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 Correos: ¡A bailar y a soplar! Anecdotilla.- Pillado

010. Testimonios
Pillado :

El escrito de Salvada (“De cómo me echaron las redes a los 14 años”) me ha motivado a intervenir, por fin, en este bendito foro después de algún tiempo leyéndolo y ayudándome a rellenar espacios vacíos de mi conciencia religiosa, a consolidar recuerdos del paso, ese mal paso, que anduve por el Opus Dei. La colaboración de esa mujer me ha parecido tan extraordinaria, elocuente, natural e inteligente que, sin haber siquiera haber pertenecido a esa estructura, es capaz de hacer un retrato absolutamente nítido de la praxis proselitista de la institución. Tan sencilla y tan aplastante que deja en evidencia a los que por pereza, temor o ambas cosas, no hemos sido capaces de confirmar lo vivido y testimoniar sobre lo que probablemente es el mayor y más refinado fraude que la Iglesia Católica ha padecido en toda su historia...



Ante la proyección de una rutinaria vivencia adolescente, narrada en alta definición diría yo, con más visión sobrenatural que cualquier carta del prelado, me empujo a contar alguna cosilla aunque sea sólo para romper el hielo, quizás algo con poca substancia. En todo caso también por qué no alcanzo los niveles de muchos de los colaboradores de Opuslibros para entrar en temas de calado espiritual o teologal y de momento me ensayo con lo anecdótico.

Hice el centro de estudios en el Colegio Mayor Monterols de Barcelona. Fase de intenso adoctrinamiento obligatorio para todos los numerarios durante un par de años coincidiendo normalmente con los primeros cursos de la carrera universitaria. Lo de "colegio mayor" era un eufemismo, una tapadera, pues sólo podían ingresar los chicos de esa condición numeraril, aunque evidentemente y de cara a la oficialidad estaba abierto al mundo exterior, en teoría para cualquier universitario. Ese "mundo exterior" siempre se encontraba con el cartel de completo si solicitaba plaza y así se zafaba el colegio de dar residencia a los, para ellos, extraños.

¡A BAILAR! Esa actividad a la que intentaron convencer a Salvada en su primera visita a un club de la sección femenina, me recordó al entonces director del CE aludido, un menudo médico psiquiatra. Era en una tertulia general a la que asistían unos "hermanos" de color originarios de Nigeria y que estaban de paso por la ciudad Condal. Nos contaban, entre otras cosas propias de la labor, que bailar era una actividad ordinaria en su país, incluso en las tertulias. Bailar lo llevan en la sangre y bailaban sin pretexto ni motivo alguno que lo justificara. Era algo así como el respirar, según entendimos, algo genético, espontáneo, instintivo y automático. Y ni corto ni perezoso, supongo pensando reafirmar el carácter universal del opus, ese director se levantó de su sillón a media tertulia y chilló: ¡a bailar todos!

No hace falta decir que los más lanzados y obedientes (los de mejor espíritu) saltaron de su asiento y empezaron a menear el cuerpo aún cuando no había ni una triste nota musical en el aire. El ridículo era tan espeso que se podía cortar con cuchillo. Unos riéndose a carcajadas, otros escondiéndose de vergüenza. Incluso D. Mariano, el sacerdote, hizo ademán de querer largarse pero aguantó estoicamente, cual soldado disciplinado, la mirada asesina del capitoste quedándose clavado en su sillón, tapándose, eso sí, la cara con sus delicadas manos.

Los pobres nigerianos eran los más desconcertados; no adivinaban qué es lo que estaba pasando, pues ni ese era su hábitat natural, ni se los había invitado a la tertulia para bailar, ni se les veía mínimamente cómodos. Por supuesto para nada dispuestos a exhibir movimientos de su esqueleto, especialmente del espacio pélvico (raza la suya especialmente dotada por la naturaleza para esos menesteres) por lo artificioso que se mostraba el panorama.

La escena se las traía y más bien parecía una muestra caprichosa de autoridad que un mandato o prescripción divina. Olía más a un reto entre la suprema jerarquía, el poder táctico que se otorga a los directivos en el opus contra sus subordinados, en este caso concreto nosotros los simples numerarios de a pié, jóvenes inocentes e inexpertos.

Y por supuesto que no todos obedecimos, es más, la mayoría ni siquiera hicimos ademán de separar las posaderas de la bancada. La cara del mandamás asomaba mucha contrariedad, su enfado era evidente y ese fracaso autoritario no debería quedar impune, faltaría más.

Efectivamente, no recuerdo si sería al día siguiente o en una tertulia posterior de fin de semana, mandó poner música en la sala y nos hizo levantar a todos con un simple y ligero gesto de brazos, diciendo de nuevo: ¡a bailar!. (Cabe recordar que cuando un director de cualquier centro del opus se levanta, todos al unísono se deben también levantar y nadie puede sentarse sin expresa indicación o autorización del susodicho representante del padre. A veces, incluso había algo así como una competición para ver quién era el más rápido, para poner en relieve quién era el primero en levantarse de su asiento cuando el director lo hacía. Siempre había un infiltrado que nos empeñaba a esa práctica competitiva, en querer demostrar quién era el campeón de la sumisión, respeto, obediencia y atención para con el jefe de la tribu local o para quién hacía las veces. (En ese caso sí que la velocidad tenía mucho que ver con el tocino).

¡A SOPLAR! Eso no recuerdo que nos lo ordenara ningún director, pero me ha parecido muy hilarante la idea o tentación que tuvo Salvada ante la placa perforada del confesionario a la que metieron en el centro de mujeres bailadoras que visitó. Ahora se trata sólo de una sugerencia mía, sugiero soplar y resoplar una y otra vez por la que nos hemos librado. Por habernos escurrido de ese baile maldito que nos embrujó y nos mantuvo en un incómodo vilo, nos hipnotizó en una peligrosa danza durante un determinado período de nuestra vida y algo más allá: ese tiempo que vivimos como súbditos del opus sumado el tiempo de la recomposición, al menos para la mayoría.

Muchas gracias Salvada, por tu escrito y por haber sido la voz de los que fuisteis asediados sin llegar a ser, afortunadamente, pescadas por esa obra de sombras que es el Opus Dei. También gracias por habernos espoleado a los que si fuimos enredados en esa malla y hemos callado o quizás a los que callarán por un tiempo más. Probablemente también habrás dado voz a muchísimos más que jamás reportarán nada aquí, pero que si tuvieran conocimiento de la existencia de Opuslibros, medios u ocasión, lo harían encantados.

Y gracias, muchísimas gracias a Agustina por tu contribución por este espacio de libertad. Espacio de denuncia y reivindicación por la libertad de las conciencias. Espacio de denuncia de la sucia, falsa, opaca y envenenada divinidad que atrapa a gente de bien y las convierte en despojo individual, sujetándolas finalmente sólo a una mera conveniencia institucional.

Un abrazo a todo el mundo libre de redes.

Pillado




Publicado el Monday, 13 January 2014



 
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