pepito :
En efecto
Ottokar,
creo que casi todos tenemos claro que en la idea fundacional de Escrivá era un
punto capital el del hábito y, frente a él, el traje y la corbata. De
esa manera –y se comprende- él pretendía aunar dos cosas: una férrea disciplina
comparable –si no superior- a la de los religiosos, y la posibilidad de,
digamos, obviar las limitaciones que el Derecho Canónico ponía a la actividad
secular de toda clase de clérigos y, aún más importante- el propósito de colársela
a aquella sociedad laicista, y con frecuencia sectaria, que le tocó vivir en
sus días jóvenes.
Pero,
como digo, para él la vida religiosa era el canon al que atenerse, por
más que denostara de ella, primero por su afán de identidad propia y después
por escapar a una jurisdicción que no le gustaba. A ese respecto resultan tan
pintorescas como demagógicas aquellas proclamas suyas de que “nadie nos puede
obligar a ser religiosos” y/o otras por el estilo.
En fin,
habría que averiguar cuántos “seglares corrientes” han venido practicando en
nuestros tiempos, sin pertenecer al Opus Dei, cosas como el cilicio y el vergajo
sabatino, el rezo y canto colectivo, en ocasiones bien conocidas, de las
horas canónicas, la censura de correspondencia, prensa y TV, la disposición
para hacerse cura en cualquier momento y muchas otras cosas que las propias
órdenes monásticas han dejado ya a sus espaldas. Y, sobre todo, ese principio
vertebral de “rendir la voluntad” o como se diga, que supone la alienación de
algo de lo que nos hace humanos. Bien empleada estaría habiendo cierta
seguridad de que la misma supondría un obsequium praestare Deo; pero que
cualquier director local se invista de la capacidad para recibir y administrar
esa noble ofrenda, ya es cuestión más discutible.
Pepito
Publicado el Monday, 26 May 2014
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