daneel :
Me gustaría
comentar algunas perplejidades en relación con tres escritos recientes, tres
cabos que se han conectado en mi interior. Intentaré ser breve, porque no
pretendo tanto hacer una reflexión como provocar para que otros la hagan y nos ilustren
1. En el
escrito de E.B.E.
sobre gatos y liebres hay algo que no me cierra. Si Escrivá, Portillo y los
primeros cientos de miembros estaban contentos con la figura de Instituto
Secular, prefigurada en los Reglamentos de Pía Unión de 1941, hasta el punto de
que Escrivá afirmaba con orgullo que el Opus Dei había sido puesto como modelo
de los demás Institutos Seculares, ¿por qué hubo que cambiar posteriormente?
¿Qué hay de malo en comer gato? Los miembros célibes de otros institutos
seculares se consideran laicos consagrados, buscan la santidad en medio del
mundo, no es para ellos un asunto problemático, como aparentemente tampoco lo
era en el Opus de los primeros años.
2. Dice Thomas
que distingue “el malo e injusto ropaje de la Obra del que se resiste a
despojarse, de la doctrina de fondo que predica que me sigue pareciendo muy
valiosa y luminosa”. Me siento inclinado a reconocer igualmente elementos
positivos y, sobre todo, gente muy bien intencionada en la base. Entre esos
elementos positivos señalaría quizás: a) la llamada a la santidad en medio del
mundo y en particular a través del trabajo profesional, estoy convencido de que
fue la idea central que nos atrajo y nos mantuvo dentro a muchos por tanto
tiempo; b) una cierta disciplina en la vida de oración (atención al matiz, lo
positivo no es que esté todo escrupulosamente reglamentado, sino que no se deje
al arbitrio de la pura apetencia del momento); y c) un programa de formación
continua relativamente exigente (nuevamente, lo positivo que veo no son los
contenidos concretos, sino el énfasis en la regularidad, lo que hoy día se
promueve como lifelong learning). Lo
que he descubierto en mis años ya fuera (en parte gracias a Opuslibros, pero
sobre todo por experiencia personal) es que estos tres puntos ni son tan
novedosos ni son exclusivos del Opus. Es más, cada uno de esos tres puntos se
vive de forma viciada: a) no hay una reflexión de fondo, que llegue a la base,
sobre qué significa santificar el trabajo, fuera de “realizarlo con perfección
humana” y “ofrecerlo”; el tema da para mucho, pero tristemente apenas está
desarrollado (en el Opus, quiero decir); b) la vida de oración (plan de vida,
para entendernos) está excesivamente reglamentada, algo que podría ser adecuado
en unos primeros años de formación, pero que sin duda debe dejar paso a dejarse
llevar por una “apetencia” bien educada; c) el programa de formación está en
manos de formadores sin criterio propio, abocado por tanto al estancamiento. En
resumen, un par de buenas y atractivas ideas, con gancho para gente del siglo
XX, pero muy mal implementadas.
3.
Finalmente, Laotraorilla
me ha aportado un punto de vista muy novedoso. En lugar de considerar a Álvaro
del Portillo como fiel sucesor de Escrivá, lo presenta más bien como quien puso
el germen para la autodestrucción del Opus, mediante reglamentos que acabarían
asfixiando la espontaneidad, libertad y creatividad de los tiempos
fundacionales.
¿Por qué he
relacionado estos tres escritos? Ni yo mismo lo tengo claro, pero pienso que
juntos los tres pueden dar la impresión de que hay algo genuinamente positivo
en el origen del Opus, que ha sido corrompido, y por lo tanto sería de alguna
forma recuperable. No obstante, pienso que además de la corrupción de la reglamentitis
de Portillo hay muchas otras corrupciones que son atribuibles directamente a
Escrivá (y muy especialmente la inmoral práctica de la dirección espiritual
“colegiada”, sin la cual el Opus como institución me resulta inconcebible).
Sería muy bonito un Opus que se limitara a predicar la santidad en medio del
mundo, a enseñar a convertir la vida ordinaria en oración, y a formar
verdaderos cristianos de vanguardia, pero dudo mucho que ese Opus imaginario
pueda existir.
Por otra
parte, creo que es en el libro de Joan Estruch, que
ya comenté en una ocasión, donde se sostiene la tesis de que la
santificación de la vida ordinaria no es un tema claramente fundacional, sino
que más bien fue introducido posteriormente, precisamente en los años en que
Escrivá aparentemente cambia de opinión acerca de los institutos seculares
(resumen del asunto gracias a Josef
Knecht). Uff, el Opus es un fenómeno de lo más complicado, imposible de
explicar con una o dos simplificaciones.
Saludos
cordiales,
Daneel
Publicado el Monday, 10 March 2014
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