Copio carta recibida de un miembro del Opus Dei, que no quiere dar sus datos.

Soy miembro del Opus Dei desde hace muchos años y tengo toda la intención de seguir siéndolo, vaya esto por delante para que nadie se llame a engaño.

A menudo ojeo esta página porque lamentablemente, las cosas no siempre se han hecho bien y es muy sano reconocerlo. Si hoy me decido a escribir es porque me ha llamado la atención la polémica creada en torno a "irse como un señor" y deseo contar algo que me ha sucedido recientemente y que creo que es ilustrativo.

En primer lugar, tengamos en cuenta que cada caso es cada caso, que no es lo mismo 2013 que 1990, ni la sf que la sv, no es lo mismo Roma que Lima, Madrid que Chicago y no es lo mismo un director que otro.

Hace poco tiempo el numerario con quien yo hacía la charla, miembro de dos consejos locales del centro, dejó el Opus Dei después de más de treinta años. Un lunes, saliendo del círculo, me llamó y me dijo que había decidido dejar la Obra, no quería que me enterara por terceros, me dio su nueva dirección y repitió varias veces que contara con él para lo que fuera. Lo mismo dijo a todos los que vivían con él.

Le dijo al director que había decidido irse, que ahí estaba su carta de dispensa y que el viernes siguiente sería su último día. A lo largo de esa semana se despidió de todo el mundo y envió cientos de correos a amigos y conocidos comunicando su decisión. El viernes hizo los resúmenes económicos, a media tarde asomó la cabeza por el despacho de dirección, dijo "XX, me marcho", dejó las llaves, pasó por el oratorio y se fue. Con la misma naturalidad y serenidad que si lo hiciera todos los días.

Mentiría si dijera que conozco más casos como éste, porque no es cierto, pero pienso a menudo en él porque me parece un ejemplo de cómo hacer las cosas cuando es posible. Después de su salida, y como seguía sorprendido por cómo se fue, he hablado varias veces con él y hemos comentado qué mal se han hecho las cosas muchas veces. También es cierto que las nuevas tecnologías (correos electrónicos, whatsApp, sms, redes sociales) hacen mucho más fácil comunicar algo de modo masivo e individual a la vez y eso, hace no tantos años, no era posible.

Quería dejar constancia aquí de algo que me parece modelo y ejemplo de cómo proceder, cuando las circunstancias lo permiten. No hay nada deshonroso en marcharse, y es un error grave que a uno le obliguen a irse como un ladrón o un malhechor, cuando nadie le vea, o que se oculte que una persona ha decidido emprender otro camino, como si fuera una vergüenza o un delito. No hay nada de qué avergonzarse si las cosas se hacen bien y con rectitud de intención.

Gracias por leerme.

Unomuycorriente