pepito :
Me temo que quienes desde dentro de la cosa lean la
web, sentirán cierto regocijo ante la contribución que Ana
Azanza publicó el miércoles; pues, por suerte, no abundan en ella las
que se le puedan comparar en vacuidad de fondo y de forma. Todo lo mezcla y
confunde, casi hasta presentar al bueno de Calvo Serer como a un estraperlista
dedicado a especular con los artículos de primera necesidad (una de las pocas
cosas que en su día no le imputaron los acusadores del Movimiento Nacional).
Naturalmente, nadie puede a negar las carencias
escolares de la vieja España; pero no cabe generalizar por las buenas, o por
las bravas, como hace esa señora: mi abuela, nacida en una familia
campesina en el último cuarto del s. XIX, sólo con la enseñanza que recibió de
su maestra de primaria leyó, escribió y habló toda su vida en correctísimo
castellano, y pese a que su lengua materna y paterna era la gallega.
En cuanto a la comparación de los desvelos de la Institución
Libre de Enseñanza (ILE) y de la Iglesia por la enseñanza primaria, Azanza los
despacha con otra faena de aliño: nada del P. Manjón y poco más que nada
de Poveda y sus teresianas, mientras que casi parece que Cossío se pateó los
pueblos de la Sierra para algo más que para hacer excursiones. Cierto que
organizó las Misiones Pedagógicas, pero no sé que a los campesinos de
entonces les aprovechara de mucho ver una representación de teatro o una
película de 16 mm.
Ana Azanza se pregunta qué tenía que ver ese panorama
con el Opus Dei, y con razón; y se responde, ya sin razón, que “mucho”; pues no
añade nada digno de tal nombre: parece que le basta con dejar mutuamente
“encabronados” al P. Ayala y a Escrivá y sin decir casi nada de otros
reverendos arriba citados, precisamente “representantes de la Iglesia oficial”
y de los “superiores religiosos” que ella echa de menos en la tarea. De ellos
añade que “bien se vio dónde estaban tras la victoria del general ‘africano’ en
1939”. También ahí yerra, pero esta vez con especial mal gusto: allí no estaba,
entre muchos otros, mi tío, sacerdote salesiano, ya beatificado, maestro en las
escuelas que su orden tenía en Cuatro Caminos (Madrid) para los hijos de los
obreros; pues en julio de 1936 le habían pegado un par de tiros antes de
echarlo a una cuneta. Entretanto, como se sabe, un gran preboste de la ILE, el pedante
y profesoral (Azaña dixit) Fernando de los Ríos, apoltronado en nuestra
embajada en Washington, au dessus de la melée, se permitía la desfachatez
de salir al paso de las denuncias del Cardenal Arzobispo de Baltimore sobre la
persecución religiosa en la España de aquellos días.
En fin, hay que informarse antes de “disparar el
fonema”, que decía un viejo amigo mío. Y hay discursos, digo yo, que pueden
tolerarse en una asamblea de estudiantes de Pedagogía, pero que no son de
recibo en una web como ésta.
Pepito
Publicado el Friday, 01 November 2013
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