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Se podría decir, entonces, que la «virtud de la pobreza» –en el Opus Dei- no sería otra cosa que egoísmo encubierto. Lo que el Opus Dei llama «pobreza» no sería otra cosa que la incapacidad de dar, de donarse, y por lo tanto de amar.
Es notable cómo Escrivá pareciera cotizar moralmente los meses -o pocos años- que pasó en los barrios pobres de Madrid como si se hubiera tratado de siglos dedicado a los pobres:
«El Opus Dei nació entre los pobres de Madrid, en los hospitales y en los barrios más miserables: a los pobres, a los niños y a los enfermos seguimos atendiéndolos» (Escrivá J.M., Instrucción, 8-XII-1941, n. 57).
En ese texto, Escrivá presenta un rostro de su organización difícil de reconocer, al menos a partir de los años 50 y 60 por lo menos –por no agregar los años 40 también-, como si los pobres hubieran sido siempre una preocupación central en el Opus Dei.
Pero, en otro texto, Escrivá da una explicación más acorde a la experiencia de casi todos los miembros y ex miembros actualmente vivos:
«Ahora no sería bueno que repitierais lo que hice yo, durante tantos años, con los primeros: ir por los hospitales, para atender a los enfermos piarles, lavarlos. A eso tuve que renunciar porque no era compatible con esta otra labor que es el trabajo que el Señor me pide ahora» (Escrivá, J.M., citado en Crónica, 1972, pp. 632-634).
El hecho de que el Opus Dei haya decidido no dedicarse a los pobres podría relacionarse con la intención de dedicarse más bien “a los que tienen algo que dar” en lugar de “a los que no tienen nada” que pueda interesar al Opus Dei.
Escrivá no lo dice, pero de alguna forma lo da a entender: que a los pobres se dedican otros (los religiosos, tradicionalmente) y los miembros del Opus Dei (laicos) están más bien comprometidos en las tareas profesionales, etc., es decir, «esa otra labor que el Señor me pide».
No sé si el Opus Dei debería o no dedicarse a los pobres como una tarea central, pero es un tanto significativo el modo en que declaradamente no se dedica a ello, lo cual bien puede relacionarse con esa otra característica central de «no donarse» (pero sí expoliar “al que tiene” para que “lo entregue todo”). Los pobres, en este contexto, no despiertan ningún interés. El Opus Dei pareciera identificarse con la figura del recaudador, más que ser un distribuidor de nada (de ahí “el apostolado de no dar”, etc.).
El Opus Dei realmente cambiará, entre otras cosas, cuando quienes siguen adentro se rebelen y digan que no están dispuestos a ser tratados indignamente. Por cierto, eso no será producto de una votación sino de un clímax, que se irá gestando –se viene gestando- dentro de la institución, hasta lograr el tipping point o momento clave.