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 Correos: La Piedra tiene la culpa.- Ismael

010. Testimonios
Ismael :

Si habéis de nombrarme, llamadme Ismael. Vengo en son de paz.

Sangráis a través de lo escrito pero os termináis reconciliando con la vida y con vuestras  decisiones, de las que sois en parte responsables salvo los captados siendo menores de edad, que es grey aparte.

Me preocupa la posibilidad de que mis palabras molesten a alguno de vosotros, que me acogéis. También me preocupa la posibilidad de que mi afán por adentrarme en estos conocimientos pueda haceros creer que pretendo juzgaros...



Aprendí, precisamente en otra estancia extraña de la Iglesia Católica, la enorme carga de sufrimiento que atrae sobre sí quien juzga a su prójimo. El juicio está reservado a los dioses y quien juzga ha de saber que atrae sobre sí la agresión que su juicio supone. Si fuéramos sabios no juzgaríamos, no sólo por respeto al otro sino por no ensombrecer nuestra vida.

También aprendí en aquella estancia que “la verdadera dimensión de la libertad radica en la posibilidad de equivocarnos e incluso de perdernos para siempre.” Cuando interpretaba esa maldición desde una perspectiva creyente me atenazaba; hoy me resulta liberadora: puedo perderme, sí, pero no voy a enterrar los talentos; moriré ejerciendo de mí mismo y desarrollando lo que gratis recibí. Mis errores no hacen sino reafirmarme como humano, apesadumbrado pero no desesperado.

Visito las páginas de muchos ex aspirantes a la excelencia espiritual y, con mucho, los más dañados son quienes pasaron por el opus, como decimos los gentiles. La educación en el rejalgar conduce a ello. Opinan sobre vosotros, los que os fuisteis: fueron tratados con cariño… Todo parece mentira en ese antro tóxico e irrespirable. 

Estuve, ya digo, en otra estancia talibán católica, y salí indemne. Aprendí cosas que me siguen sirviendo: la sabiduría contenida en la tradición bíblica permanece y obra más allá de la fe. Lo que menos me preocupaba cuando salí era si me iba a ir al infierno o no, extremo que veo que preocupa mucho a quienes salen del opus precisamente porque una de las coartadas más comunes para manipular almas y vidas es arrogarse el monopolio de la salvación y negarlo al desafecto instrumentalizando a su favor lo que, en principio, es de Dios. Todo eso lo evité en la medida en que dejé de creer definitivamente, sin perjuicio de saber que hay una forma de paz que sólo se encuentra en los templos. Pero eso pertenece a la parte misteriosa de la existencia.

Muchos pretenden monopolizar la fe católica y el cristianismo. Creen haber reinventado la fe “auténtica”. Se sienten elegidos y desde esa soberbia miran a los demás con cierta condescendencia: los de misa de doce, la mera rutina… Os sonará. Acreditadas y muy longevas comunidades de vida religiosa viven su vida de fe sin pretender que su camino sea excluyente ni exclusivo. Tampoco aparentan creer que son mejores que otros. Otros, sin embargo, manifiestan una pretensión casi blasfema: la salvación está con nosotros y fuera no hay sino error, llanto y crujir de dientes. Y salsa de rejalgar en el caso del opus. Una vez más invadiendo terreno reservado a los dioses, pisando la hybris griega por la que Zeus ordenaba castigos eternos a los humanos blasfemos.

Estuve, me lo tomé en serio, creí seriamente, como vosotros, salí y lejos de perseguirme quienes me querían me siguieron queriendo. Nadie me ha oído hablar mal de ellos porque no tengo razón alguna, no me dieron argumentos. A muchos de vosotros, sí.

Entré ya maduro y a los años me salí. A nadie puedo culpar por lo que hice, el tiempo que invertí… Nadie me pidió ni cuentas corrientes ni claves de e-mail ni nada que invadiera mi intimidad. Al contrario, fueron sumamente respetuosos. Cuando, llegado el momento, como parte de la ascesis que se practicaba en aquella estancia, se nos señaló el camino del desprendimiento (sin que nada pasara por otras manos que las de cada cual) nadie me pidió cuentas ni se interesó por mis propiedades ni quiso saber cifras ni aproximadas ni exactas. Nadie supo lo que hice. Entonces creía que Dios sí lo sabía. Ahora sólo lo sé yo y así debe seguir siendo.

Si tuviera que señalar un hecho definitivo en mi salida diría que fue una frase: “el que obedece no se equivoca”. Me pareció la puerta abierta a la sinrazón y el origen de todo totalitarismo. Así que me fui, recuperé el mando sobre mi conciencia e inteligencia y desde entonces no he hecho otra cosa que dirigir mi vida como buenamente he podido, sin dejarme adoctrinar por nadie. La frase citada (el que obedece no se equivoca) la he visto impresa en vuestras vidas. Quienes pretenden dominar las conciencias y libertades bajo coartada teológica suelen exigir esa conducta acrítica en la que se supone que el superior, en conexión directa con Dios, ya ha pensado por ti y, simplemente, te da la solución innegociable (“Ese espíritu crítico... es un estorbo” decía el travestido biográfico Escrivá)

El tipo de relación que el adepto establece con el opus presenta rasgos de exclusivismo muy próximos a lo matrimonial, de modo que el fin de la relación despierta en el que se sale una sensación de engaño, abuso, manipulación, latrocinio incluso y, de forma generalizada, desamparo laboral, sin curriculum presentable, sin seguridad social, sin habilidades sociales fuera de las que permiten la supervivencia en la burbuja en que han vivido. Sensación de haber perdido los mejores años. Igual que un matrimonio roto. En ambos casos, tanto el que sale del opus como el que ve fracasar su matrimonio, debemos tener presente que ellos eligieron lo que acabó siendo una condena. Si eran mayores de edad, eligieron el opus como forma de vida y nadie lo pudo impedir. En la mayor parte de los casos no se puede ni alegar que no hubo quien le advirtiera del lío en que se estaba metiendo. Los padres son más respetuosos de la libertad de sus hijos que la organización que impone vocaciones cuyo contenido desvela muy poco a poco, arramblando con la familia "de sangre", horrible forma de describiría, para no sustituirla por nada y generar un vacío personal y cultural devastador. Cuando cae el simulacro de familia arrastrado por la pérdida de la fe en el opus, el exnumerario, la exnumeraria, se siente seriamente engañado, dañado y perdido en un mundo que no conocen.

Pero de ahí se sale. Yo os he visto salir y me he alegrado por vuestra libertad recuperada.

Una disculpa antes de retomar mi singladura. No recuerdo haberme reído tanto como con la anéldota del “Ni paz, ni pollas” de Satur. Leí sus obras completas y sentía una curiosidad enorme por saber qué mujer inimaginable era capaz de soportar esa exhibición, ese llamarla “la piedra”. Quería encontrar una para mí. La ausencia de Satur la achaqué a posibles problemas personales. Otro batacazo, pensé.

El juicio nos pierde, recordad. Cuando supe al fin lo que había pasado y conocí a la hermosa, a la adorable piedra, quedé en shock durante un tiempo. El que he tardado en enviar estas letras que empecé a escribir hace cuatro años ya. Ella me ha empujado.

¿He de decirte, Satur, que quisiera fundirme contigo en abrazo y llanto? Puesto que lo sabes, tenlo presente. Por si te conforta.

Y ahora os dejo. Parto hacia el lado de estribor, el de las estrellas. Nos veremos por esos mares.

Un abrazo a todos y gracias por soportarme.

Ismael




Publicado el Friday, 17 October 2014



 
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