Daneel :
Querido Remagen,
Aunque cada historia es distinta,
me parece que tú y yo tenemos muchos puntos en contacto. Como tú –y casi todos–
pedí la admisión muy joven y con gran generosidad e ingenuidad. Como tú, me
pasé prácticamente todos mis años dentro (no tantos como los tuyos, “sólo”
fueron 18) deseando que los directores me dijeran que esa no era mi vocación.
Como tú, pensaba que la única forma honesta de irme era con el visto bueno de
los directores. Como tú, la perspectiva de la “traición” pesaba fuertemente en
mi conciencia. Como tú, me fui de la única forma “posible”, por un
enamoramiento. Como tú, y “gracias a Dios”, no me casé con aquel amor
arrebatador, e igual que tú me considero afortunado por ello, porque hubiera
sido un error. Como tú, vivo felizmente casado y me considero (aunque no me
gusta la expresión, la uso por citar tus palabras) “católico comprometido”. En
otras cosas nuestras historias son distintas, por ejemplo yo no provenía de
familia ni colegio relacionados con el Opus, y en mi entorno más bien sufrí
rechazo que apoyo por hacerme numerario.
Supongo que en respuesta a tu
escrito llegará una lluvia de mensajes de todo tipo, más vitales o más
reflexivos sobre el fenómeno vocacional que planteas. Yo tan sólo querría
comentar un punto muy concreto, en aquello que nos une. Yo también podría haber
escrito estas palabras tuyas: “No me
llegué a casar con la mujer de la que me enamoré en un primer momento, gracias
a Dios. Lo digo porque no hubiera sido feliz con ella, ni ella conmigo.”
Con el pasar de los años, y supongo que también en tu oración con Dios, es así
como lo ves, estás tranquilo con este aspecto de tu historia, los fuertes
sentimientos que seguro sentías en aquellos momentos no son capaces de ofuscar
tu conciencia, el fondo de tu corazón. Ves con claridad que el camino que
elegiste, no casándote con “ella”, fue un acierto, y además eres capaz de dar
consejos atinados acerca del no apresurarse. Y probablemente tuviste que
navegar en medio de esa tormenta sin ninguna ayuda y con el lastre de una
afectividad deformada por años de represión de los sentimientos.
En cambio, cuando contemplas tu
paso por el Opus, escribes: “La pregunta
clave, creo, es si mi conciencia estaba deformada o incluso había sido
manipulada (dolosamente). Este tema no lo tengo aún superado y es objeto
frecuente de mi oración con el Señor.” Yo lo tengo clarísimo: si en el caso
del enamoramiento eres capaz de discernir tu vida sin grave dificultad, y en
cambio en el caso de tu relación con la Obra aún pesa en tu conciencia la
posibilidad de que hayas abandonado una verdadera vocación, se debe a una
conciencia deformada y manipulada a lo largo de muchos años, tan deformada y
manipulada que incluso hoy día te cuesta ver con claridad, aunque en otros
ámbitos de tu vida no estás “ciego”. Otros seguro que te darán argumentos de
peso sobre la falsedad y manipulación vocacional que hemos sufrido; yo sólo te
digo que compares tu distinta forma de enfocar ambos asuntos, en uno plenamente
liberado, y en el otro todavía sufriendo el lastre de la manipulación
psicológica. Pregúntate por qué te cuesta tanto todavía, con todos los datos
objetivos que tienes ante ti y en la presencia de Dios, por qué te cuesta tanto
reconocer que lo que ocurrió fue simplemente que quisiste responder con
generosidad a una llamada que nunca existió.
Recibe un abrazo,
Daneel
Publicado el Friday, 29 November 2013
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