei -que es sólo una institución humana, de caracter religioso o cultural- con el propio mensaje del Evangelio, incluso con la misma Iglesia.

Meditaciones. Tomo I. pág. 290 a 295
TIEMPO DE NAVIDAD 4 DE ENERO

-El Señor llama con una vocación especial a las personas que El quiere, sin pedir permiso a nadie.
-A veces, Dios permite que el cariño desordenado de las familias sea un obstáculo a la entrega, para mejorar las vocaciones desde el principio.
-Ser fuertes en la vocación: los proyectos de Dios se cumplen siempre.

AQUELLA caravana venía de lejanas tierras. La indumentaria de los viajeros y el porte de las bestias de carga, no era la habitual en Palestina. Indudablemente se trataba de gente poderosa; quizá fueran príncipes o magnates, o esos sabios que escudriñan los misterios del firmamento. Si fuera así, debían de venir de los montes de Media, o de Persia, o incluso de alguna lejana ciudad india. Los vecinos de Jerusalén, cuando les vieron llegar, hacían variadas conjeturas.

Hemos visto su estrella en Oriente y venimos a adorarle. Al oír esto, el Rey Herodes se turbó y, con él, toda Jerusalén (Matth. //, 2-3). Todavía hoy se repite esta escena. Ante la grandeza de Dios, ante la decisión, seriamente humana y profundamente cristiana, de vivir de modo coherente con la propia fe, no faltan personas que se extrañan, y aun se escandalizan, desconcertadas. Se diría que no conciben otra realidad que la que cabe en sus limitados horizontes terrenos. Ante los hechos de generosidad, que perciben en la conducta de otros que han oído la llamada del Señor, sonríen con displicencia, se asustan o -en casos que parecen verdaderamente patológicos- concentran todo su esfuerzo en impedir la santa determinación que una conciencia ha tomado con la más plena libertad.

Yo he presenciado, en ocasiones, lo que podría calificarse como una movilización general, contra quienes habían decidido dedicar toda su vida al servicio de Dios y de los demás hombres. Hay algunos, que están persuadidos de que el Señor no puede escoger a quien quiera sin pedirles permiso a ellos, para elegir a otros; y de que el hombre no es capaz de tener la más plena libertad, para responder que sí al Amor o para rechazarlo. La vida sobrenatural de cada alma es algo secundario, para los que discurren de esa manera; piensan que merece prestársele atención, pero sólo después que estén satisfechas las pequeñas comodidades y los egoísmos humanos. Si así fuera, ¿qué quedaría del cristianismo? Las palabras de Jesús, amorosas y a la vez exigentes, ¿son sólo para oírlas, o para oírlas y ponerlas en práctica? El dijo: sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto (Matth. V, 48).

Nuestro Señor se dirige a todos los hombres, para que vengan a su encuentro, para que sean santos. No llama sólo a los Reyes Magos, que eran sabios y poderosos; antes había enviado a los pastores de Belén, no ya una estrella, sino uno de sus ángeles (cfr. Luc. //, 9). Pero, pobres o ricos, sabios o menos sabios, han de fomentar en su alma la disposición humilde que permite escuchar la voz de Dios (1). [(1)Es Cristo que pasa, n.33]

A MI me da mucha pena decir esto, pero... ¡en cuántas ocasiones es la familia, son los amigos, son los parientes los que se oponen a la vocación de una manera desconsiderada, porque no entienden, porque no quieren entender, porque no quieren recibir las luces del Señor! Y se oponen a todas las cosas nobles de una vida entregada a Dios. Y se atreven ¡a probar! la vocaciónde su hijo, de sus hermanos, de sus amigos, de sus parientes, y hacen una labor de tercería, sucia. Os digo esto, no para escandalizaros, sino para que andéis prevenidos: porque esa actitud la hacen incluso compatible con un ambiente de familia que llaman cristiano. ¡Qué pena! (...).

Hijos míos, también en la vida de hoy se da a veces esta escena que narra el Evangelio: personas que destruyen con su lengua -porque no tienen el poder de Herodes-, no una criatura, sino cientos de criaturas; y envenenan la juventud con una reacción diabólica, que es más o menos la que tuvo Herodes cuando comprendió, a su manera, que había un Niño que era Dios (...).

¿Y qué haréis cuando a lo largo de vuestra vida sintáis ese obstáculo, esa congregación de falsarios que pinchan, que adoctrinan, que oscurecen -es el tono de la doctrina de ellos- la luz de Dios; que quieren que las almas cierren los ojos para que no crucen la mirada con Cristo? ¿Qué haremos? Rezar, rezar. Rezar, trabajando con sentido sobrenatural en la vocación de aquella alma y de otras, en las encrucijadas de la vida. Y pensar que -omnia in bonum!- Dios Nuestro Señor se sirve de todos esos obstáculos para purificar, para mejorar y ennoblecer las vocaciones desde el principio (2). [(2) De nuestro Padre, Meditación, 9-1-1959.]

En estos casos, pocos, en que la familia de sangre no entiende nuestra dedicación a Dios en la Obra, es preciso que -junto a la fidelidad firme a las exigencias de la llamada divina- pongamos de nuestra parte todo el esfuerzo necesario -con oración, sacrificio personal y detalles de cariño-, de modo que las familias comprueben que en el Opus Dei tenemos nuestro corazón y nuestra felicidad, y que la vocación divina que hemos recibido nos lleva a quererles más y mejor. El primer paso para acercar a vuestras familias a la Obra -decía siempre nuestro Padre-, es que os vean contentos, felices, seguros en la vocación (3). [(3) De nuestro Padre.]

LA NOTICIA que traían los Magos corrió por Jerusalén como un relámpago, de puerta en puerta, de casa en casa. En las almas que anhelaban la llegada del Mesías se avivó la esperanza. Pero Herodes consideró la nueva de muy distinta manera. Y convocando a todos los príncipes de los sacerdotes y a los escribas del pueblo, les preguntó en dónde había de nacer el Cristo. Y ellos respondieron: en Belén de Judá, que así está escrito en el Profeta (Matth. //, 4-5). Aquí tienes toda la aparente ciencia de aquellos tiempos, puesta al servicio de la iniquidad de Herodes. Hijos míos de mi alma: para seguir a Jesús no bastan todos los conocimientos de la ciencia. La ciencia no es un estorbo: es un medio estupendo, pero insuficiente. Además hace falta el asentimiento amoroso del hombre. Herodes debió de ser el primero en saber el lugar donde había nacido Jesús, pero le odia. Y la ciencia le va a servir para preparar un plan malvado que acabará en toda aquella hecatombe: aquel martirio de tantos niños, de tantos inocentes.

Nosotros necesitamos tener toda la ciencia humana. En el Opus Dei vamos a que en todas las actividades intelectuales haya almas dedicadas a Dios, que empleen las armas de la ciencia en servicio de la humanidad y de la Iglesia. Porque nunca faltarán en el mundo nuevos Herodes que intenten aprovechar, incluso falseándolos, los conocimientos científicos para perseguir a Cristo y a los que son de Cristo. ¡Qué gran labor tenéis por delante, mis hijos! ¡Qué envidia me dais, porque sois jóvenes y tenéis tanto que hacer! (4). [(4) De nuestro Padre, Meditación, 6-1-1956].

Entonces Herodes, llamando en secreto a los Magos, averiguó cuidadosamente el tiempo en que la estrella se les apareció. Y encaminándolos a Belén, les dijo: id e informaos puntualmente de lo que hay sobre ese niño y, cuando le halléis, avisadme para que yo vaya también a adorarle (5). [(5) In Epiph. Dom., Ev. (Matth II, 7-8)]

La astucia y la hipocresía son las armas con las que Herodes pensaba vanamente destruir al que es la Luz, la Verdad y la Vida. Lo había predicho el profeta: corren sus pies tras el mal, y se da prisa en derramar sangre inocente. Sus pensamientos son pensamientos de iniquidad, y a su paso deja el estrago y la ruina (6). [(6) ¡sai. LIX, 7.]

De nada sirvió la furia homicida de Herodes. Dios tenía unos planes de salvación que no podían dejar de cumplirse por la ambición y la iniquidad de una criatura. Cuando los soldados llegaron a Belén, ya la familia de José -avisado en sueños por un Ángel- había abandonado la ciudad, huyendo de la cólera del rey de Palestina. María, con el Niño en brazos, caminaba a lomos de un borriquillo; y José, a su lado, conducía las riendas con mano segura por el camino de Egipto.

(Meditaciones. Tomo I. pág. 290 a 295)



Un saludo,
Compaq




Publicado el Monday, 12 July 2004



 
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