Ya ha terminado todo. Ya ha pasado la beatificación, la misa de acción de gracias, el trasiego de ir y venir, los centros de paso, los trenes, coches y aviones, cada quien ha vuelto a su casa y en todos los cb y charlas se hablará de recoger los frutos y de santificar la vida ordinaria y la rutina de todos los días. Quedan por delante muchas, muchas tertulias donde se contarán anécdotas que se repetirán hasta la saciedad, y menos mal porque de otra manera no hay quien llene esa media hora dos veces al día y tampoco hace falta que el/la que está de guardia tenga que dejarse la piel y la inteligencia para sacarlas adelante. 

Y esta es la razón por la que escribo hoy aquí: si esa vida ordinaria te hace bostezar, si ya no puedes más de ofrecer a Dios la soledad horrible que te empapa de pies a cabeza porque ves que a quienes viven contigo no puedes importarles menos, si en Madrid solo has visto más de lo mismo, si te has dado cuenta de que mucho saludar y mucha sonrisa pero a los dos minutos nadie se acuerda de si estás vivo/a o muerto/a, si te has encontrado con alguien que no te recuerda a pesar de haber vivido en el mismo centro durante años y eso te ha hecho daño, si esperabas ver a mucha gente que no ha asistido y de la que nadie ha sabido darte razón y te planteas cómo están y por qué dieron el paso que dieron, si crees que nada de nada de nada puede cambiar en tu vida y resignación es el único término que se te aplica... hablemos. No intentaré convencerte de nada, solo te escucharé con atención y más comprensión de la que puedes imaginar, por lo menos hablemos. Puedo asegurarte que te sentirás mejor y no solo no estarás haciendo nada malo sino que estarás cumpliendo la voluntad de Dios, que contrariamente a todo lo que te han hecho creer y a lo que te predican día sí y día también, te quiere FELIZ, muy, muy FELIZ.

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