bastian :
Efectivamente, sería maravilloso, como
proponía el pasado viernes 28 Orange, poder organizar un congreso en
Roma cuyas conclusiones y ponencias pondríamos a disposición del Papa y el
mundo entero. Pero hay un enorme problema: el mismo que explica la falta de
difusión en todo el mundo, menos un poco en Perú, de la reducción al estado
laical el verano pasado de dos obispos peruanos de la Sociedad Sacerdotal de la
Santa Cruz; por poner un ejemplo reciente, que tiene su morbo periodístico,
pues por el medio había acusaciones de pederastia y adulterio.
Y ese problema insuperable, un hándicap
más que notable, invencible, es el control que ejerce la prelatura sobre los
medios de comunicación social de prácticamente todo el mundo occidental.
El Opus Dei tiene desde hace décadas
en sus delegaciones, extendidas por centenares o miles de ciudades de todo el
mundo, al menos una oficina de relaciones con los medios que suelen estar
dirigidas por periodistas del Opus Dei o personas que sin ser periodistas se
relacionan permanentemente con quienes trabajan en las redacciones de diarios,
revistas, emisoras de radio y de televisión de la ciudad o la zona de
influencia de la delegación correspondiente. Y a otros niveles, es decir, sobre
los consejos de administración de las empresas de comunicación, también actúan los
directores del Opus Dei por medio de sus extendidas redes de centros,
profesores, exalumnos, etcétera, vinculados con sus escuelas de negocios, muy
afamadas y prestigiosas, dicho sea de paso, lo que aumenta la eficacia en el
control y la influencia sobre los cuadros directivos de la empresa o
directamente sobre sus propietarios y consejeros. Y tampoco se puede olvidar
que entre las empresas de comunicación permanentemente "tocadas" por
estas oficinas de (des)información del Opus Dei están las más importantes
agencias de publicidad. Lo tienen todo muy controlado desde hace ya muchos
años.
El ideólogo y pionero de estas
oficinas de información fue Joaquín Navarro Valls, que inició la
profesionalización de este "apostolado de la opinión pública" a
finales de los años 60 del siglo pasado, desde un piso de lujo situado en el
paseo de la Bonanova, en la ciudad española de Barcelona. Para eso, este médico
andaluz que dejó la profesión cuando andaba por los cuarenta años, más o menos,
se licenció en Periodismo (sin esfuerzo ni asistir a clase) por la Universidad
de Navarra, España, la primera universidad del Opus Dei en el mundo. Y en esos
años, y en los posteriores, todas las delegaciones españolas enviaban a decenas
de numerarios, agregados y supernumerarios a Pamplona para recibirse de
periodistas. Y así empezó todo, porque fueron copando todas las redacciones. Y
al poco tiempo, también llegaban a Pamplona para titularse como periodistas
centenares de latinoamericanos del Opus Dei. A muchos de ellos y ellas, que al
cabo del tiempo optaron por dejar el convento, nunca se les olvidó. Se les
procuraba tratar, mantener el contacto, repescarlos, es decir: tenerlos de su
parte. Y así, sumando y sumando fichas, llegamos hasta el momento actual, en el
que son miles y miles los trabajadores de los medios de comunicación de todo el
mundo que están a tiro de llamada de teléfono, de tomarse una copa, de hacer un
favor, de tirar algo a la papelera, de ubicar una noticia en un rincón o en el
mejor lugar de la página. O sea, contribuir a su verdad.
Quiere esto decir, que sería casi
imposible conseguir una mínima difusión del congreso en sus fases previas, y
más imposible todavía dar a conocer al Papa y al mundo entero las conclusiones,
proposiciones y problemas planteados en el encuentro. A no ser, claro está, que
nos volviéramos locos y firmásemos un documento abjurando de nuestros errores y
pestilencias, pidiéramos de rodillas perdón y nos comprometiéramos a declarar
orbi et urbi -ya que estaríamos allí- esos pactos que tenemos con la bestia: la
que metía el rabo en el Mediterráneo para que todo el pasaje del J. J. Sister
echara hasta la primera papilla, abría la puerta del ascensor directamente
hacia el vacío para que el burrito sarnoso se desnucara, le amargaba la vida las
vísperas de los festivos especiales con dolores y malas noticias, por señalar
solo unas cuantas de las numerosísimas diabluras que tuvo que sufrir el santo
más santo, después de Saulo, eso sí.
Ahora bien, bienvenido sea el
congreso aunque solo sirviera para darnos unos abrazos y pasear otra vez por la
Ciudad. En primavera, mejor.
Bastian.
Publicado el Monday, 03 March 2014
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