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 Correos: Sense and sensibility.- Lizzy Babieca

040. Después de marcharse
Lizzy :

Tengo un defecto nuevo, y es que ya no discrimino lo bueno de lo malo en términos de películas o de restaurantes. Mi marido tiene, en cambio, un gusto exquisito, de modo que él elige dónde comemos y lo que vemos. Sin embargo, a veces tiene la idea de “darme una oportunidad”, ocurriendo siempre que me da por escoger bodrios. Sin excepción, de esos que aguantas 10 minutos y ya tienes que irte o cambiar de peli. Ha ocurrido ya tantas veces, que no sé por qué me sigue dando oportunidades



El caso es que estábamos sin peli, pues la que elegí resultó insoportable. Y eso que estaba bien punteada y que Netflix misma la recomendaba. Nada que hacer, así es que, para salir del paso, vimos una que no nos mataba, pero con buen reparto: “Sense and sensibility”, película con temas “de niñita”, como dice mi marido, que igual le gustan, sobre todo “Pride and Predjuice”, con la Keira Knightley, sus dientecitos de ratón y su sonrisa. En esta peli que vimos se trata de dos hermanas, una con las tintas muy cargadas a andar llorando por los pasillos y riendo por los tejados, mientras que la otra siente igual, pero se recata.

La sensibilidad es una cosa de los más que hay. Piel, tacto, ojos, gusto, olfato, oídos: calidez, frescura, belleza, sabores, aromas, armonía. Los sentidos nos permiten comunicarnos con el entorno, recibirlo, maravillarnos, devolver. Amar y crear. Gracias a la sensibilidad tenemos noticia de la belleza, podemos conocer y vivir el amor. Por esa relación tan estrecha entre lo que nos parece real, bueno y bello, ser “atractivo” o “sexy” no es cualquier cosa, sino que una necesidad más o menos básica. Como uno en esto está mal formado –otra vez gracias San Josemaría-, pues que al principio una escucha la palabra “sexy” y ya se imagina la anécdota de Satur en el paticlub. Que no. Ser sexy es ser “atractivo”, ser una persona maja como dicen los españoles, con la que te gusta estar. No es solo ser “de buen ver”, sino que también “de buen estar”. Es ambas, todo el rato, aun cuando físicamente la persona que encuentras sexy pueda tener verrugas y la nariz como las brujas de los cuentos.

Yo recuerdo que en mi primer trabajo tenía un amigo algo mayor, bohemio empedernido de esos que llegan rojitos y alegres por las mañanas, que unas semanas después de mi salida del Opus me grabó un CD de B.B. King, y me lo fue a dejar a la ofi. Tenía –tiene- cierta vocación por ayudar a la gente chulleca que se va encontrando en su camino, como yo entonces:

-Pero tu siempre fuiste de “las concientes” -me decía el otro día, para explicar que nunca fui una chulleca auténtica, qué acá decimos chulleca para hablar de nuestras extremidades inferiores cuando se nos quiebran; tengo la pata chulleca.

-Si, por supuesto, siempre fui de las concientes, QUE YO SOY UN SER SUPERIOOOOORRRR!!

Y es que siempre me hace risas de que yo en mi época opus repetía que éramos gente superior (mea culpa, mea máxima culpa)… Bueno, el caso es que cuando alguien me regala música, yo siempre atino a escuchar al tiro lo que me quieren decir, pero esta vez no pude. Puse los primeros temas y me dije “No”. Era demasiado para mí, pobre chica recién salida del opus. Así descubrí que no podría escuchar ni blues, ni jazz, ni tango. Y a éste dale con hacerme terapia para despercudirme la sensibilidad a través de la música, y yo, negada total.

Afortunadamente, mis amigas decidieron que también iban a colaborar y me llevaron a bailar. Una lata la música a full y la tontera de trasnochar, pero de algo me sirvió el periplo, principalmente para entender lo poco interesantes que me resultan los lugares donde no se puede conversar. Pronto conocería a mi esposo, en un ambiente totalmente nuevo y diferente, y ya con eso, superé de manera bastante rápida y fulminante mi entumecimiento cerebral. Es decir, que pronto pude escuchar y disfrutar de todo tipo de música, de todo tipo de lecturas, películas y expresiones de arte en general. Hasta de las figuras que se hacen con globos en los parques de diversiones.

Despertar la sensibilidad dormida, es abrir los ojos a la vida. Es decir sí a las cosas y a uno mismo. Es ser poderoso con respecto al manejo de la propia libertad. Tener claro quien eres, que quieres, que das. Del mundo anglosajón del managment viene esta palabra de lo “sexy”, en el sentido de lo que es atractivo y sirve a otros para empoderarse y empoderar. De esta manera, tal idea, modelo o concepto resulta ser sexy, es decir, atractivo. Uno, lo mismo: que ser sexy es natural y necesario para ser feliz. Porque si te disfrutas, disfrutas.

¿Cómo se hace? Hay que empezar por lo que uno tiene más a mano. El propio cuerpo como unidad. Mi experiencia era la de ser muy tiesa conmigo misma. Como que las rodillas estaban pegadas, lo mismo la cintura y caderas. Parecía todo ser de un solo bloque. Los brazos para bailar eran como de robot. Pero ensayé harto la primera vez antes de salir, y la verdad es que no lo hice tan mal. Y ojo que no es que tuviera mala condición física, es que tenía mala condición espiritual. Hagan el siguiente ejercicio: mírese al espejo, uno de cuerpo entero, y disfrute de sus formas. Vea que guapo/a es. Contemple el brillo de sus ojos, la sonrisa pícara, lo simpático de su porte. Ponga cualquier música que le guste. Sígala. No tiene para que tener público en un principio, pero después trate de disfrutar lo mismo en compañía de otro. Trate de mover las articulaciones. Quiebre la cadera, sin miedo, que no va a pecar mortalmente si encuentra placer en moverse al compás de la música. Chuqui, mi hijo menor, hace esta misma terapia todas las tardes: pone música –el renacuajo sabe cómo usar mi iphone- corre la cortina para ver su reflejo en la ventana, y se pone a bailar.

Lizzy Babieca




Publicado el Monday, 20 October 2014



 
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