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 Tus escritos: Anécdotas VI.- Dionisio

010. Testimonios
Dionisio :

Hola Orejas:
Mucho aredecimiento a vuestra permanencia al pie del cañón, aún en medio de las calores que asolan la Península. Os adjunto otras anécdotas para añadir a la colección.

Con todo cariño
Dionisio



ANÉCDOTAS (VI)

Cap.6 de 'Anécdotas en el Opus Dei'
Enviado por Dionisio el 7-7-2004




Anécdota 15
Ya se han dicho muchas cosas sobre cómo después de unos años algunas personas empiezan a tener dificultades en su salud mental. Yo recuerdo un caso diferente, pero de parecida temática. Llegué nuevo a un centro (ya se ve siguiendo mis anécdotas que he estado en muchos) como subdirector. Allí había una vocación reciente, con pocos meses, que enseguida me fue encargada para que yo diera mi opinión sobre la idoneidad de aquella persona. No era un quinceañero. Andaba por sus 20 y era evidente que este joven tenía extrañas peculiaridades, muchas de ellas atribuibles, quizá a inmadurez, quizá a cosas más complejas que yo no tenía conocimientos para diagnosticar. Yo manifesté al consejo local mis dudas graves sobre la vocación de ese joven,...

poco después pasó a hacer la charla con el nuevo director recién llegado de otro país. Así permaneció este hombre varios años, unos tres o cuatro, durante los cuales, demostró una voluntad impresionante para todo, hacía mucho proselitismo y buscaba dinero con notable audacia. Sin embargo, las extrañas peculiaridades de su carácter se iban acentuando. Al final sus reacciones ante situaciones normales eran desproporcionadas, cuando no grotescas. Nadie decía nada, todo el mundo quería mirar a otra parte, tuve que ser yo, y no el que dirigía su alma el que tomara la iniciativa para que se le dijera a este chico que se fuera tranquilo a su casa, ya que ese camino no era el suyo. Pues debo decir que no fue nada fácil convencer a experimentados directores de algo tan evidente. Tardaron tiempo en reaccionar. Cuando al final lo hicieron no sé si era demasiado tarde para él. Quizá yo mismo no debí haber esperado tanto tiempo para forzar que se arreglara aquello. Tiempo después uno de esos directores se me acercó para decirme que yo había tenido razón, porque sabían que ese chico tenía serios problemas para llevar una vida normal. A mí me llamó la atención desde el principio que alguien hubiera pensado que ese joven tenía vocación. Eso era una muestra que algunos estaban dispuestos a hacer pitar al palo de una escoba, si este fuera capaz de escribir una carta, tal era la escasez de vocaciones. La otra cosa que me llamó la atención fue la lentitud para darse cuenta del error y rectificar en la medida de lo posible la metedura de pata.


Anécdota 16.
Otro caso más de problemas mentales. Esta vez era un hombre que cuando le conocí por primera vez tenía alrededor de 40 años. Supe que años atrás hubo algunas turbulencias en torno a su vocación, y supe que el dijo que si no querían que estuviera en el opus se lo dijeran claramente y se iría. Eso debió haber sido cuando estaba en sus treinta y tantos. Tenía entonces un buen sueldo, y luego supe que tenía una amiga que estaba derretida por él, si le hubieran dejado ir, probablemente su vida hubiera sido algo menos patética de lo que es ahora. Este personaje cuando le conocí estaba con tratamiento psiquiátrico y con pastillas. No sé exactamente qué tenía pero su comportamiento era algo que daba miedo. De repente le venían euforias en las que hablaba hasta con la boca cerrada y sonreía a todo el mundo y estaba de lo más afectivo. Eso podía ser un par de veces al año, por varios días. Fuera de estos períodos era un personaje taciturno, que respondía groseramente a cualquier intento de confraternizar. A algunos de la casa simplemente los ignoraba, no hablaba con ellos ni respondía a sus preguntas. Yo alucinaba con eso. En cambio, era siempre un pelota redomado. Cuando veía al consiliario o a ciertos directores regionales solo le faltaba lamerles las manos. Lo mismo con sus jefes en el trabajo o con personas que él consideraba le podían ayudar o beneficiar. Eso lo presencié varias veces y era francamente repugnante. Pero bueno, pensaba que era un problema psiquiátrico. Tengo evidencia de que al menos tres numerarios abandonaron la obra porque no podían aguantar a semejante personaje bajo el mismo techo. Ahí sigue, debe tener cerca de 60 años y ahora ya es un problema insoluble para él mismo y para la organización. Una vez más, cómo es posible que dejaran pasar tanto tiempo, porqué no le dejaron irse cuando el estaba dispuesto y su salida hubiera podido ser menos traumática para todos. Si a veces me parece que allí no manda nadie.


Anécdota 17.
Clodomiro (si se entera que le he cambiado su nombre por éste me mata) era un joven encantador. Simpático, lleno de amigos, con liderazgo y carisma, muy inteligente y trabajador. Clodomiro estudiaba en un colegio del opus. Ya os imaginaréis que semejante perlita estaba en la mira de la organización. Tras muchas presiones para que se hiciera numerario, el chico que se resistía como podía, acabó accediendo a ser supernumerario. Bueno, la cosa no acabó aquí. Tras unos 6 meses, volvieron las presiones para que fuera numerario. Pero esta vez ya estaba más atrapado. El caso es que esta vez acabó sucumbiendo y escribió la famosa carta al padre. No tardó ni unos meses en darse cuenta de su equivocación y pidió regresar a su condición de supernumerario. Nada. Estuvo 22 años viviendo su vocación de mala manera. Yo durante temporadas le perdía la vista, luego le volvía a encontrar en algún curso anual. Y así. Al final cuando ya dejó el opus, mejor dicho, creo que le echaron por conducta escandalosa, el pobre no era ni parecido a lo que había sido. Su humor se había tornado ironía y cinismo, se había vuelto arrogante y egoísta. Una verdadera lástima. Clodomiro podría haber sido un buen supernumerario, me parece. La teoría decía que a un supernumerario soltero se le podría mencionar delicadamente, sin insistir sobre la posibilidad de que pasara a numerario. En la práctica, los varios casos que presencié no vi ninguna delicadeza, sino presión tremenda.


Anécdota 18.
Recuerdo otro caso sobre supernumerario reciclado. Teodosio era un gran chico, parecido en muchas cosas a Clodomiro. Este llevaba al menos dos años como supernumerario, tenía novia, supernumeraria también. De repente llega un cura entusiasta y dice vas a ver como a este le espabilo. Total que le mete tal meneo que el pobre, bueno e ingenuo, acepta ser numerario. Todo el mundo feliz y contento, menos Teodosio, que a medida que se le iba pasando el mareo producido por el meneo que le dieron, consideraba el disparate que había hecho. El chico habla con su novia, esta se harta de llorar, pero con una visión sobrenatural admirable, le dice que si eso es lo que Dios quiere, ella lo acepta y omnia in bonum. Teodosio a todo esto estaba poco menos que aterrado. A los pocos días se va casi todo el personal al curso anual y me quedo como único miembro del consejo local. MI pobre Teodosio venía todos los santos días con los ojos rojos e hinchados que daba pena verlo para contarme cuánto había llorado y cómo se arrepentía de lo que había hecho. A este pude rescatarlo. Di la lata constantemente a los demás que estaban en el curso anual para deshacer el entuerto, y punto. Pasó la crisis, pasaron los años, mi trabajo me costó quitarle los escrúpulos de conciencia sobre si no había sido generoso con Dios. Se casó con su novia, los dos siguen siendo unos supernumerarios ejemplares y de los pocos que no me rehuyen el trato. Esto creo que hasta podríamos considerarlo una de esas anécdotas positivas que me gusta contar, para que no digan que no veo nada bueno.

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Publicado el Wednesday, 07 July 2004



 
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